LULA, ENTRE DOS FUEGOS
ATILIO A. BORON
Fuentes: Rebelión [Imagen: Lula en el Festival Democracia para Siempre,
celebrado en la Plaza de Mayo (Buenos Aires) el 10 de diciembre de 2021, junto
con el presidente y la vicepresidenta de Argentina, Alberto Fernández y
Cristina Kirchner, y el ex presidente de Uruguay Pepe Mújica. Créditos: Ricardo
Stuckert. Fotos Públicas]
En este artículo el autor analiza el papel que Lula ha de desempeñar en la reorganización de las alianzas entre los países del Sur y de América Latina.
La asunción a la presidencia del Brasil de Luiz Inacio “Lula” da Silva es una gran noticia para Latinoamérica y el Caribe. Se supone que el gigante sudamericano recuperará el protagonismo internacional que supo tener en el pasado y contribuirá a revivir o dinamizar los diversos procesos de integración en curso en la región, algo más importante que nunca en el bicentenario de la nefasta Doctrina Monroe.
La agenda incluye
desde la revitalización del Mercosur hasta la Celac (Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños), pasando por la Unasur, para mencionar apenas los
más significativos. Una señal de la reorientación de la política exterior
brasileña es el compromiso del nuevo presidente de no sólo participar en la
próxima cumbre de la Celac -que se realizará en Buenos Aires el 24 de enero-
sino también de reincorporar Brasil a ese organismo, del cual se había marchado
por una decisión del gobierno de Jair Bolsonaro.
Obviamente esta es
sólo una parte de la agenda que tiene en sus manos Mauro Vieira, el canciller
de Lula. El reforzamiento de los lazos con los países del Sur Global es otra de
sus prioridades, así como insistir en la reforma del Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas para garantizar en dicho órgano un asiento permanente para
Brasil. Y, sin duda, otro tema prioritario será el relanzamiento del BRICS, el
acuerdo entre Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, actualmente sumido en un
difícil (más no insoluble) proceso de ampliación auspiciado por Beijing que
contempla la incorporación de Argentina, Egipto, Indonesia, Kazakhastán, Saudi
Arabia, Emiratos Árabes Unidos, Nigeria, Senegal y Thailandia. Luego de su
viaje a la Argentina Lula tiene en principio agendada un par de visitas
altamente conflictivas: a la Casa Blanca, en primer lugar; y luego a Beijing.
Ambas en el primer trimestre del año.
Dicho lo anterior
Lula deberá apelar a todas sus artes diplomáticas y de hábil negociador para no
quedar entrampado en la cruzada que la Administración Biden ha lanzado contra
dos socios de Brasil en el BRICS: contra Rusia, mediante la “guerra por
procuración” o “guerra proxy” librada en suelo ucraniano con la complicidad de
los indignos gobiernos neocoloniales de Europa; y la creciente escalada
guerrerista en contra de China, el “enemigo principal” según el reciente
documento del Consejo de Seguridad Nacional porque, según allí se dice, es el
único país que tiene la voluntad y la capacidad de rediseñar en su beneficio el
actual orden mundial. Rusia tiene lo primero, la voluntad, pero no la
capacidad. La guerra en Ucrania es una estratagema orientada precisamente a
erosionar esa capacidad.
Pero China es otra
cosa. Para Brasil el país asiático es de lejos su primer socio comercial: el
intercambio entre ambos llegó, en 2022, a los 135.000 millones de dólares, más
del doble del que se registra con los Estados Unidos. Los gestos de Biden en
relación al gigante asiático no pueden ser más beligerantes, y embarazosos para
Lula: desde invitar a un representante de Taiwán a su inauguración
presidencial, un gesto sin precedentes desde que Estados Unidos reconoció
oficialmente a la República Popular China, y hacer lo propio en ocasión de su
malhadada “Cumbre por la democracia”, en donde el enviado de Taipei se sentó
junto nada menos que a Juan Guaidó y otras figuras de su calaña. Aparte de ello
hay que recordar las continuas provocaciones que fuerzas estadounidenses
realizan en el Mar del Sur de la China, o la visita de Nancy Pelosi y tratar de
negar el acceso de microchips a China.
Lula sabe que otro
de sus socios en el BRICS, la India, tampoco es vista con buenos ojos hoy por
Washington porque su redoblado intercambio comercial con Rusia es interpretado
como una contribución económica a su esfuerzo militar en Ucrania y a aminorar
el impacto de las sanciones que Biden impuso contra Rusia. Por lo tanto, detrás
de las amables sonrisas que quedarán estampadas en la fotografía oficial en el
Salón Oval de la Casa Blanca lo más probable es que, una vez que se retiraron
los fotógrafos, la tensión que hoy caracteriza al sistema internacional se
traslade con toda su fuerza al encuentro entre ambos mandatarios. Washington
necesita aliados incondicionales para su santa cruzada contra Rusia y China, y
lo peor que puede hacer Brasil, y cualquier otro país latinocaribeño, es
embarcarse en una pelea que nos es por completo ajena y en la cual tiene casi
todo para perder y nada para ganar. Lula seguramente sabe que uno de los pocos
modos que tiene para evitar ser reclutado para esa guerra es fortalecer la
unión de los países de Nuestra América. Ojalá pueda actuar, o lo dejen actuar,
en consecuencia.
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