EL CAMINO INVERTIDO(NARRATIVA) 16
DUNIA SANCHEZ
Tengo un regalo para ti hijo mío. No es nada de lo que esperas, es algo más especial, algo que las gentes de aquí olvidan cuando sus estructuras son verticales y consolidadas a los deseos. Tengo un regalo, la vida, la oportunidad de aprender, el merecido bienestar de estar vivo. Y me quedo solapada a esta palabra el merecido, está mal dicha, mejor será borrarla. Todos tenemos derecho a seguir un destino, aunque, incierto, nos alimente como hombres, como mujeres, como cualquier existencia en esta esfera. Debiera de ser una de las premisas de la humanidad, la paz y gozar de la vida en la amplitud de una felicidad, unos días menos, unos días más pero, nutrirnos de ella. Creces demasiado pronto hijo, ya estás a mi altura y yo te miro como aquel pequeño desamparado en un ambiente de tumbas, de traiciones, de injusticias, de castigos. Pareces olvidar como yo o has eliminado de tu memoria todo el mal. No recuerdas, no nombras cada clavo escupido en tu pecho, en tu corazón hasta no ser más que un alma errante en la nada.
Y ahora, respiramos, cogemos el aire de la tranquilidad. Hijo mío pido
muchas cosas, una de ellas que seas hijo de la fortuna entre las terribles,
desastrosas, quebrantos que tiene la vida. Que nadie sople distorsionando tu
nueva realidad. Y me asombras…me asombras con tus movimientos, con tu belleza,
con la manera que llevas tu camino. Yo estoy amnésica o he querido ser amnésica
del ayer. No más atiendo a gratas sorpresas del ayer. Esa mesa preparada, los
cubiertos puestos, mi madre trajinando en la cocina. Ese es mi ultimo recuerdo
y luego….y luego impronunciables lagunas se postran en mi mente. Huye
hija…huye, el cielo esta escupiendo misiles, la casa tiembla. No te dará tiempo
de recoger. Déjalo todo y vete, ya nos veremos, yo me quedo aquí con tus abuelos.
Huye hija…huye. Y me fui y después no más. Ella seguía en su rito, de la cocina
y mis ancianos abuelos esperando ante el estruendo el almuerzo. Una mezcla a
destrucción y esperanza vi por ultima vez en aquella mesa. Mis abuelos
sonreían. Mi madre disimulando su temblor les servía la comida. Gritos y más
gritos y luego silencio, ella seguía en su normalidad y yo me fui donde mis
ojos no conocieran el dolor, la derrota de su disimuladas vitalidad, de ese
entusiasmo enervado a la oscuridad ¡Uhm¡ ¡Ah, que cruel puede ser la vida¡ Mira
hijo, hijo mío, tengo un detalle para ti , ya sé que eres un jovencito pero tus
ojos se llenas de chispas risueñas cuando te lo he dicho. Vamos abre, abre el
paquete...El ruido de calderos, de platos y bombas. Mucho ruido y el adiós. Adiós, hija mía, y ellos, mis
abuelos con la vista puesta como si nada en el almuerzo. Abre el regalo hijo
mío, tu entereza dibuja serenidad…CONTINUARÁ
No hay comentarios:
Publicar un comentario