domingo, 9 de octubre de 2022

HAITÍ: CUATRO AÑOS SEGUIDOS DE PROTESTAS ININTERRUMPIDAS

 

HAITÍ: CUATRO AÑOS SEGUIDOS DE PROTESTAS ININTERRUMPIDAS

 VIJAY PRASHAD

Las opciones para el pueblo haitiano pasan por la unión de los sindicatos y los movimientos sociales a la ola de protestas

En julio de 2018 empezó un ciclo de protestas en Haití que se ha mantenido hasta ahora (a pesar de la pandemia). El principal motivo de la protesta en 2018 fue que en marzo de ese año el Gobierno de Venezuela (como consecuencia de las sanciones ilegales impuestas por los EEUU) no podía seguir enviando petróleo con descuento mediante el esquema de PetroCaribe. Los precios de los combustibles se dispararon hasta un 50 por ciento.

 

El 14 de agosto de 2018, el cineasta Gilbert Mirambeau Jr. tuiteó una foto suya con los ojos vendados y sosteniendo un cartel que decía: "¿A dónde fue el dinero de PetroCaribe?". Reflejaba la sensación más extendida en la isla: que el dinero del plan había sido saqueado por la élite haitiana, cuyo control del país se había asegurado mediante dos golpes de Estado (1991 y 2004) contra el presidente Jean-Bertrand Aristide, elegido democráticamente.

 

El aumento de los precios del petróleo hizo que la cotidianidad fuera invivible para la gran mayoría del pueblo, cuyas protestas crearon una crisis de legitimidad política para la élite haitiana.

 

En las últimas semanas, las calles de Haití han vuelto a ser ocupadas por grandes marchas y cortes de carretera, con los ánimos en vilo. Los bancos y las organizaciones no gubernamentales (ONG) –incluidas las organizaciones benéficas católicas– se enfrentaron a la ira de los manifestantes, que rayaron "Abajo con EE.UU." en los edificios que saquearon e incendiaron.

 

La palabra creole dechoukaj o desarraigo –que se utilizó por primera vez en los movimientos democráticos de 1986– ha llegado a definir estas protestas. El Gobierno ha culpado de la violencia a bandas como el G9, dirigido por el expolicía haitiano Jimmy "Babekyou" (Barbacoa) Chérizier. Estas bandas forman parte del movimiento de protesta, pero no lo definen.

 

El Gobierno de Haití –dirigido por el presidente en funciones Ariel Henry– decidió aumentar el precio del combustible durante esta crisis, lo que desató la protesta de los sindicatos del transporte. Jacques Anderson Desroches, presidente del Fós Sendikal pou Sove Ayiti, declaró al Haitian Times: "Si el Estado no se decide a poner fin a la liberalización del mercado del petróleo en favor de las compañías petroleras y a tomar el control del mismo", nada bueno va a salir de esto.

 

"Todas las medidas que tome Ariel Henry serán medidas cosméticas", dijo. El 26 de septiembre, las asociaciones sindicales convocaron una huelga que paralizó el país, incluida la capital de Haití, Puerto Príncipe.

 

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) evacuó del país al personal no esencial. La representante especial de la ONU, Helen La Lime, dijo al Consejo de Seguridad de la ONU que Haití estaba paralizado por "una crisis económica, una crisis de bandas y una crisis política" que han "convergido en una catástrofe humanitaria".

 

La legitimidad de las Naciones Unidas en Haití es limitada, por decir lo menos, dados los escándalos de abusos sexuales que han sacudido a las misiones de mantenimiento de la paz en Haití, y el mandato político de las Naciones Unidas que los haitianos consideran orientado a proteger a la élite corrupta que hace la oferta de Occidente.

 

El actual presidente Ariel Henry fue instalado en su puesto por el Core Group (formado por seis países y liderado por los EEUU, la Unión Europea, la ONU y la Organización de Estados Americanos). Henry llegó a la presidencia tras el asesinato, aún sin resolver, del impopular presidente Jovenel Moïse (hasta ahora, lo único claro es que Moïse fue asesinado por mercenarios colombianos y haitianos estadounidenses).

 

La Lime de la ONU informó al Consejo de Seguridad en febrero que la "investigación nacional sobre su asesinato de Moïse se ha estancado, una situación que alimenta los rumores y exacerba tanto la sospecha como la desconfianza dentro del país".

 

Las crisis de Haití

 

Es imposible entender el actual ciclo de protestas sin reparar con atención en cuatro acontecimientos del pasado reciente de este país. En primer lugar, la desestabilización de Haití tras el segundo golpe de Estado contra Aristide en 2004, que tuvo lugar justo después del catastrófico terremoto de 2010 y que condujo al desmantelamiento del Estado haitiano.

 

El Core Group aprovechó estas terribles dificultades para importar a la isla un amplio abanico de ONG occidentales, que parecían sustituir al Estado haitiano. Las ONG pronto proporcionaron el 80 por ciento de los servicios públicos. "Desperdiciaron" cantidades considerables del dinero de socorro y ayuda que había llegado al país tras el terremoto. El debilitamiento de las instituciones estatales ha hecho que el Gobierno tenga pocas herramientas para hacer frente a esta crisis no resuelta.

 

En segundo lugar, las sanciones ilegales impuestas por los EEUU a Venezuela acabaron con el plan PetroCaribe, que había proporcionado a Haití ventas de petróleo en condiciones favorables y dos mil millones de dólares de beneficios entre 2008 y 2016, que estaban destinados al Estado haitiano pero que se esfumaron en las cuentas bancarias de la élite.

 

En tercer lugar, en 2009, el parlamento haitiano intentó aumentar el salario mínimo en la isla a cinco dólares diarios, pero el Gobierno de EEUU intervino en nombre de las principales empresas textiles y de confección para bloquear el proyecto de ley.

 

David Lindwall, exjefe adjunto de la misión de los EEUU en Puerto Príncipe, dijo que el intento haitiano de aumentar el salario mínimo "no tuvo en cuenta la realidad económica", sino que fue un mero intento por apaciguar "a las masas desempleadas y mal pagadas". El proyecto de ley fue derrotado debido a la presión del Gobierno estadounidense. Estas "masas desempleadas y mal pagadas" están ahora en las calles siendo caracterizadas como "bandas" por el Core Group.

 

En cuarto lugar, al actual presidente, Ariel Henry, le gusta decir que es un neurocirujano y no un político de carrera. Sin embargo, en el verano de 2000, Henry formó parte del grupo que creó la Convergencia Democrática (CD), fundada para pedir el derrocamiento del Gobierno democráticamente elegido de Aristide.

 

La CD fue creada en Haití por el Instituto Republicano Internacional, brazo político del Partido Republicano de los EEUU, y por la Fundación Nacional para la Democracia del Gobierno estadounidense.

 

El llamado a la calma realizado por Henry el 19 de septiembre de 2022 tuvo como resultado la multiplicación de las barricadas y la intensificación del movimiento de protesta. Su oído está más pendiente de Washington que de Petit-Goâve, una ciudad de la costa norte que es el epicentro de la rebelión.

 

Oleadas de invasiones

 

En la ONU, el ministro de Asuntos Exteriores de Haití, Jean Victor Geneus, dijo: "Este dilema solo puede resolverse con el apoyo efectivo de nuestros socios". Para muchos observadores cercanos de la situación que se desarrolla en Haití, la frase "apoyo efectivo" suena a otra intervención militar de las potencias occidentales. De hecho, el editorial del Washington Post pedía "una acción muscular por parte de actores externos".

 

Desde la Revolución Haitiana, que terminó en 1804, Haití se ha enfrentado a oleadas de invasiones (incluyendo una larga ocupación estadounidense –de 1915 a 1930– y una dictadura respaldada por los EEUU –de 1957 a 1986–). Estas invasiones han impedido a la nación insular asegurar su soberanía y han impedido a su pueblo construir una vida digna.

 

Otra invasión, ya sea por parte de las tropas estadounidenses o de las fuerzas de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, no hará más que agravar la crisis.

 

En la sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 21 de septiembre, el presidente de los EEUU, Joe Biden, dijo que su Gobierno sigue "apoyando a nuestro vecino Haití".

 

Lo que esto significa queda muy claro en un nuevo informe de Amnistía Internacional que documenta los abusos racistas a los que se enfrentan los solicitantes de asilo haitianos en los EEUU.

 

Puede que los EEUU y el Core Group estén al lado de personas como Ariel Henry, pero no parecen estar al lado del pueblo haitiano, incluidos los que han huido hacia sus territorios.

 

Las opciones para el pueblo haitiano pasarán por la unión de los sindicatos a la ola de protestas. Queda por ver si los sindicatos y las organizaciones comunitarias (incluidos los grupos de estudiantes que han resurgido como actores clave en el país) serán capaces de impulsar un cambio dinámico a partir de la ira que se observa en las calles.

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