PLAYA DE PUNTASOL
Fragmento de
CAUTIVO
José Rivero Vivas
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José Rivero Vivas
CAUTIVO – Obra: NC.10 (a.19) – Novela-
Ilustración de la cubierta:
“Amazona”, 1931-1932.
Óleo
sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.
(ISBN:
978-84-38138-25-6) – D. L.: 279-2020
Ediciones IDEA,
Islas Canarias. (Año 2020)
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José Rivero Vivas
CAUTIVO
(Fragmento: Cap. 5; págs. 80-86)
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Bien. Aquí mismo me detengo, que me parece esquivo
Don Quijote cuando llamó a su Escudero y, al ver que dormía, dijo: “Duerme el
criado, y está velando el señor, pensando cómo le ha de sustentar, mejorar y
hacer mercedes…”
Lo que no acepto
es que pretenda que cuida el señor del bienestar de su servidor. Vamos, no me
fastidien. El amo piensa en explotar al criado y beneficiarse, si es manso, de
su entrega y solicitud. No vengan con pamplinas. Antes, igual que ahora. Y me
sabe mal que Cervantes apunte en esa dirección, valiéndose de Don Quijote.
Aunque es también posible que el hombre tratara de mostrar su agradecimiento a
quienes le ayudaron a superar su adverso destino, contando además con que, en
sus tiempos, no podría expresarse con la libertad deseada.
On this subject Mister Rosenthal put forward:
“It is unlike from what happens nowadays.”
De pronto aparecen descompuestas las
coordenadas por donde se ha de atravesar el mar de los entretenidos laureles,
sumidos todos en su divagación acerca de los más preciados dones, pese a
visualizar la estela romántica, frente a la deteriorada huella de la
arbitrariedad rediviva. Sin embargo, no prodigó en su afirmación encarecimiento
a los medios de comunicación, por cuanto informan con fidelidad,
exhibiendo y pintiparando verticalmente, cuanto evento se produce en torno y en
los confines más lejanos.
De lo cual se infiere que, no es
ciertamente el uso de cadenas lo que, en la actualidad, impide viajar con
holgura y comodidad, sino que, el ritmo impuesto, no es el más apropiado para
una mente anticipada, de espíritu alerta, que fácilmente naufraga en aguas de
su propio ser; ello da origen al dolor del individuo consciente, que lo deja
doblado, lo tiene transido y sin ganas de jugar a la fortuna, después de tantos
meses sin paga ni sueldo ni subsidio ni ayuda. Es natural que, con tanta pamema,
renuncie a participar en prueba o competición, alegando debilidad y nula
preparación física.
Con las cosas
cuesta arriba, dejo a un lado las reyertas de los aficionados del club local,
en encolerizada pugna contra los seguidores del equipo visitante. Quiero, sin
dilación, iniciar la marcha al noroeste de la Isla, con propósito de hallar
aquel objetivo primero, barco anclado frente a la costa escarpada de la Punta
de Teno, por donde trepaban los guirres en vuelo majestuoso, de sumo cuidado,
enalteciendo la gloria del guanche que, en su altivez, se consideró invicto.
*
Ignoro si mi lectura de El Quijote es
correcta. Advierto que mezclo variados temas por falta de tacto y roma
sensibilidad, como si las morosas contradicciones acopiaran cuatro ribetes
amigados en regiones distantes. También es cierto que, las charlas de Maestro
Gabriel con Mister Rosenthal, me tienen completamente trastornado. La libertad
a que se refería el señor inglés, es asunto a tratar por los comentaristas, que
han estudiado cada obra al dedillo y saben qué circunstancias envuelven a su
autor; ello no obvia mi sospecha de que su conocimiento se limita a los libros,
como suele suceder con el propio momento que viven.
Without clearing up the cause, Mister Rosenthal said:
“Someone wrote the story of an old fisher in
a Caribbean island.”
Es gente que, de fijo, pasa lo más del
tiempo encerrada en bibliotecas y despachos, cuando no en emisoras de radio y
estudios de televisión. Si esto es así, ¿qué demonio van a saber del diario
acontecer? Tal vez no pasen sus juicios de serlo, y juzgan al hombre Cervantes
con igual rasero que a sus personajes, olvidando que es él quien crea su
existencia, y, al insuflarles vida, les proporciona temple y sabiduría.
Por ello, a los
tontos que presumen de alcurnia y nos restriegan en la nariz su abolengo y
señorío, los remito a Sancho, cuando, saboreando gansos y gallinas, en las
bodas de Camacho, aborda: “… dos linajes solos hay en el mundo, como decía una
agüela mía, que son el tener y el no tener…”.
Sin sentirme
aludido por su artera sentencia, sigo mi lectura donde Sancho enhebra su
retahíla diciendo: “… antes se toma el
pulso al haber que al saber…”. Seguro. En todo tiempo, además. Miren, si no, a
Maestro Gabriel, y verán que parece gran cosa; mientras, yo no destaco en
ninguna. Es que, ambos tópicos, van a la par, y resulta enormemente costoso
sufragar gastos de aprendizaje y estudio, por cuanto sin hacienda queda el
aspirante arrumbado cual deslucido retal.
Súbitamente bajó el hombre la guardia,
porque quiso contar las horas que faltaban para el atardecer. Entonces se puso
a manipular las herramientas que portaba, para lo cual hubo de acercarse a la
mesa, con el fin de utilizar el aceite de oliva, pues no se había aún mercado
el de colza, que abocó en maldito por su uso depravado. Puesto que hubo de
optar por el de cacahuete, se alistó a la Guerra de Cuba, para comer abundante
maní tostado, que cantaban los negritos, recorriendo las calles de la Habana,
en venta ambulante, como en Madrid se vendieron en un tiempo los barquillos
para matar la gusa. De hecho, el hombre conminó a Maestro Gabriel para que no
se aproximara por los contornos de la finca, o del Parque Municipal quizá,
porque estaba dispuesto a matarlo, si se ponía a tiro, ya que a él lo enardecía
disparar contra cualquier blanco móvil que entrara en el campo de alcance de su
escopeta.
Mister Rosenthal upset warns:
“Look out!”
Fíjense cómo
hubiese quedado, si no se retrae y entra de nuevo en la choza para escurrir el
bulto a la perdigonada, que hubiese dejado su cuerpo apto para cerner arena
gruesa del barranco.
Atento siempre a
la moderación en el habla, con objeto de no dañar a nadie en su sensibilidad,
así acabó esa tarde su insólito cuento el señor inglés, quien cargado ya de
años, solía narrar alguna de sus correrías por tierras de Las Américas.
*
Convencido de mi
crédito, tengo que permanecer despierto hasta bien entrada la mañana, con
propósito de pulir la calzada, ya que no me viene bien tropezar en el rellano
de la escalera, por causa de su áspera superficie. Preciso pues hallar un
camión cargado de lija y empezar a rascar; pero, ¿de dónde saco dinero para
invertir en este útil excepcional? Si fuera rico, tal vez lograra adquirir una
máquina eficaz para esta labor, y aplicarme a la faena con denuedo y
constancia, hasta aportar prosperidad a esta desmirriada tierra, donde alguno
se dispone a contar la premisa de su aliento, bien que a nadie dispensa de su
nostalgia.
Ahora veo que no
tengo papel, y no me satisface este folio que estoy emborronando. Prefiero mis
cuadernos, y los he llenado hasta el último.
Contumaz en mi ejercicio, desgarro todo pesar, y, aun debilitado, tras
arduo esfuerzo, me dispongo a terminar con esta incertidumbre enemiga;
desenvuelvo mi atesorado empaque y emprendo nuevo rumbo a la estrella enmarcada
en el frontis de mi firmamento. Entonces, ¿qué puedo inventar en este mundo
sobrado? Repleto está su ámbito de sabios de vida grata, genuinos de este siglo
indeterminado, sujeto, no obstante, a cualquier acaecer, reciente y, al instante,
pretérito.
“… que para
preguntar necedades y responder disparates no he de menester yo andar buscando
ayuda de vecinos…”. Réplica de Sancho a Don Quijote por considerar que no eran
suyas pregunta y respuesta sobre Lucifer.
Esperamos que el
cirujano dé su diagnóstico sobre esta operación en ciernes. Hasta tanto, los
nervios sacuden al cuitado, trémulo ante la futura expectativa, carente de
optimista augurio en la crucial intervención, operación que impide soltura al
cerrado régimen de iniquidad, por lo que no llegaremos jamás a saber, a ciencia
cierta, si el perjuicio se produjo el uno de enero, de ese mismo año, o si se
extravió la niña el catorce de octubre, camino de la escuela, abiertas ya sus
puertas para el curso que comenzaba, en la esfera acabada del trimestre de un
prolongado verano. Vino especialmente a corroborar su efecto pernicioso, en la
población infantil, el hecho de que al hallarla, acurrucada en la entrada de
una cueva, amoratada de frío y casi sin habla, se descubrió que su pérdida fue
ocasionada por desmemoria del regreso, como en el cuento, al carecer de grano
que arrojar sobre la senda.
Esperanzado sigo adelante con mi
enrevesado borrador, porque este capítulo debo redactarlo directamente, sin
impertinencia por parte de Maestro Gabriel, al tiempo de hacer caso omiso a la
sapiencia de Mister Rosenthal.
Many years later, he openly said:
“Filiberto Onís, you deserved a better education.”
“Why didn’t you help me?”
“You may be sure; there are certain things
difficult to explain.”
Deshago la arcaica evocación y retorno a
la inacabada página de antes, en la cual avanzaba que he de ignorar
asimismo la ojeriza que me ha tomado Lázaro, por causa de mi inclinación hacia
su hija Rosa, a cuyo cotidiano desdén me sobrepongo cabal y templado.
La vi un día pasar,
con su andar desganado, pero garboso, y quedé como si bebiera los vientos por
su imagen, que se derretía en sí, de puro ardor, sereno y contenido. Seducido
por su bella estampa y su enigmático señuelo, decidí seguirla hasta donde la ilusión
me impulsara, trastornado por el aura hechicera que su persona irradiaba. Junto
a su acompañante, no oriundo de Puntasol, se dirigió a la playa, donde la
descubrí casi desnuda, en indolente postura, tumbada sobre la arena, enmarcada
por el efluvio en torno, al zoco de la montaña, donde tabaibas y cardones,
balos y aulagas, se sonrojaban de ensueño por halagarla. Ella, desprendida de
sí, soñaba con el mítico tritón, saltando intrépido sobre las olas, en inaudito
esfuerzo por acercarse a su vera y gozarla, cual reflejaba su mirada, tierna,
sedosa y acaramelada, provocativa para el fogoso amante que le susurrara frases
de amor y encendiera sus mejillas con el carmín de un túrgido rubor.
Goloso de su ser le
sugerí no oponerse a mi deseo, que voy a deshacer su cuerpo nacarado, de curvas
y protuberancias lleno, hermoseado por la línea que delimita las bellas formas
donde se sumerge hasta conseguir el placer adivinado, nunca culminado, por mis
labios sobre los suyos, en beso interminable.
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José
Rivero Vivas
CAUTIVO
(Fragmento: Cap. 5; págs. 80-86)
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José Rivero Vivas
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Ilustración
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“Amazona”, 1931-1932.
Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.
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Diciembre de 2021
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