JULIAN ASSANGE Y LA AGENDA PARA
LA GUERRA GLOBAL
POR JAMES PETRAS
Durante casi una década, Washington ha tratado de silenciar, encarcelar y eliminar al periodista de investigación más destacado del mundo, Julian Assange (JA) y su equipo de colaboradores en WikiLeaks (WL).
Nunca han sido tan desacreditados los medios de comunicación masiva como con la publicación de los documentos oficiales que contradicen directamente la propaganda oficial, articulada por los líderes políticos y repetida por «destacados» periodistas.
Washington tiene la
intención particular de capturar a JA porque sus revelaciones han tenido un
impacto particularmente poderoso en el público estadounidense, los críticos
políticos, los medios alternativos y los grupos de derechos humanos al
enfrentarlos contra las guerras estadounidenses en el Medio Oriente, el sur de
Asia, África y América Latina.
Continuaremos
discutiendo lo que JA y WL lograron y por qué la particular e «innovadora»
forma de informar perturbó al Gobierno.
Luego analizaremos
los conflictos «en curso» y el fracaso de la Casa Blanca para obtener una
victoria decisiva, como factores que han llevado a Washington a intensificar
sus esfuerzos para hacer de JA un «ejemplo» para otros periodistas, exigiendo
que se «pongan en forma» o pagarán las consecuencias, incluido el
encarcelamiento.
El contexto para la
denuncia de irregularidades
Al final de una
década de guerra, la oposición a la participación de Estados Unidos en Irak y
Afganistán se había extendido a sectores militares y civiles. Se filtraron
documentos y se alentó a los críticos a entregar informes que revelaban
crímenes de guerra y el número de víctimas en vidas humanas. WL, bajo el
liderazgo de Assange, fue el receptor de cientos de miles de documentos
provenientes de analistas militares, contratistas y funcionarios civiles
disgustados por las mentiras de los medios de comunicación oficiales y de masas
que perpetraron y encubrieron crímenes de guerra.
A medida que
avanzaban las guerras y se lanzaban otras nuevas en Libia y Siria, los
congresistas liberales eran impotentes y no estaban dispuestos a exponer las
mentiras de los regímenes Obama/Clinton y las falsificaciones que acompañaban
al asesinato del presidente Gadafi. WikiLeaks y JA publicaron documentos que
revelaron cómo los EE. UU. planearon, implementaron y fabricaron las guerras
humanitarias para «salvar a la gente…» ¡bombardeándola!
Los documentos de
WL desacreditaron a las principales redes y a la prensa de prestigio, que
seguían la línea oficial.
El Pentágono, la
CIA, la presidencia y sus simpatizantes en el Congreso entraron en pánico
cuando sus actividades secretas salieron a la luz. Recurrieron a varios
movimientos desesperados, todos dirigidos a silenciar la libertad de expresión.
Acusaron a los periodistas de investigación de «espionaje», de trabajar para
Rusia, de terroristas islámicos o simplemente de «traidores por dinero».
A medida que el
mensaje de WL ganó legitimidad, Washington recurrió al poder judicial en busca
de fallos para asfixiar a sus críticos. La libertad de expresión fue
criminalizada. Pero WL continuó. Nuevos y más denunciantes críticos llegaron a
la escena, Chelsea Manning, Edward Snowden, William Binney y otros
proporcionaron nuevas pruebas devastadoras de las grandes distorsiones y
falsificaciones de Washington en relación con las muertes de civiles.
A los ojos del
Pentágono, Julian Assange era el enemigo porque se negó a ser comprado o
intimidado. WL despertó con éxito la desconfianza de los medios de comunicación
y la desconfianza entre el público de la difusión de las noticias oficiales de
guerra.
El Pentágono, la
Casa Blanca y el aparato de inteligencia buscaron a los «espías» internos que
proveían los documentos a WL. Se tomó como objetivo el arresto de Julian
Assange bajo la creencia de que «decapitar» al líder intimidaría a otros
periodistas de investigación. JA huyó para salvar por su vida y buscó y recibió
asilo en la Embajada de Ecuador en el Reino Unido.
Después de siete
años de presión EE.UU. Logró que el presidente ecuatoriano, Lenin Moreno, viole
la constitución de su propio país y permita a la policía británica capturar a
JA, encarcelarlo y prepararlo para la extradición a Washington, donde el
régimen encontrará la configuración judicial adecuada para condenarlo a cadena
perpetua o… peor.
Conclusión
Los crímenes de
guerra cometidos por Washington son de tal dimensión que han erosionado el
espíritu pasivo y sumiso de sus servidores públicos. Habiendo perdido la
confianza, el Gobierno se basa en amenazas, expulsiones y juicios penales.
Los periodistas de
investigación están bajo la presión del coro de prostitutas de prensa y
enfrentan juicios criminales.
Hoy la libertad de
expresión significa «libre» para seguir al Estado.
La próxima prueba
de Julian Assange es más que la libertad de expresión. Se trata de la capacidad
de Washington para continuar con las guerras globales, aplicar sanciones
ilegales contra países independientes y reclutar estados vasallos sin
oposición. Washington, sin la conciencia pública, podrá iniciar guerras
comerciales y calumniar a los competidores con impunidad. Una vez que los
informantes son silenciados y/o encarcelados, todo vale.
En los tiempos
actuales, muchos periodistas han perdido su capacidad de decir la verdad al
poder, y los jóvenes escritores que buscan salidas y modelos a seguir,
enfrentan la amenaza de la censura impuesta por un castigo atroz. La Casa
Blanca busca convertir al país en una cámara de eco de mentiras para las
guerras «humanitarias» y los golpes «democráticos».
Hoy el Gobierno de
los Estados Unidos libra una guerra contra Venezuela. El Tesoro se apodera de
sus recursos y riqueza y el Estado designa a su presidente en nombre de los
«valores democráticos». El régimen de Trump está matando de hambre al pueblo
venezolano para someterlo en nombre de una misión humanitaria, una estrategia
contra la cual solo forcejean algunos periodistas de los medios alternativos.
Washington está
encarcelando a JA para garantizar que los crímenes contra Venezuela continúen
con impunidad.
Esta traducción se
puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar
al autor, a la traductora y Rebelión.org como fuente de la traducción.
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