sábado, 22 de octubre de 2016

LAS HORAS PASAN

LAS HORAS PASAN

DUNIA SÁNCHEZ
Las horas pasan. Estoy aquí consumida en el pensamiento. Hoy brota cierta calima, cierta bóveda celeste que me induce ir allí. Iré a su sepultura y arrancaré cada raíz que la cubre. Ahora supongo que no habrá nadie, solo su cuerpo corrompido y yo. Quiero saber la verdad. La verdad de esa huída cuando cayó enfermo. Yo lo quería…me visto, cierro lentamente su último aroma bajo este techo y me dirijo firme al cementerio. No hay nada, todo es un vacío a este tic-tac que late en mi corazón. Estoy ante su tumba, con mis manos la desentierro ¡Quita tierra maldita¡ déjame llegar hasta su ataúd. Aquí estoy, con el sudor estrangulando mi lengua seca. Papeles y más papeles. No hay ningún féretro sino cartas y más cartas ¡Qué es esto¡ La fatiga quiere abatirme, tirarme dentro de ella y asfixiarme con sus palabras. Cojo una y leo hasta el final. Tiemblo. Un estremecimiento que me hace desdichada, llanto corrosivo a ras mío. No. No me quería solo un cierto aprecio que por ello desapareció, invisible bajo las tonadas de mi olvido. Pero no he olvidado querido. Vine a darte el último beso. Te fuiste sin avisar por qué había otra esencia balanceando tu entereza. Mentiras, solo mentiras. Yo que creí…Sí, creí que no existías, que estabas en otro mundo infinito para alcanzarte. Ahora lo sé. Te has marchado, te has disfrazado de otra persona y te has deslizado sutilmente en la ausencia, en el adiós. No entiendo. Qué sencillo es decir no. Pero tú has actuado así. Cartas y cartas como remiendo de la búsqueda, de mi encuentro. El cura viene, me abraza, me entiende. Me voy, retorno bajo ese techo donde su aroma aún persiste ¡Qué impertinente eres¡ Déjame ya. Uf, que calor. Hace mucho calor. Quisiera desvincularme con todo lo que me rodea. Soy ridícula en creer…en creer que estabas muerto. Aquí sentada me quedaré, deseo una explicación. Las horas pasan y una bruma de asco me atiza en las sienes. Me siento débil, muy débil. Engañada, todo una mascará agolpándose en mi verticalidad. Cierro ventanas, cierro puertas. Aquí estaré hasta el fin de mis días. Cierro mis ojos, cierro mis manos. Aquí falleceré con la memoria fija en tus cartas.

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