sábado, 14 de mayo de 2016

DIECINUEVE MANERAS DE DAR LA MANO

DIECINUEVE MANERAS DE
 DAR LA MANO
POR ANTONIO ARROYO SILVA
Dicen que la función de la crítica literaria es trasmitir una opinión fundamentada de una obra literaria, sirviendo como orientación al público. O sea, ofrecer una visión panorámica, pero sobre todo crítica, que disuada o persuada a los destinatarios potenciales de ese texto literario.
Decía H.D. Auden que su función como crítico era «acercarme obras o autores con los que no estaba familiarizado hasta ahora. Convencerme de que he menospreciado determinadas obras o autores porque no los he leído con la suficiente atención. Mostrarme relaciones entre obras de distintas épocas y culturas que nunca habría podido descubrir por mi cuenta porque no tengo conocimientos suficientes y nunca los tendré. Ofrecerme una lectura de la obra que acreciente mi comprensión de la misma. Arrojar luz sobre el proceso de construcción artística. Arrojar luz sobre la relación entre el arte y la vida, la ciencia, la economía, la ética, la religión, etcétera.
Los tres primeros exigen erudición, los tres siguientes un grado mayor de perspicacia, cuando las cuestiones que suscita el crítico son nuevas e importantes».
Diecinueve. Ensayos Literarios, de Isa Guerra, participa de esas tres últimas premisas de Auden, pues la autora parte de la cercanía en el espacio y en el tiempo y no, por lo general, de autores ya consagrados y que sus obras hayan transcendido. En este sentido, hablamos  de reivindicación sociocultural. Si se han de reivindicar los derechos  sociopolíticos, aquí, en nuestra autora vemos como consecuencia de su ética una reivindicación de la palabra silenciada de muchos autores de las islas, sobre todo de Gran Canaria. Se trata de poetas, incluso pintores que, justo por no figurar en las nóminas y los cánones del llamado poder cultural, han sido silenciados y tachados de malos poetas o principiantes.
Recuerdo que a Isa Guerra se le encargó escribir sobre los poetas de ACAE para la revista de la ya extinta asociación  y, cuando el comité de redacción revisó dicho texto [se hablaba ahí de todos los poetas inscritos en la asociación] alguien dijo que el artículo era demasiado extenso y que ahí no estaban los que son. "Los que son" eran, por lo visto, los aludidos en el párrafo anterior. La susodicha revista no llegó a publicarse y ahora lo encontramos aquí como las banderas de Lamartine y el sello de Anghel Morales.
Este libro de Isa Guerra son 19 de esos 300 espartanos que nuestra autora tiene en mente para frenar ese estado de inmovilismo de los persas que muerden y soplan para que todo desaparezca de los alrededores. Sí, reivindicación para construir. Isa resalta de esas obras, artísticas o poéticas, aquello que pudiera ser positivo y, para ello, le busca el nexo apropiado y exacto con la tradición cultural para su encuadre. Tampoco falta el análisis literario y pictórico (la pintura de Dunia Sánchez). Así, se detiene en algunos tropos destacados y en algunos símbolos. Color y calor, poesía, arte como parte del uno ahondándose en la noche de los tiempos desde la cercanía de obras inmediatas.
Hay quien dice que la amistad o el amiguismo son una lacra para la crítica literaria pues le resta rigor y objetividad. Así que, según algunos, no existe crítica literaria propiamente dicha en Canarias—y en España—. Luego, el que comenta se sorprende al leer las supuestas "críticas rigurosas". Me sorprende, pues los mismos que predican caen en el proselitismo de un grupo cerrado que, por ende, está alejado de la sociedad que nos rodea. Aquí, en Diecinueve no se trata de establecer teóricamente las vías que ha de tomar la crítica de Canarias ni de denunciar nada, sino de situar a los autores en su lugar dentro de la literatura de nuestras islas. Entonces, aquí no caben las valoraciones negativas. Eso es cosa del futuro y del afianzamiento final de cada autor que menciona.
Es curioso, nadie dice que el sentido crítico de lectores y pretendidos analistas de la literatura ha sido cercenado desde aquellos 40 años de régimen franquista que acabó con el único brote de creación que ocurría en el Estado Español desde el siglo XVII. Y, en este sentido y en otros, la tarea del intelectual es de reeducar al lector, al ciudadano de a pie del tesoro que guarda el pensamiento y las posibilidades que nos esperan en el futuro. Una labor pedagógica fuera de los academicismos engolados es la tarea que la poeta Isa Guerra nos entrega ahora. Hace años en su poema "Manifiesto" nos decía que tamáramos su mano. Aquí tenemos diecinueve maneras que Isa Guerra tiene de darla (y más que vendrán). Y eso que solo hablamos de la escritura. El sentido de la solidaridad que fluye de sus versos y de su prosa es consecuente con su propia vida y con su tarea crítica.
Ahora a ustedes les corresponde leer y tomar buena nota de todo lo que apunta María Isabel Guerra García.

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