sábado, 10 de marzo de 2012

UN AÑO DE GENERACIÓN 21 , por Anghel Morales

UN AÑO DE GENERACIÓN 21 Y LA NUEVA EXPLOSIÓN NARRATIVA EN CANARIAS

Ánghel Morales Garcia
La literatura canaria, como una más de las manifestaciones literarias que hoy en día se escriben en español, tiene su tradición y sus particularidades. Entre ellas, uno de los tópicos más escuchados es que la literatura canaria es fundamentalmente poética, esto es, con una gran tradición en poesía pero no así en narrativa. Múltiples razones de carácter sociológico explicarían el planteamiento de que la tradición narrativa canaria solo ha funcionado de modo episódico a lo largo de los últimos seis siglos, aunque cada vez tengo más dudas sobre este tópico a menudo aceptado con demasiada ligereza. De todos modos, ya que no es el sentido de este artículo, no me detendré en analizar pormenorizadamente dicha hipótesis, sino, más bien, me fijaré como meta corroborar la vitalidad inusitada que vive la narrativa canaria contemporánea. Porque, de lo que no hay duda, es de que, a lo largo de estos doce primeros años de este siglo XXI, la narrativa canaria se ha visto catapultada a cotas de creatividad, edición y difusión hasta ahora nunca registradas en la intrahistoria de la literatura de Canarias, gracias, en especial, a editoriales canarias como Anroart, Baile del Sol y Aguere-Idea, pero también a editoriales como Tropo, Casa de Cartón, Minotauro y Alba, principalmente. De ahí que hable de una nueva explosión narrativa en Canarias, sobre todo por la confluencia de numerosos novelistas de distintas generaciones en plena producción, por la fuerza de los nuevos novelistas aparecidos en la última década y por las facilidades para la publicación de libros que han propiciado las nuevas tecnologías y técnicas de impresión. 

La narrativa canaria, a partir de la década de los años 90 del siglo XX, empieza a registrar una creciente vitalidad narrativa, sobre todo si se tiene en cuenta cierta atonía editorial y creativa que presidió la década precedente, los años 80, salvando las habituales excepciones (escritores como Emilio González Déniz, Antolín Dávila, Juan José Delgado, Ángel Sánchez, Cataño, Sabas Martín, entre otros, que se han mantenido inasequibles al desaliento). Es como si, tras el conocido boom narrativo de los 70 (con autores todavía realmente activos como Juan Cruz, J.J. Armas Marcelo y Alberto Omar), la narrativa en Canarias hubiera pasado un periodo de cierto letargo para volver con más fuerza al calor del cambio de milenio, aunque por supuesto en los años 80 aparecieron algunas obras y autores de notable valía. Esta incuestionable explosión narrativa actual se debe, sobre todo, a la proliferación de nuevos autores, a la consolidación de los existentes y a su constante dedicación al género narrativo, entendido aquí en su más amplia concepción, esto es, el relato corto y la novela. La calidad, pero también la cantidad, son dos aspectos en verdad destacables, a poco que se empiece a analizar caso por caso la obra de algunos de estos escritores. Este hecho fue lo que me impulsó, hace ahora justamente un año, a publicar la antología Generación 21, nuevos novelistas canarios, porque quería, desde mi labor como editor, destacar la presencia de unos narradores cuyo trabajo literario me parece sobresaliente. En este sentido, desde mi responsabilidad como editor, he creado también la colección G-21-Narrativa Canaria Actual, donde se vienen publicando las nuevas entregas narrativas de algunos escritores ya incluidos en aquella antología pero también los libros de los nuevos nombres de la narrativa canaria, canalizando ese esfuerzo de visibilidad que pretendía con G-21. Ya distribuidas en librerías están las nuevas obras de Cristo Hernández (Biografía reciclada de Manolito el Camborio), José Luis Correa (Murmullo de hojarasca) y Víctor Conde (Malpaís), mientras que pronto verán la luz las nuevas novelas de Javier Hernández Velázquez (El sueño de Goslar), JRamallo (Dr R) (Cucarachas con Chanel) y Carlos Cruz (No es la noche), autores que se vinculan así a este proyecto que, en el momento de cumplir su primer año de vida, ya podemos decir que se ha consolidado como un referente y una hermosa realidad, debida, exclusivamente, a la total entrega de estos autores al a menudo ingrato oficio de la escritura.
 
Novela de género

            Subrayar esta verdadera revolución narrativa que viene ocurriendo en Canarias y exponer mi perplejidad sobre la que me parece la generación más sólida que ha dado la historia de la narrativa en Canarias, me pareció un deber inexcusable, y por eso me impuse la tarea de hacer realidad el amplio proyecto de Generación 21. Creo que, el primer objetivo, dar visibilidad al trabajo de los últimos narradores canarios, se ha logrado (y para ello no hay más que recurrir a las hemerotecas y ver el gran impacto mediático que ha suscitado, al menos en Canarias, la presentación de esta generación, a la que, por cierto, la revista Lúnula, editada en Gijón, dedica las páginas centrales de su último número). También, el prestigioso Grupo Retablo de la capital de España, ha puesto música a textos de los doce autores que forman el eje central de mi libro, montando un espectáculo que pretenden estrenar a lo largo de este año en diversos puntos de la geografía española, teniendo en esa gira como parte importante las islas Canarias, seguro que disfrutaremos con su trabajo.
            Quiero señalar, además, como característica generacional (astutamente señalada también por el periodista y crítico Eduardo García Rojas), el hecho incuestionable de concederles el mérito de haber impulsado, por primera vez en la historia de la narrativa de Canarias, de la llamada novela de género. En varios de estos escritores que, recordemos, tienen su obra en marcha, dadas sus edades, ya es constatable una dedicación profesional a la novela de género, caso por ejemplo de la novela negra, que tiene en autores como Alexis Ravelo, José Luis Correa y Javier Hernández Velázquez a tres de sus principales valedores. Este hecho, la dedicación a la novela de género, (en los territorios de la novela de ciencia ficción y de la novela de terror destaca por ejemplo Víctor Conde, seudónimo de Alfredo Moreno Santana) me parece que reside gran parte de la novedad que esta generación puede aportar a la historia de la literatura canaria. Así ocurre también con dos autores que me parecen absolutamente centrales en esta nueva narrativa, como son Víctor Álamo de la Rosa y Álvaro Marcos Arvelo, en tanto en cuanto han sabido construir novelas edificadas sobre la fundación de imaginados territorios míticos.
            Otro hecho, a sumar a éste del impulso de la novela de género, que me parece primordial en estos nuevos narradores, es precisamente su entusiasta dedicación al género narrativo, tanto desde el relato corto como desde la novela. Me parece importante señalar la relevancia de la gran cantidad de novelas y cuentos de estos autores, porque también la continuidad narrativa hace al narrador (salvo rarísimas excepciones). En Canarias, grandes referentes de nuestra literatura, no dieron continuidad a su narrativa. Así tenemos muchos ejemplos, caso del gran maestro que fue Rafael Arozarena, autor de la novela más popular de nuestra literatura, esa Mararía maravillosa que ha ganado para nuestra literatura a muchísimos lectores de diferentes generaciones. Sin embargo, “solo” escribió tres novelas. Es muy habitual en Canarias ese tipo de escritor que solo puntualmente cultiva la narrativa y, en fin, acaba concentrando sus esfuerzos en la poesía u otros géneros o abandonando directamente la escritura de novelas. Pues bien, he querido referirme a la fortaleza, constancia y dedicación con que estos escritores de Generación 21 se han enfrentado a la narrativa porque me ha resultado llamativo el hecho de que muchos de ellos, en torno a los cuarenta años de edad, ya tengan publicados decenas de libros, tanto en novela como en relato. No dejan de ser asombrosos, aunque solo sea un dato cuantitativo, los casos de Víctor Conde, Santiago Gil, Víctor Álamo de la Rosa o José Luis Correa, por solo citar a algunos de los escritores más prolíficos de esta generación y que a lo largo de los últimos meses han publicado varias novelas o libros de relatos (Malpaís, de Conde; Queridos Reyes Magos, de Santiago Gil; Nuestra señora de la luna, de José Luis Correa, novela, por cierto, destacada por el crítico Manuel Rodríguez Rivero en el suplemento de cultura Babelia, de El País, el pasado mes de febrero, o Mareas y marmullos, el excelente libro de relatos de Álamo de la Rosa). A ellos podemos sumar la reedición, también a nivel nacional, de El futbolista asesino, de Nicolás Melini, estupenda novela que la editorial Casa de Cartón acaba de volver a poner en circulación.
Cantidad no es sinónimo de calidad, por supuesto, pero sí me parece una característica, insisto, relevante, porque como mínimo demuestra una empecinada obstinación en el cultivo del género narrativo. La mayoría de los escritores que incluí en Generación 21 tienen aún mucho que decir, mucho que escribir y mucho que publicar. Estoy seguro, y eso, además, me hace muy feliz. Y de entre la ingente producción literaria de estos autores, será ya tarea del tiempo, los críticos y los lectores, espigar aquellas novelas que puedan ser mejores o más significativas, en caso de haberlas. Pero, para no enredarme en disquisiciones que a menudo solo dependen de gustos y preferencias literarias, sí quiero dejar claro que muchos de estos autores reúnen indicativos que pueden servir para hablarnos y reafirmarnos en su calidad literaria. Muchos acreditan premios de prestigio, otros publican sus libros con editoriales nacionales y extranjeras de gran difusión, y otros cuentan con avalistas y prologuistas de gran altura. Estos hechos no me parecen en absoluto triviales, porque lo que sí lamento siempre es la estrechez intelectual con que se hacen desde la crítica peninsular esos inventarios y catálogos en los que difícilmente ocupan el lugar que en verdad les corresponde los escritores canarios. Es el famoso “ninguneo” del que se quejan la mayoría de los escritores insulares y que, en muchos sentidos, es real. A menudo uno se encuentra antologías o estudios o reportajes en la prensa nacional en los que es difícil explicar la ausencia de determinados nombres centrales en la literatura de Canarias. Es el caso, por ejemplo, de un Isaac de Vega, José Rivero Vivas o de un Víctor Ramírez, sin ir más lejos. Contra esos olvidos, al menos como editor, quiero oponer mi lucha y mi tenacidad.
Me gustaría, asimismo, destacar que esta generación de autores tan multitudinaria no se ha conformado con la escritura de novelas, sino que en ellos la narrativa corta, la poesía y el ensayo tienen también original cabida. Las obras poéticas aún en marcha de autores como Anelio Rodríguez Concepción, Nicolás Melini (cuya última novedad acaba de publicar Ediciones Vitrubio con el título de Los chinos), Víctor Álamo de la Rosa y Santiago Gil, principalmente, proponen interesantes aportaciones a la tradición poética. Tampoco la escritura de guiones para cine escapa a los intereses de estos autores, como atestiguan los casos de David Galloway y Nicolás Melini.
 


Articulación crítica

Finalmente, para concluir este artículo, me gustaría deslizar aquí dos consideraciones más o menos generales. Por un lado, quiero demandar, aunque esto sea un problema de la literatura canaria en general, un mayor apoyo digamos sociológico, esto es, más y más lectores. Necesitamos por ejemplo lectores dispuestos a sorprenderse con, por ejemplo, novelas policíacas que no tienen nada que envidiar a otras que se escriben en otras geografías y que cambian el frío y la nieve por la playa y por ciudades como Santa Cruz de Tenerife o Las Palmas de Gran Canaria. Pero también me pregunto a menudo por ese apoyo social que debería llegar desde las universidades canarias, que parecen ajenas a este fenómeno literario, habitando su endogámico limbo, así como de los propios libreros del Archipiélago, a los que se les resiste todavía ofrecer esta narrativa en las mismas condiciones, escaparates y puntos de venta que el resto de autores que llegan avalados por las estrategias de marketing nacionales. Si tuviéramos esa demanda, ese apoyo sociológico, este fenómeno de novela canaria sería sin duda más exportable. Ocurre lo mismo con los periódicos canarios y sus suplementos literarios, a menudo completamente desnortados, en especial los editados en la provincia de Las Palmas de Gran Canaria.
Como último comentario, tomado de las palabras pronunciadas por Víctor Álamo de la Rosa en la presentación de Generación 21 en el Ateneo de Madrid, quiero mostrar mi total acuerdo con lo expresado por el autor de El año de la seca como autocrítica esencial de esta generación de escritores en particular, pero hacerla extensiva al conjunto de quienes venimos haciendo literatura desde Canarias: la importancia de ser críticos y, aunque es una especie de mal endémico de nuestras letras, creo que si algo nos está faltando en general es la reflexión, el pensamiento, esto es, la necesidad de que no solo nos limitemos a escribir nuestra literatura sino que seamos capaces de reflexionar sobre ella y sobre el mundo que la ha hecho nacer, articulando discursos críticos y ensayísticos, casi como parte de ese sobreesfuerzo que parece conllevar ser un escritor canario.

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