LOS OLVIDADOS DE LA
DANA EN ANDALUCÍA
Imagen de archivo de varios
jornaleros en un asentamiento de
chabolas en Lepe, Huelva. – Cristina
Quicler / AFP.
Con
una nueva DANA de alto riesgo en Andalucía
sería conveniente no caer en errores pasados. A diferencia de lo sucedido el pasado 29 de octubre,
cuando en Málaga teníamos alerta roja de AEMET –como esta semana-, la Junta de
Andalucía sí ha decidido activar el sistema Es-Alert para avisar a la población
a través de sus teléfonos móviles. En eso, al menos, hemos avanzado; sólo en el
caso malagueño, la negligencia anterior se saldó con millones de euros en daños
y una persona fallecida. Asimismo, haría bien el Gobierno de Juan Manuel
Moreno Bonilla en prestar atención a los colectivos más vulnerables. En la
pasada DANA, no lo hizo.
Las copiosas precipitaciones de finales de octubre se trasladaron de Málaga a Huelva. Allí, impactó de pleno en los campamentos de migrantes temporeros que malviven para recolectar la fruta que consumimos. Imaginen: si estas personas ya han de recorrer kilómetros para conseguir agua potable sin la amenaza de riadas, cómo será su día a día tras el paso de una DANA devastadora.
Personas
como los temporeros de Huelva tienden a ser olvidados en el día a día, no sólo
por las Administraciones públicas, sino por la opinión pública en general.
Forman parte de esos colectivos necesarios cuyas condiciones de vida agreden
nuestras conciencias y, en lugar de reaccionar para favorecer un trato más
humano, los ignoramos. Con todo, es obvio que quien tiene en su mano cambiar
estas condiciones de vida tan precarias son las Administraciones, que jamás han
hecho lo necesario.
Pues
bien, si en condiciones normales estas Administraciones orillan a los y las
temporeras migrantes, no resulta complicado deducir que cuando las calamidades
se extienden al resto de la población por fenómenos como lluvias torrenciales
automáticamente se esfuman del radar de los gobiernos. La mejor prueba de ello
fue la cobertura de The New York Times el pasado 1 de
noviembre de la DANA en España.
En
su reportaje, José Antonio Bautista and Lynsey Chutel,
que son los periodistas que firman la noticia, hablaban con temporeros de
Huelva, relatando cómo el agua entraba en sus chabolas precarias. Preguntada la
Junta de Andalucía por el periódico estadounidense, éste relata como si bien es
cierto que el gobierno de Moreno Bonilla reconoció la vulnerabilidad de los
y las temporeras, se sacudió la responsabilidad de su inacción afirmando
que no le había sido notificado ningún incidente.
La
falta, no ya de empatía, sino de un mínimo de humanidad y, muy especialmente,
del deber que se le presupone como gobierno autonómico es absoluta. Los de
Moreno Bonilla no tienen en cuenta dos causas fundamentales por las que,
quizás, no se les notifican incidentes. En primer lugar, la misma precariedad
en la que viven habitualmente estas personas migrantes que, incluso, utilizan
garrafas vacías de productos químicos para recolectar el agua para consumo
propio.
El
Relator de la ONU para la extrema pobreza y los derechos humanos, Philip
Alston, ya denunció cómo España estaba fallando a las personas más
vulnerables. Alston quedó consternado al ver las condiciones
en las que habitualmente viven los temporeros y temporeras de la fresa en
Huelva, afirmando que "España es un país muy rico, que se puede permitir
hacer mucho más por las personas de bajos ingresos". Han pasado cuatro
años desde aquella denuncia pública. Todo sigue igual. Resolver esta
situación es competencia de los tres niveles de Administración –central,
autonómica y local-, pero quien en mitad de la desgracia ha hecho gala ahora de
una nauseabunda indiferencia ha sido la Junta de Andalucía.
La
segunda de las causas por las que, quizás, no se notificaron incidencias
trasciende a la pobreza y falta de recursos y enganchan directamente con el
racismo y la xenofobia latentes en nuestro país, también institucional. Víctimas
de redadas raciales y siempre a expensas de los caprichos de algunos patronos
que sacan tajada de su vulnerabilidad, ¿de veras creen que estas personas
migrantes se iban a poner una diana en la frente ellas mismas ante las autoridades
que, por costumbre y en el mejor de los casos, las ningunea?
Quizás
el portavoz de la Junta de Andalucía que respondió a mis compañeros de The
New York Times pensó que con esa contestación el gobierno de Moreno Bonilla
salía bien parado. No es el caso; de hecho, refleja a la perfección el proceder
usual de la Junta de Andalucía con estos asentamientos que, por lo general,
recuperan en pleno siglo XXI a los barracones de esclavos negros que recogían
algodón en el siglo XVII en EEUU. La máxima de no news, good news de Winston
Churchill es una patraña como la copa de un pino, por mucho que Moreno Bonilla
se aferre a ella interesadamente. Especialmente con los colectivos más
vulnerables, nuestros gobiernos –en los tres niveles de Administración- han de
hacer gala de una proactividad que, hoy por hoy, está ausente
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