VUELTA A LAS ANDADAS
JAVIER AROCA
No es de extrañar que ahora la derecha
española de origen franquista sin redimir se sume con entusiasmo a esta nueva
derecha europea dispuesta a abrirles todas las puertas a la extrema derecha
El aval del PP europeo a la ofensiva de
Feijóo contra Ribera sume a la UE en una crisis política sin precedentes
Bien es cierto que el acoso vicario al gobierno que preside Pedro Sánchez en la persona de
Teresa Ribera tiene mediocres aires de venganza –Weber no
olvida la humillación a la que fue sometido por Sánchez–, también de expresión
de impotencia y, desde luego, de aprovechamiento de la coyuntura por parte de
Weber. Coinciden en un aspecto mundano, Feijóo sigue eternamente frustrado por
no ser presidente, Weber por no ser presidente de la Comisión
Europea.
Ambos juegan para lo suyo, pero, además, no tienen empacho en abrir las puertas a la extrema derecha en las instituciones –en eso también coinciden Feijóo y Weber– en Europa y en sus países respectivos, algo insólito en las derechas europeas hasta el momento. Su eventual voladura de los pactos afecta a la propia “reconstrucción” europea que si no progresa en su integración política acabará sumida en la contagiosa locura trumpista.
No es de extrañar que ahora la derecha
española de origen franquista sin redimir se sume con entusiasmo a esta nueva
derecha europea dispuesta a abrirles todas las puertas a la extrema derecha
Si Adenauer, Schuman, Monnet, De
Gasperi, todos políticos conservadores que sufrieron el totalitarismo –con
alguna reserva alguno– estuvieran entre nosotros, no reconocerían a la nueva
derecha europea, en particular a la alemana. Una cierta manera de ver
aquel proyecto de unidad de los cincuenta del siglo pasado afirma que se
trató, además, de una redención de las derechas que sobre todo en la
Francia de Vichy, Italia y Alemania, no habían dado todo que pudieron en
hacer frente al advenimiento de fascismo y el nazismo.
Construir una nueva Europa fue esa ocasión, fue una necesidad
impuesta, además, para contener el avance del comunismo, y así ha venido
funcionando en una especie de pacto entre derechas y socialdemocracia. Las
derechas de la posguerra se quisieron redimir ante el pueblo y abominaron de
las extremas derechas y de todo lo que les fuera próximo. Por supuesto que era
un proyecto cerrado, no cabía entonces, por la misma razón, invitación a
los regímenes de extrema derecha que quedaban en Europa, sea la España de
Franco y su extrema derecha, o Portugal y la suya.
No es de extrañar, por tanto, que ahora la derecha española de
origen franquista sin redimir se sume con entusiasmo a esta nueva derecha
europea dispuesta a abrirles todas las puertas a la extrema derecha europea y
ultramarina. Sin duda, se trata del suicidio de la Europa de sus
conservadores padres fundadores.
No corren buenos tiempos para la democracia, de nuevo en
peligro: el virus no se ha eliminado, seguía latente. En el juego del
poder, la derecha no quiere nunca perder y cuando lo hace ni tiene
paciencia –una virtud democrática– ni está dispuesta a aceptar las reglas. Tal
vez estemos asistiendo a una nueva, como a principios del siglo pasado,
revolución global de las derechas. Si es así, como parece demostrar la actitud
de políticos como Feijóo o Weber, será que están volviendo a las
andadas.
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