ELON Y GIORGIA, LA EXTRAÑA PAREJA
El gobierno sin límites que profesa Musk puede que tenga un objetivo no
declarado: ir desconstitucionalizando Italia primero, para acabar
desconstitucionalizando la UE después
GORKA
LARRABEITI
Giorgia Meloni y Elon Musk. / Luis Grañena
La larga obsesión de Elon Musk con Italia esta semana ha empezado a oler ya muy mal. Puzza. “Estos jueces se deben marchar”, tuiteó Elon el Grande a propósito de la orden dictada por el Tribunal de Roma de repatriación a Italia de siete inmigrantes enviados a los centros de detención italianos en Albania. En el clamoroso silencio de los patriotas soberanistas del Gobierno Meloni, resonó contundente la voz del presidente de la República, Sergio Mattarella, cuya respuesta a Musk no puede sino calificarse de antológica: “Italia es un gran país democrático y he de reafirmar, en los mismos términos que empleé en otra ocasión, el 7 de octubre de 2022, que ‘sabe cuidar de sí misma respetando su Constitución’. Cualquiera que, sobre todo si, tal y como se ha anunciado, está a punto de asumir un importante papel de gobierno en un país amigo y aliado, debe respetar su soberanía y no puede atribuirse el papel de imponerle prescripciones”.
Por
su parte, Musk, quien hasta el 20 de enero de 2025, fecha de la investidura del
nuevo presidente, no formará parte del gobierno estadounidense, no sólo no se
dio por aludido sino que reiteró la idea agravando el
desaguisado diplomático: “Es inaceptable. ¿La gente de Italia vive en una
democracia o acaso es una autocracia no elegida la que decide por ellos?”.
Total: Meloni hubo de llamar a Musk y luego al presidente para templar ánimos.
No
era la primera vez que Musk se metía en asuntos italianos. En septiembre llamó “loco” al fiscal
que pidió seis años de reclusión para Matteo Salvini por impedir el desembarco
de 147 personas rescatadas por la oenegé española Open Arms. Retuiteó también un post
racista de @RadioGenoa en el que se acusaba a “ONG financiadas por el gobierno
alemán” de “recoger clandestinos” en el Mediterráneo “para descargarlos en
Italia”. Participó, invitado por Giorgia Meloni, como invitado especial en el
Fórum de Fratelli d’Italia en Atreju. Y luego, entre guiños, bromas y un
cumplido de dudoso gusto (“es más hermosa dentro que fuera”), entregó a la
presidenta Meloni el premio Global Citizen Award en Nueva York por sus
políticas antiinmigrantes y antiLGTBI.
¿Qué
hay detrás de estos amores entre ella, “guapa dentro”, y él, “genio valioso”?
Primero, lo más evidente: un fallido (lo desveló una investigación judicial en
un caso de corrupción) contrato secreto de
cinco años entre el gobierno italiano y la compañía Starlink de Musk por valor
de 1.500 millones de euros para llevar la banda ancha a las regiones del sur de
Italia, así como para ofrecer un servicio de comunicaciones encriptadas a
embajadas, fuerzas armadas y servicios secretos. En cuanto a Meloni, esta
química con Musk puede borrar el recuerdo del apoyo a Ucrania, por el que la ha regañado Steve
Bannon recientemente. Además, en el caso de que Trump aplicara aranceles
aduaneros a los productos de la UE, Meloni podría conseguir un trato de favor a
las exportaciones made in Italy a EEUU, principal cliente de la cartera
italiana. Toma y daca: Musk ganaría un aliado dentro de la UE en su batalla con
la Comisión Europea, que lo acusa de haber violado
varias reglas sobre servicios digitales (Digital Service Act).
Las
ventajas prácticas para ambas partes quedan clarísimas y sirven perfectamente
para explicar las muecas, las sonrisas y los arrumacos entre Giorgia y Elon,
Elon y Giorgia. (Dejemos estar a Salvini, fidelísimo muskiano a prescindere).
Con todo, conociendo Italia, cabe plantearse una pregunta más: ¿no volveremos a
estar otra vez asistiendo a otro experimento del famoso “laboratorio Italia”? Lo sostiene la politóloga
Nadia Urbinati, según la cual Italia constituiría un anillo débil de la UE
donde se pueden experimentar modos antiinstitucionales y mecanismos
anticonstitucionales. El poder judicial para Musk, al lado del cual Berlusconi
se ve minúsculo tanto en conflicto de intereses como en fobia a la
magistratura, es un estorbo que tumba proyectos geniales. De hecho, el Tribunal
Constitucional acaba de bloquear
el proyecto de ley de autonomía diferenciada del gobierno, que deberá ser
modificado en siete cuestiones. Y era un proyecto estrella del gobierno Meloni.
Si
alejamos el foco de Italia, vemos que Europa y EEUU jamás han estado tan
distantes, jamás tan divergentes. El gobierno sin límites que profesa Musk,
sólo guiado por la “religión de la curiosidad”, puede que tenga un objetivo no
declarado: ir desconstitucionalizando Italia primero, para acabar
desconstitucionalizando la UE después.
(Capítulo
aparte de sus obsesiones, ya que estamos en Roma, meca del catolicismo, merece
la reciente y progresiva “conversión” de Elon al cristianismo. Musk no se
consideraba una persona particularmente religiosa. Su religión, como decíamos,
era “la curiosidad”. Luego se fue reconociendo “cristiano cultural”. Ahora, en
la campaña electoral estadounidense, afirmó que creía “en las enseñanzas de Jesús y
en los principios cristianos”. Igual que
yo-soy-Giorgia-soy-una-mujer-soy-una-madre-soy-cristiana está muy preocupado por la decadencia de la religión. Y
habla de un “cristianismo sin dientes”.
Francisco, que lo recibió hace meses en audiencia, de momento no dice nada.)
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