IKER JIMÉNEZ: LO MAGUFO Y LO
FACHA
DIARIO
RED
Gracias a
una serie de acontecimientos recientes, ya no queda prácticamente nadie en
España que no conozca dos características fundacionales de los programas de
Iker Jiménez 'Horizonte' y 'Cuarto milenio': allí se propagan bulos y
un porcentaje muy elevado de los colaboradores pertenecen a la corriente
ideológica de la extrema derecha.
Esto viene siendo así desde hace mucho tiempo, pero se ha convertido en un escándalo y en un tema de conversación a causa de su cobertura de la catástrofe producida por la DANA en Valencia. En general, el tratamiento del fatídico evento por parte de Jiménez no ha sido sustancialmente diferente a lo que lleva produciendo en los últimos años, pero la combinación entre una elevada sensibilidad en la población —por motivos evidentes— y dos errores mayúsculos consecutivos han sido la chispa que encendió definitivamente la mecha. Por un lado, Jiménez difundió el bulo siniestro de que había una gran cantidad de personas fallecidas en el aparcamiento subterráneo del Bonaire. "En el parking de Bonaire hay muchos cuerpos, muchos cuerpos. Muchos", escribió el presentador en X. Por otro lado, el vídeo viral del colaborador de Jiménez, Rubén Gisbert, manchándose a propósito los pantalones de barro justo antes de entrar en directo ha funcionado como el símbolo perfecto de que el amarillismo, la manipulación y la mentira son la práctica habitual en sus programas. El deterioro reputacional ha sido tan profundo y tan rápido que ayer conocíamos que el banco ING ha dado orden de retirar su publicidad de los programas presentados por Jiménez.
El caso de Iker Jiménez pone
encima de la mesa, además, un elemento adicional que resulta de crucial
importancia para entender la época en la que vivimos: la relación entre la
mentira y la extrema derecha
En
realidad, la difusión de mentiras es habitual en muchos otros programas y
cadenas. Pensemos que, solo en estos días, el
telediario de La Sexta también difundió el bulo del aparcamiento del Bonaire
—con la presentadora diciendo que era "una trampa mortal" y el
reportero asegurando que había cadáveres— o que Ana Rosa Quintana se inventó
que la AEMET había dado cifras incorrectas y que la Confederación Hidrográfica
del Júcar no había avisado de la tragedia, cuando el caudal de los barrancos es
público en su página web y se actualiza cada cinco minutos. Del mismo modo,
también es habitual la presencia de elementos ultraderechistas en muchos otros
programas que no son presentados por Iker Jiménez. No debemos olvidar que
Eduardo Inda es un habitual de los platós televisivos o que varios de los
colaboradores de Jiménez participan también de otros espacios mediáticos. Sin
embargo, no resulta impreciso afirmar que quizás 'Horizonte' y 'Cuarto milenio'
sí constituyen los programas que más lejos han ido en la propagación de
mentiras y de ideología fascista en una de las principales televisiones del
país y, por ello, cobra perfecto sentido que haya sido por ahí por donde haya
prendido la mecha aunque Jiménez no sea —ni de lejos— el único que recurre a
ese tipo de prácticas.
El caso
de Iker Jiménez pone encima de la mesa, además, un elemento adicional que
resulta de crucial importancia para entender la época en la que vivimos: la
relación entre la mentira y la extrema derecha.
Como ponía de relieve en X la humorista Ane Lindane, se da una muy significativa coincidencia estadística entre las personas
que creen en elementos anticientíficos, mágicos o conspiranóicos y el
pensamiento político ultraconservador (muchas veces en su versión 'blanca' que
se presenta como apoliticismo extremo). La correlación no es perfecta y también
hay personas de izquierdas que presentan un comportamiento denominado como
'magufo' —creer en 'medicinas alternativas' que no hacen nada que no haga el
agua, creer en conspiraciones absurdas como que la llegada del hombre a la luna
es fake o que la CIA nos fumiga con 'chemtrails', etc.—, pero es mucho más
probable que una persona que acepta esas creencias acabe optando en lo político
por un pensamiento de derechas o incluso de extrema derecha. Lo estamos
viendo ahora con la catástrofe de Valencia, pero también se convirtió en algo
muy evidente durante la pandemia de la COVID-19. Los que negaban la
eficacia de las vacunas, los que se inventaban conspiraciones para ocultar el
número de muertos y los que difundían historias para no dormir sobre la
fabricación humana del nuevo virus eran, al mismo tiempo, muy mayoritariamente
los mismos que se manifestaban bajo la dirección de Santiago Abascal contra el
gobierno de coalición.
Las personas de derechas y de
extrema derecha tienen un aliciente mucho más poderoso para abrazar lo magufo:
el hecho de que el conjunto de su propia ideología se sostiene sobre mentiras
Las
personas de izquierdas que llegan a lo 'magufo' lo hacen desde un
cuestionamiento general al sistema y mediante la inclusión de forma
excesivamente amplia de la ciencia, la tecnología o la medicina en el perímetro
de espacios absolutamente cooptados por el establishment capitalista. Sin
embargo, al ser evidente que la ciencia funciona, que los aviones vuelan y que
la aspirina te quita el dolor de cabeza, no es fácil mantener dichas creencias
desde un pensamiento racional y desde la honestidad intelectual.
Sin
embargo, las personas de derechas y de extrema derecha tienen un aliciente
mucho más poderoso para abrazar lo magufo: el hecho de que el conjunto de su
propia ideología se sostiene sobre mentiras. Dicho en pocas palabras, son
afirmaciones igualmente falsas "la Tierra es plana" y "bajar los
impuestos a los ricos es bueno para todos". Creer que Iker Jiménez escuchó
voces de ultratumba en una casa abandonada o creer que la austeridad económica
que se aplicó contra los países del sur de Europa después de la crisis
financiera era "la única alternativa" se sitúan más o menos al mismo
nivel en la escala de lo magufo'. Afirmar que Estados Unidos está diseccionando
aliens en secreto en el 'Área 51' o que Podemos está financiado por Venezuela
son predicados que se refieren a dos asuntos completamente diferentes, pero
que, desde el punto de vista lógico, se pueden incluir en el mismo conjunto
definido por su falsedad.
Dicho de
otra forma, las oligarquías conservadoras y los medios de comunicación a su
servicio no tienen más remedio que hacer que la gente crea en mentiras si
pretenden que voten a sus brazos partidistas en las elecciones. Si la
ciudadanía fuera el domingo a las urnas manejando únicamente afirmaciones
veraces, el PP y VOX no sumarían juntos ni 20 diputados. Por ello, gastar miles
de millones de euros en bombardear a la población con bulos y manipulaciones de
la realidad desde sus poderosos cañones mediáticos no es solamente una elección
voluntaria por parte de las élites derechistas sino también una necesidad
existencial.
Lo que
ocurre es que ese bombardeo, ese acoso y derribo de las defensas racionales de
las personas, esa destrucción del sistema inmunitario intelectual que nos
permite discernir lo que es cierto de lo que no lo es para protegernos, aunque
se lleve a cabo en el ámbito político, tiene efectos generales en la psicología
de las víctimas. Cuando tú has conseguido que alguien piense que "con
Franco se vivía mejor", que "la corrupción es un asunto de unas pocas
manzanas podridas" o que "reducir a la mitad el Estado será positivo
para la gente trabajadora", esa persona ya no tiene defensas cuando le
cuentan las caras de Bélmez, las apariciones de OVNIs o la curación mediante
pirámides de energía. Es por eso que lo magufo y lo facha suelen ir juntos, es
por eso que un referente de lo primero —como Iker Jiménez— se ha convertido
fácilmente en un referente de lo segundo y es indispensable que no perdamos de
vista esta conexión para tener la más mínima posibilidad de frenar la cada vez
más poderosa ola reaccionaria que acaba de capturar nada menos que el gobierno
de los Estados Unidos de América.
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