LOS MONSTRUOS AVANZANDO SOBRE LAS
RUINAS DEL NEOLIBERALISMO
El líder de Vox, Santiago Abascal, junto
al presidente de Argentina, Javier Milei — Luis Soto / Zuma Press /
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Nuestras sociedades carecen de los anticuerpos ideológicos y epistémicos
requeridos para hacer frente a toda la demagogia reccionaria y neoliberalizante
que hoy domina los espacios de conversación digitales… Y ante ello, pues la gente
está encontrando credibilidad en los Trump, Bolsonaro, Vox y Milei
Estamos en uno de esos interregnos en los que, como nos dice Gramsci, surgen los monstruos. Por ello es que hoy día, en muchos escenarios electorales, suele ganar lo peor en la forma de populismos reaccionarios. Los cuales han convertido la mentira, el irracionalismo y la deshumanización del otro distinto en lo normal. En ese contexto, va tomando fuerza una lógica antipolítica socialmente suicida donde las clases medias y populares piden abiertamente reducir el Estado al mínimo en nombre de la “eficiencia” y la “libertad”. Y, por ejemplo, estudiantes pobres votan por figuras de ultraderecha que abiertamente les dicen que van a recortar el presupuesto de las universidades públicas (donde estudian porque no pueden pagar la privada). Ante ello, cabe preguntarse, ¿qué es lo que nos trajo a este interregno?
Cuando
Hayek, en medio de un consenso ideológico de centroizquierda en los países
avanzados, era apoyado por la CIA para que se difundiera ampliamente su
manifiesto difamatorio contra la acción colectiva (“Camino de servidumbre”) el
gran capital ya anunciaba el mundo que quería diseñar hacia el futuro. Como
parte de aquel clima de época es que, con solo dos años de diferencia, tiempo
después ganaron el nobel de economía de economía el propio Hayek (1974) y
Milton Friedman (1976). Los dueños del mundo habían llegado a la conclusión de
que debían darle un giro al consenso ideológico dominante. Y a partir de
entonces se hicieron gramscianas las élites del poder real, así como sus
gestores y capataces políticos de las derechas liberal-conservadoras.
Los grandes consensos, como
había explicado Gramsci, se construyen por medio de estrategias políticas donde
un grupo o clase social logra que sus intereses y concepciones de mundo sean
asumidas por las mayorías como algo bueno
Los
grandes consensos, como había explicado Gramsci, se construyen por medio de
estrategias políticas donde un grupo o clase social logra que sus intereses y
concepciones de mundo sean asumidas por las mayorías como algo bueno. Ahí tiene
lugar la dirección moral de la sociedad. Y, con ello, se va constituyendo una
superficie subjetiva que comienza a ser receptiva a un tipo particular de
valores, propuestas y proyectos estatales en desmedro de otros. Así, se
configura ese todo orgánico que en la forma de una nueva hegemonía articula la
dominación cultural (en la sociedad civil) con la dirección política (en el
Estado). Para derrumbar el otrora consenso de centroizquierda, que cristalizaba
institucionalmente en el estado de bienestar de signo socialdemócrata, es que
se le dio primacía a la teoría económica neoliberal de los autores antes
señalados. Los que, junto a otros pensadores en los campos de la filosofía
(Nozick) y de la literatura (Aynd Rand), conformaron todo un cuerpo argumental
que pasó de los think tanks de derecha y universidades financiadas por
multimillonarios, a las televisoras y el hablar cotidiano.
Reagan y Thatcher lograron que
las conciencias de muchos trabajadores giraran a la derecha. Porque fueron
gramscianos. Esto es, pusieron el foco en lograr consentimiento ideológico
Como bien
documentan Lakoff y otros autores, esa concepción neoliberal y rabiosamente
anti todo lo que remitiera a acción colectiva y justicia social llegó por
primera vez a lo más alto del poder con Ronald Reagan en Estados Unidos. Cuando
en su primer gobierno (1981-1985) muchos cargos claves fueron ocupados por
fanáticos o formuladores de esas teorías neoliberales. Pero más allá de las
desregulazaciones al capital financiero y recortes impositivos a las rentas
altas, la clave de aquella contrarrevolución neoliberal reaganiana estuvo en lo
cultural. Reagan y Thatcher lograron que las conciencias de muchos trabajadores
giraran a la derecha. Porque fueron gramscianos. Esto es, pusieron el foco en
lograr consentimiento ideológico. Entendieron que la economía no es una ciencia
objetiva, sino una disciplina que puede explicarse de muchas maneras. Entre
ellas algunas que sirvan para naturalizar como lo mejor y normal intereses y
proyectos al servicio del capital concentrado. Así las cosas, es que se
propició una particular forma de discutir los problemas colectivos en la que el
economicismo neoliberal se convirtió en la principal matriz de veridicción: en
lo único que dice verdad sin necesidad de explicarse.
Nuestras sociedades, así las
cosas, carecen de los anticuerpos ideológicos y epistémicos requeridos para
hacer frente a toda la demagogia reaccionaria y neoliberalizante que hoy domina
los espacios de conversación digitales
De ese
modo, el debate realmente político fue siendo sustituido por ese economicismo
neoliberal. De ahí que hoy día, para que cualquier propuesta política pueda ser
“creíble” o “sensata”, deba explicarse en los términos de este. De lo contrario
se considera “populismo” o “comunismo”. Nuestras sociedades, así las cosas,
carecen de los anticuerpos ideológicos y epistémicos requeridos para hacer
frente a toda la demagogia reaccionaria y neoliberalizante que hoy domina los
espacios de conversación digitales. De modo que no es casualidad que, como
explica Wendy Brown, casi haya desaparecido ese lenguaje específicamente
político necesario para procesar la complejidad social. Por ello es que el
ciudadano actual no dispone de referentes históricos ni instrumentos cognitivos
para dar nombre a las causas de sus dificultades. Y ante ello, pues la gente
está encontrando credibilidad en los Trump, Bolsonaro, Vox y Milei. Quienes
ofrecen soluciones fáciles (arreglarían todo muy rápido ya que es cuestión de
sacar los “comunistas” de las instituciones), enemigos claramente
identificables (todo lo distinto) y mucho neoliberalismo económico
(fundamentalismo de mercado según el cual lo público es el problema).
Por ello
decimos que, de las ruinas del neoliberalismo, es que avanzan estos monstruos.
Entendiendo por dichas ruinas a las actuales sociedades donde la acción
colectiva ha sido reducida al mínimo vía su deslegitimación. Y en las que se ha
constituido en lo normal e inevitable una economía precarizante y sin garantías
para las mayorías y de enriquecimiento sin límites para minorías vinculadas a
circuitos financieros y tecnológicos. Con el agravante de unas redes sociales
que han configurado todo un nuevo paradigma de comunicación en el que la verdad
importa poco y la confirmación ideológica es la norma en medio de usuarios
divididos en nichos según el contenido que consumen. En ese contexto,
finalmente nos preguntamos ¿qué hacer? Mi respuesta es que seguir luchando e
intentando avanzar en defensa de ese mínimo de dignidad y democracia que de
momento es lo posible. Aunque tengamos que hacerlo sobre unas ruinas que cada
vez apestan más a odio, irracionalismo y multimillonarios delirantes que ahora
compran redes sociales y directamente elecciones.
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