EL DESPERTAR DE LAS UNIVERSIDADES PÚBLICAS
Estudiantes
reunidos en asamblea contra el genocidio en Gaza — Fer Capdepon Arroyo / Zuma
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Necesitamos de forma perentoria politizar la universidad en un sentido democratizador y ofrecer una respuesta cívica para combatir la ola reaccionaria y privatizadora
El
negacionismo científico, el exhibicionismo de la ignorancia, la desinformación,
el conspiracionismo, el belicismo, la xenofobia, el machismo o el mero malismo (véase
el último libro de Mauro Entralgo) son fenómenos de creciente aceptación en
nuestras sociedades. Al mismo tiempo, en el marco de tendencias consolidadas de
privatización de los servicios públicos, asistimos en España al incremento
vertiginoso de las universidades privadas.
¿La comunidad universitaria no
va a movilizarse frente a la proliferación del odio y la mentira en un contexto
de emergencia climática?
¿De verdad vamos a permanecer callados en las universidades públicas ante una ofensiva reaccionaria y privatizadora que atenta contra los valores democráticos y humanistas? ¿La comunidad universitaria no va a movilizarse frente a la proliferación del odio y la mentira en un contexto de emergencia climática?
En los
últimos años, los grandes medios de comunicación y las redes sociales, en
defensa de los intereses oligárquicos, han contribuido de manera decisiva a
alimentar la ola reaccionaria, a deteriorar la calidad del debate público, a
expandir el negacionismo climático y a cuestionar el valor de la ciencia y la
cultura como bienes comunes. Aunque no debería idealizarse el pasado, es
evidente que nuestras sociedades caminan en un sentido contrario al de la razón
y el pensamiento crítico.
La tendencia privatizadora no
puede desligarse de la ola reaccionaria
El
silencio universitario ante esta deriva reaccionaria resulta insoportable. ¿Es
posible que las universidades públicas hayan perdido la masa crítica requerida
para impulsar una respuesta democrática? Además de la precariedad, una de las
principales razones de la atonía del profesorado universitario es la
preponderancia de los valores neoliberales. Más allá de los incentivos que
generan los procesos de acreditación, se está instaurando una lógica narcisista
de competición en el ámbito investigador. La virtud se reduce al rendimiento
individual y a una productividad mal entendida. No hay tiempo para nada que no
sea engrosar el curriculum vitae. Se ha propuesto, con buen tino,
desafiar la cultura de la rapidez (Maggie Berg y Barbara K. Seeber en su
libro The Slow Professor). Cabe añadir ahora la necesidad de que la
academia se comprometa activamente en la defensa de los valores democráticos y
la difusión del pensamiento crítico.
La
tendencia privatizadora no puede desligarse de la ola reaccionaria. Para quienes
apuestan por el embrutecimiento colectivo y el sálvese quien pueda, la
universidad no es más que un nicho de negocio que permite perpetuar o incluso
agravar la desigualdad. En España, el número de universidades privadas crece de
manera exponencial, lo que constituye un proceso de privatización material de
la educación superior. En el último cuarto de siglo se han creado más de tres
decenas de universidades privadas, mientras que las públicas permanecen
estancadas. La Comunidad de Madrid es un caso paradigmático, pues las
universidades públicas están siendo deliberadamente asfixiadas por el Gobierno
del Partido Popular mientras se ultima la creación de una nueva universidad
privada (solo en Madrid capital serían ya catorce universidades privadas frente
a seis públicas).
Los
fenómenos de la privatización y la mercantilización fueron impulsados de forma
decisiva con el proceso de Bolonia, como bien advirtió el movimiento
estudiantil. Es verdad que la LOSU, aprobada en 2023, fue una oportunidad
perdida para blindar el carácter púbico de la universidad. En algún momento
habrá que hacer balance de mal desempeño del extinto Ministerio de
Universidades. Se trata de un buen ejemplo de que gobernar sin transformar no
sirve para nada, salvo para allanar el terreno a las derechas. Pero no
deberíamos caer en la melancolía.
¿Qué
podemos hacer? Existe una profusa tradición de lucha en las universidades
españolas. Recientemente, el estudiantado ha marcado el camino con las
acampadas por Palestina. El profesorado universitario debe recoger el testigo y
liderar, junto al PTGAS y el estudiantado, la creación de un movimiento
político plural, sin siglas partidistas, de defensa de la universidad pública y
de los principios democráticos. ¿Por qué no una plataforma o colectivo para poner
en valor la universidad pública en cada institución universitaria española?
Necesitamos de forma perentoria politizar la universidad en un sentido
democratizador y ofrecer una respuesta cívica para combatir la ola reaccionaria
y privatizadora. Es ahora.
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