MUFACE Y LA PRIVATIZACIÓN DE
LA SANIDAD
DIARIO RED
No puede ser que estemos destinando cantidades ingentes de recursos públicos a un esquema que perpetúa dos clases de pacientes al tiempo que llena los bolsillos de los oligarcas de la sanidad privada Matías Chiofalo / Europa Press
Desde el punto de vista político y ético, resulta de primeras muy poco coherente que se ofrezca a más de 2 millones de trabajadores del sector público la posibilidad de recibir atención sanitaria privada (sufragada con dinero público) mientras el resto de los ciudadanos y ciudadanas —la mayoría de los cuales trabaja en el sector privado— es atendido en la red pública. Porque eso es justo lo que es el modelo Muface (y sus análogos, más pequeños, Mugeju e Isfas, para el personal de la administración de justicia y los militares): entregar miles de millones de euros de dinero público a un grupo de aseguradoras privadas, entre las que destacan Segurcaixa Adeslas con el 50% de los asegurados, Asisa con el 35% y DKV con el 14%, para que éstas proporcionen servicios sanitarios a los funcionarios que así lo deseen, mayoritariamente a través de las instalaciones del grupo alemán Fresenius, con sus dos divisiones: la de hospitales Quirón Salud (Fresenius Helios) y la de hemodiálisis (Fresenius Medical Care).
La cuestión ha vuelto a saltar a primer
plano de la actualidad con motivo de la renovación del concierto con las
aseguradoras que vencía a finales de este año. En las últimas semanas, el
sector ha planteado una batalla mediática abierta contra el Gobierno, exigiendo
un aumento de la retribución del 40% y amenazando con retirarse y provocar el
caos en el sistema público si dicho aumento no se producía. Por su parte, el
Gobierno ha pasado de plantear un aumento del 14% en dos años a un aumento del
17% en el mismo periodo. Ahora son las aseguradoras las que tienen que decidir
si aceptan esas condiciones o llevan a cabo su amenaza. Teniendo en cuenta que
estamos hablando de un negocio de más de 1300 millones de euros al año, lo más
probable es que ocurra lo primero y quede claro que la amenaza era simplemente
una burda estrategia de negociación.
La decisión del Consejo de Ministros es
la que es y supone un avance en la privatización del sistema sanitario para
mayor lucro de las grandes corporaciones del sector, así como un blindaje de la
inequidad del sistema, toda vez que se mantiene una asistencia de dos
categorías con prestaciones y coberturas diferentes
En cualquier caso, la decisión del
Consejo de Ministros es la que es y supone un avance en la privatización del
sistema sanitario para mayor lucro de las grandes corporaciones del sector, así
como un blindaje de la inequidad del sistema, toda vez que se mantiene una
asistencia de dos categorías con prestaciones y coberturas diferentes. No
olvidemos que los asegurados de Muface pueden disfrutar de servicios
adicionales como por ejemplo 20 sesiones de psicoterapia por año, 6 sesiones de
podología o ingresos hospitalarios con habitación individual, con baño o ducha
y cama de acompañante. Mientras la inmensa mayoría de la población no puede
disfrutar de esas ventajas, una minoría de asegurados sí lo hace; todo a cargo
de los presupuestos públicos y todo pagado por la misma caja que se nutre de
los impuestos del conjunto de la ciudadanía sin que ahí existan distinciones.
A pesar de que la ministra de Sanidad,
Mónica García (Sumar-Más Madrid), ha calificado a Muface como un
"subsistema anacrónico", también ha zanjado el asunto en una reciente
entrevista radiofónica diciendo que "no está encima de la mesa" eliminar
el modelo. Así las cosas, el PSOE ha podido imponer en este caso su programa
—idéntico en esta materia al del PP— sin que ni siquiera haya habido oposición
por parte de su socio de gobierno. Por su parte, desde Podemos, ya han
presentado en varias ocasiones iniciativas parlamentarias para activar la
eliminación paulatina de Muface, por ejemplo, mediante la adscripción
automática de los nuevos funcionarios al sistema público al tiempo que se
mantiene la cobertura de Muface para las personas que ya la tienen (de forma
que la distinción vaya desapareciendo con el paso del tiempo).
No hay ninguna justificación ni política
ni económica para seguir manteniendo la cobertura privada a través de Muface.
No puede ser que estemos destinando cantidades ingentes de recursos públicos a
un esquema que perpetúa dos clases de pacientes al tiempo que llena los
bolsillos de los oligarcas de la sanidad privada
Lo cierto es que, más allá de las
posiciones de cada uno, no hay ninguna justificación ni política ni económica
para seguir manteniendo la cobertura privada a través de Muface. No puede ser
que estemos destinando cantidades ingentes de recursos públicos a un esquema
que perpetúa dos clases de pacientes al tiempo que llena los bolsillos de los
oligarcas de la sanidad privada. Por un lado, es evidente que, tanto las
aseguradoras —Adeslas, Asisa, DKV, etc.— como los prestadores finales del
servicio —sobre todo el grupo Quirón— no son hermanitas de la caridad y, por lo
tanto, se están llevando un beneficio industrial que luego les permita repartir
dividendos en sus propietarios y pagar los abultados salarios de sus
ejecutivos; dos gastos improductivos adicionales que no existen en el sistema
público de gestión directa. Por otro lado, es bien conocida la práctica que
lleva a cabo Muface respecto de la "selección de riesgos". Otra forma
de ahorrar dinero para maximizar los beneficios empresariales pasa por la no
prestación de aquellos servicios que son más caros, como las enfermedades más
graves, las enfermedades crónicas o la asistencia en el medio rural. Para todo
ello, los asegurados mediante el sistema privado son derivados al sistema
público. En pocas palabras, Muface se ocupa de cubrir las dolencias más baratas
y hacerlo en aquella parte del territorio donde cuesta menos dinero. Para la
cobertura más costosa, deriva a la sanidad pública.
Puede resultar entendible que el
colectivo de funcionarios tenga reticencias a la hora de dejar de utilizar un
sistema dual que les permite acceder más rápidamente al especialista o tener
una mejor habitación en un hospital, al tiempo que les garantiza la mejor
sanidad pública si tienen un cáncer. El problema de este razonamiento es que
ese modelo conlleva un deterioro de la sanidad de todos y de todas. Si hubiera
un gobierno valiente o si las aseguradoras cumpliesen la amenaza lanzada en las
últimas semanas —dos hipótesis que, en estos momentos, son inverosímiles—,
todos los recursos públicos que ahora se están dilapidando en el modelo Muface
podrían servir para reforzar el sistema público y así aumentar su calidad
asistencial para el conjunto de la población en general, y también para los
funcionarios en particular. Esto es lo que debería defender cualquier persona
de izquierdas o, simplemente, cualquier persona que defienda la igualdad de
todos y de todas ante los servicios públicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario