FEIJÓO SE OPERA EN 'CLÍNICAS AYUSO'
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez
Feijóo, atiende a los medios durante la segunda jornada de la III edición del
Foro Metafuturo, en el Ateneo de Madrid. Europa Press
En el PP empiezan a preguntarse si reemplazar a Casado por Feijóo no fue un error de casting. Se cargaron al candidato más guapo -tal vez el único capaz de medirse con Sánchez en su propio terreno- sólo porque cometió el error de preguntar por qué el hermano de Ayuso se había forrado a base de trapichear con mascarillas en plena pandemia. No es que a Casado le interesase mayormente limpiar el patio de porquería, qué va, pero vio una oportunidad para deshacerse de su gran rival sin comprender que en el PP la porquería es una forma de vida. Ayuso lo extirpó del partido sin pestañear, junto al campeón nacional en lanzamiento de aceitunas, al tiempo que aprovechaba para incluir en el reparto de prebendas al padre, a la madre, a un ex novio, al novio, y no incluyó al perro Pecas porque el pobre ya estaba difunto.
Puesto
que la oposición a base de Venezuela, de Txapote, de rosarios en Ferraz
y de llamar cobarde, etarra, bolivariano, traidor y "Perro Sanxe" al
presidente no acaba de funcionar todo lo bien que debiera, los fontaneros de
Génova han decidido atajar el problema de raíz. Para ello, Feijóo se ha
sometido a un cambio de imagen radical: lo han peinado con más volumen, para
dar la impresión de que hay más ideas dentro; le han colocado un pequeño tupé,
para que pueda esconderse cuando llueva; y han aprovechado su paso por una
clínica ocular, tras un desprendimiento de retina y una operación de cataratas,
para extirparle las gafas.
En
definitiva, la remodelación ha sido todo un éxito, al estilo de aquella tía
solterona de la que Gila contaba que un día fue a hacerse la cirugía estética
y, como andaba mal de dinero, en vez de quitarse quince años, se quitó
únicamente dos semanas. Por lo que se ve, Feijóo tampoco debía ir muy sobrado
de presupuesto, porque le han dejado la cara de la legislatura pasada. Por lo
demás, el interior sigue más o menos igual, y cuando habla, suelta las mismas
tonterías de siempre, por ejemplo, una de las últimas es su ataque contra los
jóvenes que optan a funcionarios públicos, sin reparar en que él lleva más de
cuatro decenios chupando de la teta estatal. Lo dijo en un evento de Atresmedia
denominado Metafuturo, donde, en cuanto Feijóo se subió a la tribuna, se
convirtió en un festival del humor presidido por un tipo confeccionado en
pretérito perfecto.
Puede
que quitarle las gafas haya sido buena idea, porque las gafas le daban un toque
intelectual, algo que en el PP suele ser veneno para la taquilla, salvo en el
caso de Mariano, quien, gracias a ellas y a su gracejo particular,
conseguía que pareciera un disfraz, un presidente comprado en una tienda de
artículos de broma. Ahora, sin sus gafas, Feijóo es menos Feijóo que antes,
tiene aspecto de huérfano desvalido y así quizá consiga pasar todavía más
desapercibido ante una Ayuso que no le hace ni puto caso ni le presta la menor
atención.
En
efecto, después de pasarse por el forro las recomendación de su jefe de filas
para que acudiera a la reunión institucional con Pedro Sánchez este viernes,
Ayuso ha demostrado que Madrid es un reino aparte. Por su parte, Feijóo decidió
primero callarse, acentuando su aspecto de estrella del cine mudo, y luego
aceptar resignado la cornada como otra señal de que su liderazgo tiene los días
contados. Más que una cirugía estética, necesitaría una intervención ética a
fondo, aunque difícilmente iban a arrancarle el yate de Marcial Dorado y la
crema del narcotráfico, dos manchas que son más bien dos huellas dactilares.
Mientras tanto, Ayuso sigue afilando el bisturí para extirparlo a nivel
nacional.
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