SE ARMÓ EL PESEBRE
En el fondo os diré que me alegro de haber pregonado a los cuatro vientos el lugar y la fecha del cumple de mi jefe
Quise
boicotear el cumple de mi jefe y lo conseguí. Aproveché una entrevista con mi
amigo Rufián para colar la fecha y el lugar de celebración del dichoso
cumpleaños (o santo, como diría mi abuela). Lo camuflé como conversación
informal sobre las hechuras de Iglesias Turrión pero logré subir a redes la
info necesaria para liarla el pasado viernes en la Taberna Garibaldi.
Fue tanta gente que el ex vicepresidente tuvo que limitar sus movimientos a la zona residual de la taberna, esa que tiene forma de fondo de saco. Parecía el rincón final de la cueva de Altamira donde no iban ni las polillas. Aunque realmente a mi (y a mucha gente) nos recordaba a un pesebre, al pesebre. Venite adoremus. La gente venía a adorar al líder regalo en mano, regalo en bolsa de papel. Todo por mi culpa. Invité a tanta gente que eso parecía L.A en hora punta, sin fentanilo eso sí.
El
primero en llegar fue el ministro Urtasun. Su ofrenda fue un single en vinilo
de la canción “Un gran hombre” de Víctor Manuel (dedicada al genocida Franco).
Ernest se fundió en un abrazo con Pablo y se rieron con la ocurrencia. Los dos
sabían que el mejor ministro de Cultura habría sido Juan Carlos Mestre y que
Víctor Manuel es un poco sieso pero lo importante era acercar posturas. En un
país donde no hay campaña electoral donde se hable de cultura, en un país donde
la cultura está relegada al fondo del cubo de la basura (la de orgánicos) es un
milagro que exista gente como David Torres. Ahí lo dejo.
Más tarde
llegó Manuela Carmena. No pude detectar si traía alguna ofrenda, pero me
confirman que preguntó por los tacos al pastor de la taberna. Alguien le dijo
que son los mismos que solía pedir Margarita Robles en Chiapas y Carmena se
pidió dos tacos, feliz. —Perdone alcaldesa, pero vienen de tres en tres, le
dijo Azul, la camarera saharaui. Manuela explicó con todo lujo de detalles cómo
acabó con la deuda de Madrid y que para ello tuvo que hacer concesiones como la
de tomar dos tacos en vez de tres. De magdalenas no dijo nada. De la serie
“Abogadas” despotricó. —Parece que la hubiera dirigido Pablo Iglesias o Jesús
Montero.
Echenique
fue el tercero en llegar. Torció el morro porque la rampa no aparecía. Estaba
debajo de unas cajas de Coca Coca. Boicot a Coca Cola, boicot a Pepsi, boicot a
Israel. Eche traía bajo su avión un regalo muy bien envuelto. Traía embalsamado
el brazo incorrupto de la no niñera de Pablo e Irene. Pablo abrió el paquete y
estrechó la mano de la niñera. Lawfare is in the air, cantó, y siguió
departiendo con la embajadora de EE.UU. Ah, no os lo había dicho… vino la
embajadora con un mensaje de Comala Harris: —Querido Pablo te regalo en
noviembre el condado de Maricopa, vamos a ganar te espero en mi inauguración o
en el asalto al Capitolio o en el bombardeo de Aleppo.
El
pesebre estaba de bote en vote. Yo tengo un gozo en el alma, grande. Alabaré a
mi señor, que es el tuyo. Félix Bolaños traía su regalo abierto, sin cortarse
un pelo. —Es un traje de Emidio Tucci, tengo un huevo de ellos, no me los
pongo. Detrás de él venía el también ministro Bustinduy (Bustin para los
amigos) con un montón de polos de la marca 198. —Porque fuimos somos. Pablo se
puso uno por encima y se dio cuenta de que le quedaba por encima del ombligo.
Yo le escuché un: —Me estoy poniendo fondón.
Errejón
dudó de si entrar o no a este “tugurio” pero quería demostrar que por encima de
la adoración están los principios y que llegar al pesebre ya era un reto
personal. Se lo había puesto Mónica Garcia como deberes: —Tú vas le regalas la
cápsula de cianuro y le dices que el que no sobreviva a la ingesta de la
cápsula no se presenta a las próximas elecciones (obvio). Errejón no tenía
claro quién tenía que tomarse la pastilla de cianuro. —Tío, os las tomáis los
dos, pero como en Breaking Bad a ti te llevamos a Quirón y te salvamos la vida.
Que no te enteras.
Errejón
no estaba muy convencido de la jugada, pero fue adelante con el plan, aunque
fuera burdo (chiste fácil). Cuando llegó a la altura de Pablo alguien se
interpuso en su camino: Tirso. El ladrido fue tan terrible que las dos cápsulas
cayeron por el suelo mientras Carlos Sánchez Mato las pateaba sin querer, a la
vez, dirección a la cocina. Un testigo que pasaba por allí jura y perjura que
Boti las cogió con la mano y las lanzó por el inodoro. Otro testigo asegura que
Errejón realmente tiró las cápsulas al suelo y se fundió en un abrazo con
Iglesias. Hay gente que confiesa que Urtasun se comió una de las cápsulas o que
la mordió no sin antes decir: —Yo no me veo en Cultura, me equivoqué, no
volverá a ocurrir. No sé, el caso es que no murió nadie, ni siquiera Jesús, ni
el de verdad ni el del Gran Lebowski.
En este
pesebre Tirso (el perro de Pablo, no confundir con Rumba, el perro de Irene)
hacía del cordero, solo que en este caso se quería subir a la cuna del adorado
para ponerse cómodo porque la noche prometía. Cuando apareció Yolanda se puso a
ladrar, pero por suerte era otra Yolanda. Los regalos caían como llovidos del
cielo. Qué vas a esperar de una taberna donde los empleados y empleadas se
llaman: Ícaro, Aurora y Azul.
De Madrid
al infierno. De Vallecas al cielo. De Podemos no vino nadie salvo Alberto
Rodríguez. Vino subido en un drago, un árbol, no es Targaryen tampoco es Iván
Drago. Venía con un mono de la refinería de regalo. Estaba impecable, aunque él
decía que estaba usado. Iglesias no entendía nada. Tirso mugía cual vaca en el
pesebre. El encargado de la taberna… de nombre Ávila y de apellido Ávila
controlaba el aforo de manera despiadada. Tuvo un pequeño rifirrafe con Pablo
Casado, al que confundió con Suárez Illana.
Casado
traía bajo el brazo un pan, un pan gallego con un disco duro dentro. —Pablo
aquí tienes todas las pruebas que demuestran que a mí me echaron del partido
por el hermanísimo. Pablo, el otro, cogió el conjunto de folios y los tiró
hacia atrás, como si fuera una copa de vodka en una boda rusa. —Pelillos a la
mar, Isabel nació el mismo día que yo y se merece todos mis respetos. No
podemos vivir instalados en el rencor. Tirso, le marcó el tobillo con un
mordisco. El embajador de Chile traía un flan de mascarpone que había cocinado
el mismísimo Boric. Pablo no sabía si comérselo o mandarlo de vuelta en un
vuelo regular de Lan Chile. Al final optó por no hincarle el diente. —No soy de
dulce. No dijo —No soy de Boric. ¿O sí? Nunca lo sabremos porque alrededor del pesebre
no se escuchaba nada. Aforo completo, aforo por encima de nuestras
posibilidades. ¡Viva Chile carajo! Alguien recomendó el libro El club de los
mentirosos. Parece una oda al programa Conspiranoicos.
El
periodista Carlos Cue (kiú en inglés) trajo un ejemplar con el primer artículo
de Antonio Caño como corresponsal en Washington D.C. Esto más que una ofrenda
era una afrenta. Esther Palomera intervino para que el agua no llegara al río.
—Te doy 59 segundos para que dejes a Pablo tranquilo, este hombre no da abasto…
las clases en la universidad, el puto canal, el diario, la taberna, los niños,
el perro, la funeraria. No vinieron más periodistas. Bueno vinieron
comunicadoras que se las dan de periodistas, pero ese es otro cantar. Tanto
intrusismo laboral no nos permite reparar en cada caso. Es una epidemia. Pero
no pasa nada, siempre nos quedará la calle. Nadie quiere pisar la calle. La
calle es nuestra, la callada por respuesta.
Celia
Villalobos apareció con un mechón de Rita Barberá y un frasco con el botox de
Zaplana. —Elige, trick o treat querido, le dijo a Iglesias. El director de
Canal Red dijo preferir la escopeta de Blesa (no sé para qué fines). Un tipo en
un pesebre con una escopeta. Tarantino calienta que sales. Faltaba María Jesús
Montero (la presidenta que pudo ser) y por fin llegó, con su novio podemita.
—Hola miarma, te traemos un ERE para tu empresa, de eso sabemos mucho. De
repente se echó a llorar en el hombro de Iglesias, el pesebre se desmoronaba.
—Yo podía haber sido presidenta, esos cinco putos días fui presidenta in
pectore. Yo te hubiera dado bola coletas, te hubiera dado una dirección
general. La DGT yo qué sé, algo.
Había una
consigna en la puerta para que no entrara nadie de Sumar pero Ramón Espinar se
coló. Alguien dijo que no era de Sumar, que de hecho no era nadie y no se le
puede negar la entrada a nadie. Cuando Espinar me vio dijo entre dientes
“menudo gilipollas”. Dientes, dientes, que es lo que les disgusta. Susurró algo
de “anticapi” al pasar por delante mía y yo le aclaré: —Columna Durruti, un
respeto, chaval. Espinar traía una tarjeta black de regalo, pero alguien de
seguridad no permitió que el don nadie se acercara al pesebre. —No se dice
Black, se dice racializada, gritó una chica que pasaba por allí con gafas que
no estaban ni graduadas.
Hubo
gente que juró por Gramsci haber visto a Monedero comiéndose una provoleta
(marca Fiorilli) subido a un taburete. Hubo gente que le vio saliendo del bar
de la mano de Iglesias diciendo: —Vamos a buscar a Teresa Rodríguez y empezamos
todo de nuevo. Hay gente que vio a Monedero metiéndole ficha a Koldo. Ah,
tampoco os dije que estaba Koldo. Tirso no dejó que se acercara al pesebre,
porque junto al pesebre estaba José Luis Ábalos convenciendo a Chus Montero de
que es inocente. —Las maletas de Delcy no llevaban el oro de Moscú ni de
Valdemarín, eran lingotes de chocolate. Te lo juro por el Peugeot 407 del 1.
Puede que
viniera Manu Tenorio a dar por saco, pero quien sí apareció fue el hijo de
Ángel Cristo. Lo del pesebre le encantó, obviamente. Ángel Junior confesó que
la persona que hizo las fotos de la paella entre su madre y el emérito había
sido Marta Lois. —No le podemos echar la culpa de todo a Marta Lois, no es Yoko
Ono, dijo Eli Duval. Ah, no os había dicho que Eli vino a pedir perdón por
equivocarse de partido en la defensa de los derechos trans. —Me dejé llevar, no
volverá a suceder. Parecía como si hubiera matado a un elefante en Bostwana
pero igual estaba acabando con una víbora, vaya usted a saber.
En el
fondo os diré que me alegro de haber pregonado a los cuatro vientos el lugar y
la fecha del cumple de mi jefe. Estas son las mañanitas del Rey David si no le
gustan tengo otras. Vimos pasar a tanta gente por el besamanos, besapies,
besatodo, que uno ya no sabe qué cargo detenta a día de hoy Pablo Iglesias.
Dicen que está en una nube y que no baja de ahí. De repente se cree James Dean
o Juan Diego Botto. Ahora resulta que quiere ser actor. Como si no lo hubiera
sido ya. Vivir en un consejo de ministros paralelo da para varios Óscares.
Aguantar en casa mientras tiran ratas a tus hijos sin coger un lanzallamas
merece varios Golden Globe.
Os podría
decir que ese viernes de octubre vino también Borja Semper y recitó un poema de
Esteban Pons. Os podría decir que vino Borja Semper y se comió la boca con
Carolina Bescansa. Os podría decir que vino el Señor X y confesó su implicación
(y la de su partido) en el 23-F. Os podría decir que vino Mikel Zabalza a tomar
un zurito y contó sin reparos todo lo que pasó en Intxaurrondo, con pelos y
señales, pelos como escarpias. Os podría contar que a la taberna Garibaldi ese
viernes entró una niña gazatí sin piernas y sin brazos y pidió una litrona de
paz y comprensión a partes iguales. Y también os podría contar que en ese
pesebre había más paja del ojo ajeno que viga de nuestra propia cosecha. En el
Garibaldi esa noche se vio bailar a Irene Montero con Olga Rodríguez y a
Nativel Preciado con una bisnieta de José Antonio. Gemma Nierga tiró sus gafas
de Señora Doubtfire al suelo y las pisó como una comisión judicial pisa los
derechos de una señora de 80 años que acaba de ser desahuciada de su casa de
toda la vida. En el Garibaldi esa noche pasaron cosas. Puede que fuera la
última cena, puede que a alguien se lo llevaran al huerto, a la cruz y puede
que a alguien le dijeran: preocúpate del día en el que nadie quiera salir en la
foto contigo, venite adoremus querido.
No se
armó el Belén (Guerra), se armó el rosario de la Aurora, el campamento de
refugiados Azul, el vuelo de reconocimiento de Ícaro. Fue la carta de San Pablo
a los Corintios. ¡Qué pesados los corintios! Si algún día tengo un bar tendré
derecho de admisión y tendré en la puerta a Jeremy Corbyn preguntándole a la
gente el santo y seña: —¿Qué ha hecho hoy el Arsenal? —Perder 2-0 contra el
Bournemouth.
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