LA MAYORÍA DEL DERECHO A DECIDIR
Historia de Javier Arteta
"Un poco de ruido siempre viene
bien para tapar lo que es más importante para el país y la sociedad vasca, en
beneficio de lo que interesa a quienes tratan de hacer un país a su
medida"
El 'derecho a decidir' de los vascos
(léase autodeterminación) vuelve a instalarse en nuestra vida política,
reclamando su hueco entre los derechos reales demandados prioritariamente por
la ciudadanía de Euskadi. El nacionalismo al completo ha decidido sacarlo
sorpresivamente del baúl de los malos recuerdos vividos por este país a lo
largo de tantos años. Sin reparar en que a esta reivindicación hace algún
tiempo tiempo que se le pasó el arroz.
Hasta que, visto el resultado electoral, a EH Bildu y sus dirigentes les faltó tiempo para dejar claro que lo prioritario no era preocuparse por esos derechos sociales de los vascos sino por otro derecho previo y tan esencial, que los ciudadanos de Euskadi no saben muy bien cómo llevar al plato. El derecho a decidir, por supuesto. Que es, ha dicho Otegi, lo que “pensamos, soñamos, anhelamos y queremos”: el “respeto y reconocimiento a la nación vasca”. Pero no cualquier nación vasca (la defendida en el Estatuto de Autonomía, por ejemplo), sino la que sirvió como pretexto para décadas de violencia terrorista como la que la sociedad vasca se vio obligada a soportar durante décadas.
De acuerdo con los sueños nacionales de
Otegi y Otxandiano, habría que activar ahora un pacto de Lizarra bis, más o
menos disimulado, aprovechando la mayoría nacionalista que la autodenominada
izquierda abertzale puede formar con el PNV en la Cámara Vasca. Una cuestión
realmente problemática, porque activar esa mayoría, inexistente a efectos de
eficacia política, equivaldría a desactivar la mayoría política real, que es la
que conforma el actual Gobierno vasco de coalición del PSE-EE y PNV. Un
Gobierno basado en un conjunto de acuerdos entre los que el derecho a decidir
ni está ni se le espera. De ahí que esa famosa mayoría de la que no dejan de hablar
Otxandiano y Otegi no haya pasado de conformar una unión de fuerzas de EH Bildu
y PNV para una testimonial reivindicación ideológica en las Juntas Generales de
los territorios vascos.
No parece, pues, un éxito político excesivamente relevante, por
mucho que el PNV, fiel a sus tradiciones, siga recordándonos machaconamente su
ideario, que es el suyo, pero no el de “los vascos”.
Tampoco le viene mal airearlo de vez en cuando, para que no se
le oxide y dar, así, bazas a su más directa competencia electoral. Y para que,
de rebote, siga fortaleciéndose, en clave exclusivamente nacionalista, un
bipartidismo que, si en el resto de España es rechazable, en Euskadi es
perfectamente asumible si se practica entre “los de casa”, que siempre se
conocerán mejor y hasta acaban, unos y otros, cogiéndose las vueltas, con el
reparto de votos consiguiente. Y, además, ¡para qué nos vamos a engañar!,
activar de vez en cuando el debate nacional (¡con lo que vende todavía en los
ámbitos mediáticos!) siempre contribuirá a descongestionar los debates
sociales, que empiezan a copar peligrosamente nuestra vida política.
Un poco de ruido siempre viene bien para tapar lo que es más
importante para el país y la sociedad vasca, en beneficio de lo que interesa a
quienes tratan de hacer un país a su medida. La experiencia de muchos años ya
nos advierte de que insistir machaconamente en la reivindicación nacional
implica siempre quitar protagonismo a la reivindicación social y a las
urgencias cotidianas más tangibles de la ciudadanía. Ocurrió en el pasado y
puede ocurrir también en el presente.
De hecho, quizá esté volviendo a ocurrir desde que la
reivindicación del “nuevo estatus” por parte del lehendakari Pradales repoblara
la actualidad de la política vasca de viejos ensueños que aparecían cada vez
más difusos.
Es verdad que, hoy por hoy, la Euskadi social tiene mayor
presencia que la Euskadi identitaria. Es verdad que ahora mismo la ciudadanía
vasca está bastante más interesada en mejorar la sanidad o en poner límites a
las subidas abusivas de precios en el alquiler de las viviendas, que a saber si
Euskadi y España pueden relacionarse de tú a tú, de nación a nación, para que
el poder nacionalista consiga hacer de su capa veinte sayos. Pero no hay que
olvidar ese 'raca-raca' esencialista de fondo que tanto ha contribuido a
desfigurar la realidad vasca y que nunca se ha marchado. Y, además, se empeña
en volver; y lo hace como motivo de confrontación entre las dos principales
fuerzas políticas de este país. Las que configuran nuestro peculiar
bipartidismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario