LA VERGÜENZA
ROSARIO VALCÁRCEL
En casa de un labrador
vivían Blas y Lorenza:
se profesaban amor
amor:
pero él tenía
vergüenza
y éllal tenía rubor.
A la aurora en el
corral
Se encontraron en
camisa.
El encuentro fue
casual:
cubrióse ella a toda
prisa
La cosa con el pañal.
Turbado Blas desde
luego
Se remanga el camisón,
y de vergüenza hecho
un fuego
tápase con el faldón
Y como ella queda
ciego.
Al huir tropieza Blas
Con la cuitada Lorenza
y…¡válgate Barrabás!
Yo también tengo
vergüenza
no me atrevo a contar
más (Samaniego)
La vergüenza se produce, a veces, por reparo o inseguridad o
cuando sientes expuestas determinadas partes de tu cuerpo, o ante ciertos
hechos en particular como cuando vivimos
momentos de juegos eróticos especiales o intentamos realizar una posición
sexual a la que no estamos acostumbrados. “No hay nada donde la vergüenza sea
más dominante que en el sexo”, dice la sexóloga Anita Clayton, afirmando que
todos en algún instante nos hemos avergonzado de nuestras pasiones o de lo que
envuelve la sexualidad en sí.
“Nos han enseñado a negar el sexo que llevamos entre las
piernas, a despreciar el extravagante placer que nos ofrece, a llevar registro
cuidadoso de sus efusiones y a perfumarlo con sumisión de aroma floral”, dice
la también escritora en su libro “Satisfacción”. Tal cual. Rechazamos cada cosa
que tenga que ver con nuestro sexo.
Quizás la introversión sea la culpable, porque ella, algunas
veces, se encarga de enviarnos una señal pudorosa, y eso hace que no nos
atrevamos a hacer todo lo que nos gusta hacer. Esta emoción surge en especial
ante personas desconocidas pero también puede surgir con la persona que
convives todos los días y que
conoces intensamente, pero en ciertos
aspectos de la intimidad no puedes dejar de sentir vergüenza.
En los hombres la vergüenza suele aparecer en su rendimiento
sexual, en los momentos en que no ha logrado una erección rápido o un control
eyaculatorio.
Eso nos limita la expresión sexual y nos lleva a estar
pendientes a detalles sin importancia, a sentirnos aterrados. Por eso debemos
abrir nuestras emociones, amar nuestro cuerpo y potenciarlo. Debemos aprender a
conocernos. A liberarnos, a hablarlo con tu pareja y a olvidar creencias
erróneas para así encontrar juntos una salida a nuestros miedos. Aprender a que
nadie nos imponga su música.
Lo que está claro es que en el ámbito de las relaciones de
pareja la vergüenza limita la expresión sexual, y hace que estemos más
pendientes de los detalles antes mencionados que de disfrutar plenamente. Por
eso debemos combatirla para recuperar la espontaneidad y la complicidad, el
gozo.
Facebook/rosariovalcárcel/escritora
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