¿ CUÁNTOS BUITRES ACOSAN
A LA ARGENTINA ?
CLAUDIO KATZ *
Argentina afronta nuevamente un chantaje financiero, pero esta
vez la extorsión no tiene precedentes. Los especuladores que compraron bonos
por 48 millones de dólares lograron en Nueva York una sentencia de cobro por
1500 millones.
Este fraude retrata cómo funciona el capitalismo actual. Al
pueblo argentino le quieren imponer la misma confiscación que padecen los
pequeños deudores norteamericanos, los desalojados de viviendas de España y los
empobrecidos de Grecia.
Cuando se convoca a reforzar la integración internacional a este
sistema se empuja al país a nuevos padecimientos. Los buitres se disponen a
repetir el mismo despojo que ya realizaron en otros lugares como Perú.
COMPLICES Y AUSENCIAS
En esta crisis ha salido a flote como opera la justicia
estadounidense que muchos elogian como un ejemplo de independencia. No sólo
Griessa, sino todos los magistrados que confirmaron el fallo demostraron su
dependencia de Wall Street. Con este tipo de sentencias protegen a los
especialistas en estafas de alto riesgo y a los evasores de los paraísos
fiscales.
Como estos especuladores colocan periódicamente al sistema
financiero al borde del abismo, también chocan con los gobiernos y organismos
que pretenden regular su actividad. Por esta razón el propio FMI está
descontento con un dictamen que afecta los ajustes que monitorea, para
refinanciar las deudas de los países europeos colapsados por el socorro
concedido a los bancos. La sentencia socava su proyecto de ordenar la quiebra
de los estados mediante normas de negociación mayoritaria con los acreedores.
Pero estos conflictos en los pasillos del poder no atenúan la
expropiación de Argentina. Desde el inicio de la crisis global (2008) se
discutieron incontables propuestas para limitar las aventuras financieras y no
se aplicó ninguna. En este escenario de impunidad para la usura ningún poderoso
va a impedir la ejecución de un fallo contra un país latinoamericano.
No hay que ilusionarse con los formalismos diplomáticos. El
maltrato contra un deudor incomodo como Argentina es plenamente compartido por
Obama. El presidente del imperio exige sometimiento a Griessa y a su cobro de
tributos.
Es cierto que el país ha recibido muchas declaraciones de
solidaridad, desde el G 77 más China hasta la UNCTAD. Pero son mensajes
cordiales sin efectos prácticos. Ningún escrito altisonante neutralizará el
pago forzoso que se le impone a la Argentina. Esta falta de acompañamiento es
más grave en Sudamérica. ¿Dónde están las Cumbres de Presidentes para afrontar
situaciones de emergencia? ¿Qué medidas preparan UNASUR o CELAC para responder
a esta bofetada contra toda la región?
Hasta el momento tampoco aparecieron propuestas de
intermediación de Brasil o iniciativas conjuntas para cambiar las
jurisdicciones de litigio con los bonistas. Tampoco se habla de reactivar el
fondo latinoamericano de estabilización de reservas, frente a un peligro de
default. Esta ausencia de la región probablemente obedece al propio mareo que
exhibe el gobierno ante lo que está ocurriendo.
DESCONCIERTO FRENTE A LA HIPOTECA
El oficialismo confiaba en un gesto de la Corte estadounidense
para posponer el conflicto. Esperaba un reconocimiento por el giro ortodoxo que
inició a principio año con la devaluación. Se aceptó la demanda de cinco
empresas litigantes en el CIADI, se desembolsó la indemnización pedida por
REPSOL y se pagaron en tiempo récord las viejas deudas con el Club de Paris.
Pero ninguna de estas medidas disuadió a los protectores de los buitres. Al
contrario, al observar disposición de pago reforzaron sus presiones de cobro.
Cristina no tenía previsto el fallo adverso. Apostó con la
miopía a un escenario opuesto, sin ningún plan para afrontar el dilema actual.
Por esta razón improvisa respuestas. Un día denuncia la extorsión de los
buitres y al otro sugiere el desembolso integro del dinero.
El gobierno ha quedado atrapado en el peor de los mundos. Si
resuelve abonar en las condiciones que estableció Griessa se arriesga a
ingresar en un pozo de demandas judiciales y erogaciones infinitas. Y si
amenaza sin ninguna convicción con maniobras para eludir el pago, afronta un
retorno al escenario de diciembre pasado con el dólar paralelo fuera de
control.
Al momento de escribir este artículo el gobierno no se atrevió a
cambiar el domicilio de pago, pero intentó cumplir con los viejos bonistas
soslayando la negociación que reclama Griessa. Los buitres exigieron el embargo
de esos fondos y el juez bloqueó la operación, confirmando que empujará al país
al default si no se aceptan las exigencias de los especuladores.
Hay un mes de plazo para cerrar las tratativas, pero lo más
probable (y coherente con viraje ortodoxo del gobierno) es un acuerdo oneroso.
Se ha creado un gran consenso entre el oficialismo y la oposición derechista
para aceptar esa salida. Sólo divergen en los detalles del convenio.
Algunos proponen abonar todo en efectivo y otros promueven
cancelar el grueso de la factura en bonos. Algunos alertan contra la
inconveniencia de hacer depósitos voluntarios y otros promueven esa vía.
Algunos miran bien las bravuconadas en la negociación y otros piden no irritar
al sultán Griessa. Pero todos ocultan los costos inmediatos del pago.
La deuda pública aumentará de inmediato si se repite la emisión
de bonos consumada para acordar con REPSOL. Lo mismo ocurrirá si se abonan las
comisiones y punitorios que obtuvo el Club de Paris. Pero lo más grave viene
después, ya que los 1300-1500 millones de dólares que se llevaran los primeros
buitres constituirán el anticipo de los 12.000-15000 millones, que exigirá la
segunda oleada de bonistas en litigio.
Se estima que la mitad de ese 7% de “hold outs” reúne a fondos
muy agresivos (“buitres de los buitres”), que harán demandas para obtener
rápidos fallos favorables en Nueva York. El otro grupo tendría localizadas sus
peticiones en Inglaterra, Alemania e Italia y una porción litigaría en el
CIADI. En ese tribunal del Banco Mundial, Argentina tiene acumuladas demandas
por unos 20.000 millones de dólares.
Pero lo más problemático fue explicitado por Cristina antes de
avenirse a ingresar en el abismo. Si en los próximos años algún juez de alguna
jurisdicción obliga a extender la mejora concedida a los buitres a los viejos
bonistas, la hipoteca podría llegar a cifras incuantificables. Ese contexto
situaría al país en un limbo jurídico, frente a las decisiones de cualquier
émulo de Griessa.
Esta perspectiva quedará particularmente abierta si los nuevos
bonos en discusión mantienen los tribunales extranjeros como sede de
controversias. En este caso se eternizaría el sometimiento financiero que
Argentina conoce muy bien desde la época de la Baring Brothers.
FANTASÍAS TRANQUILIZADORAS
El gobierno y la oposición derechista vislumbran igualmente un
futuro promisorio, luego de superar las turbulencias de la negociación actual.
Estiman que el país accederá a los beneficios de un gran reingreso al mercado
internacional. Afirman que “conseguiremos refinanciación barata”, para acceder
a muchos dólares con bajas tasas de interés.
Pero ese dorado escenario no sería tan inmediato, puesto que
todas las emisiones próximas están previstas con costos que duplican el
promedio mundial. Se tomarán créditos para cancelar préstamos, con el pálido
consuelo de un abaratamiento ulterior de esa intermediación.
Por ahora existen fuertes vencimientos con bajas reservas. Las
obligaciones suman 30.000 millones de dólares hasta fines del 2015, con divisas
actuales de resguardo por 27.000 millones. Esta fotografía ilustra un escenario
de tratativas al filo de la navaja.
Además, los créditos del futuro no vendrán gratis. Exigirán al
estado solvencia de repago, con la consiguiente contraparte de ajustes
fiscales. La famosa pregunta mediática (“¿cómo afectará esa situación a la vida
cotidiana de la gente?”) tiene una respuesta contundente: habrá recortes del
gasto para los trabajadores, los jubilados y los desempleados.
Es muy posible que ese reingreso al circuito de la
refinanciación incluya un retorno del FMI, que es el gran encargado
internacional de gestionar nuevos créditos para pagar deudas anteriores. Un
economista predilecto de Scioli (Blejer) ya declaró que la reconciliación con
el Fondo será el punto de partida de su plan económico.
El gobierno construye un puente hacia ese escenario, argumentando
que el país necesita crédito externo para obras de infraestructura. Pero omite
señalar que el grueso de la financiación en curso apunta a solventar gastos
corrientes. Especialmente las provincias (Buenos Aires en primer lugar)
utilizarán ese dinero para pagar sueldos.
Por otra parte, los préstamos de inversión priorizan la minería
y el petróleo. Solventarán a las empresas que dinamitan la Cordillera o a las
compañías que se aprestan a seguir el formato de los acuerdos secretos que YPF
firmó con Chevron. Tendrán un nuevo precio en boca de pozo, autorización para
girar dividendos y libertad para exportar a partir de cierto nivel de
extracción.
Muchos economistas neoliberales igualmente declaran que “la
deuda es baja y podemos endeudarnos”, olvidando que con ese mismo diagnóstico
gobernaron y crearon la montaña de pasivos que arruinó al país. Los
oficialistas describen el mismo contexto de desahogo financiero, afirmando que
constituye un mérito de la “política de des-endeudamiento”.
Pero la disminución del pasivo total de 130 % o 90% del PBI
(según el momento de comparación con el colapso del 2001) al 46% actual,
mantiene porcentajes históricos significativos de endeudamiento público. Es un
promedio semejante a los años 90, inferior a los momentos críticos de los 80 y
superior a la media de los 70.
El carácter problemático de la deuda argentina radica en la
capacidad de pago, más allá de la reducida proporción frente al PBI que
presenta en comparación a muchos países. El gobierno afirma que la solvencia ha
crecido con el cambio de composición de compromisos externos hacia obligaciones
internas.
El total de la deuda en moneda extranjera disminuyó de 94%
(2000) a 59% (2012). Y el grueso de ese pasivo local es intraestatal, puesto
que las obligaciones con organismos públicos pasaron en el mismo período del 6%
al 58%. Se destaca que esta estructura de pagos es manejable, ya que los
vencimientos se refinancian mediante simples decretos gubernamentales.
¿Pero qué quiere decir que la mitad de la deuda actual constituye
un compromiso del estado con sí mismo? Qué se ha construido una ficción
estadística para descargar los costos del pasivo sobre las mayorías populares.
Gran parte del endeudamiento inter-estatal es con Banco Central, que ha sido
convertido en una máquina de emisión con impacto inflacionario. El otro soporte
es el ANSES que aumenta su tenencia de bonos públicos, mientras pospone el pago
de sentencias por mala liquidación de haberes. Algunas estimaciones elevan ese
pasivo a 28.200 millones de dólares.
La deuda inter-estatal es actualmente solventada por los
jubilados que no cobran los atrasos de sus remuneraciones. En este terreno rige
una doble vara de respuestas gubernamentales a las sentencias judiciales. Lo
que ordena Griessa se negocia y las intimaciones de la Corte Suprema argentina
para normalizar la situación de los jubilados son ignoradas.
El trasfondo del problema es la total ineficacia de la política
oficial de des-endeudamiento. En la última década se pagaron unos 50.000
millones de dólares a los organismos internacionales y 80.000 millones a los
acreedores privados (otros cálculos elevan ese total a 173.000 millones).
Mientras el gobierno exhibía con orgullo su comportamiento de “pagador serial”,
las reservas se desplomaban y las salidas de capitales sumaron otros 80.000
millones.
Este proceso pasará a la historia como un ejemplo mayúsculo de
ceguera económica. Sólo competirá en ese terreno con la opción neoliberal de
retomar alegremente el endeudamiento, para “repetir lo que hacen nuestros vecinos”.
Una larga experiencia de la región indica que abrir las fronteras al libre
ingreso y salida de capitales otorga un pasaporte directo al temblor
financiero.
Sólo con el tiempo se podrá establecer, además, un real balance
del canje del 2005 que tanto enorgullece al gobierno. Si ese intercambio
inicial de títulos hubiera sido tan exitoso, no enfrentaríamos actualmente el
escenario de terror que han detonado un juez y sus buitres. El monto real de la
famosa quita deberá ser recalculado a la luz de todos los pagos adicionales que
se realizaron a través del cupón de crecimiento.
Los defensores del canje también olvidan que gran parte de los
bonos emitidos en esa operación incluyeron la aceptación de dirimir litigios en
Nueva York. Esta concesión fue justificada por la excepcionalidad del momento.
“No se podía hacer otra cosa a salida del colapso del 2001”. Pero se omite
mencionar que los títulos colocados en los últimos meses (por ejemplo con
REPSOL), también incorporan la misma aceptación de tribunales internacionales.
¿Tampoco ahora se pudo hacer otra cosa?
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Economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda).
Su página web es: www.lahaine.org/katz
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