DRONES, LOS SICARIOS ROBÓTICOS DEL PRESIDENTE BARACK OBAMA
ROBERTO MONTOYA
El máximo colaborador con que contó el ex espía Edward Snowden
para hacer conocer al mundo los programas de espionaje masivo de la NSA
(Agencia Nacional de Seguridad) estadounidense, ha sido desde el primer momento
Glenn Greenwald. Fue él, radicado por cuestiones de seguridad en Brasil, quien
pudo publicar en distintos medios de comunicación de influencia internacional
numerosos artículos basados en los valiosos documentos secretos filtrados. Al
estrenar el sitio web The Intercept, Greenwald publicó junto a otro experto en
temas de seguridad, Jeremy Scahill, un extenso informe sobre la colaboración de
la NSA con el programa de ejecuciones extrajudiciales con drones de la
Administración Obama, un aspecto hasta ese momento desconocido.
En ese trabajo se explica cómo la NSA ayuda con un programa
llamado Geo Cell tanto a la CIA como al JSOC, el Comando Conjunto de
Operaciones Especiales, a través de la interceptación de llamadas telefónicas y
localización exacta de teléfonos móviles. La información surgió del análisis de
los miles de documentos entregados por Snowden a Gleen Greenwald y fue
confirmada también por el ex piloto de drones Brandon Bryant, cuyo testimonio
está recogido en capítulos anteriores.
La NSA “geolocaliza” la tarjeta SIM del teléfono móvil del
sujeto buscado, lo que permite a la CIA y la JSOC aportar a los drones las
coordenadas necesarias para poder lanzar contra él un ataque con drones, sea de
día o de noche. Primero entra en operaciones el drone que sobrevuela la zona en
círculos para precisar al máximo la localización del objetivo. Habitualmente se
adosa al drone un dispositivo que actúa como una suerte de torre repetidora de
señal de móviles, a la cual se conecta sin saberlo el móvil del individuo
cuando éste quiere llamar o recibe una llamada. El drone afina con sus sensores
la ubicación, con un margen de error de unos diez metros de distancia.
Una vez que cuenta con todos esos datos, el piloto de drones,
desde miles de kilómetros de distancia, le da al avión no tripulado orden de
disparar sus misiles. En la terminología utilizada por las unidades dedicadas a
las ejecuciones de personas con drones se usan tres palabras claves en cada
operación: “Find”, el proceso de búsqueda de la señal emitida por un router,
una red wi fi o una tarjeta SIM; “Fix”, que es el momento, a veces muy corto,
en que se precisa el objetivo, se ultiman los detalles del ataque, y “Finish”,
cuando se lanzan los misiles y se completa la acción. Bryant, el ex piloto de
drones que trabajó a las órdenes del JSOC desde una base en EE.UU., explicaba
que muchas veces hay hasta 16 tarjetas SIM asociadas a una identidad en los
registros con los que cuentan, por lo que no hay total certeza de quién es la
persona que tiene en su poder el móvil en el momento en el que se lanza el
ataque.
En muchas ocasiones el móvil es prestado a un hijo, a la esposa
o a cualquier otro familiar, que resultan así asesinados por error. “Algunos
líderes talibán, conociendo el método de seguimiento que hace la NSA, tienen
por costumbre distribuir tarjetas SIM entre sus hombres para desorientar a sus
perseguidores y eludir el seguimiento”, sostienen Greenwald y Scahill en su
artículo. “Cuando asisten a una reunión, dejan sus tarjetas SIM fuera, en un
bolso, en cualquier lado, y cada uno agarra una tarjeta SIM cualquiera cuando
se van”, según el ex piloto de drones. “Esa es una de las formas con las cuales
ellos nos confunden.”
El piloto que con su ‘Joystick’ dispara un misil contra quien
porta el teléfono móvil con la tarjeta SIM rastreada confía en que sea el
individuo que busca eliminar, pero no puede tener certeza de ello, y, menos
aún, saber la identidad de las personas que están cerca de él y que también
serán alcanzadas por el impacto.
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