ISRAEL Y LA TÁCTICA DE
TIERRA ARRASADA
MIGUEL
ANGEL FERRER
Basta con ver
las imágenes y leer las informaciones de los estragos producidos por el
ejército israelí en el territorio palestino de Gaza para comprender que Tel
Aviv está poniendo en práctica una estrategia de tierra quemada o tierra
arrasada: destruir el hábitat del insurgente, del rebelde, del adversario y, en
este caso concreto, del combatiente anticolonialista.
Eso mismo,
aunque en el medio rural, hizo el ejército guatemalteco para acabar con la
guerrilla insurgente en vastas regiones del territorio chapín. Destrucción de
viviendas y de cosechas, fusilamientos en masa de pobladores civiles inermes,
asesinatos con fines ejemplarizantes, violación de mujeres y robo de niños,
desalojos violentos y en masa de centros de población. Y más o menos de igual
manera actuó el gobierno salvadoreño para combatir a la insurgencia en el
llamado Pulgarcito de América.
Y también eso
mismo hicieron gobierno y ejército estadounidenses en Vietnam. Pero a la
práctica usual de tierra arrasada por cuenta de soldados de a pie, Washington
sumó los bombardeos aéreos constantes, masivos, inmisericordes e interminables
contra las poblaciones, los campos y la infraestructura de Vietnam del Norte,
es decir, la parte no ocupada militarmente por Estados Unidos.
De igual modo
procedieron las tropas nazis en los territorios ocupados de Europa. Y sobre
todo en los países y regiones del Este en los que la resistencia a la ocupación
era más firme y decidida. Y no digamos en la parte conquistada y ocupada de la Unión Soviética
donde fue feroz la resistencia al invasor nazi.
Con modalidades
propiamente urbanas, así actuaron Pinochet en Chile y los gobiernos títeres de
Estados Unidos en Brasil, Uruguay y Argentina en las tres últimas décadas del
siglo pasado. Expulsiones, por medios del terror, de decenas de miles de
ciudadanos que no tuvieron más alternativa que recurrir el exilio, es decir, a
la emigración forzada en aras de salvar la vida. La propia y muchas veces la de
la familia.
Se ve así
fácilmente que la conducta de Israel en Palestina, y ahora concretamente en
Gaza, tiene tras de sí mucha historia, Y no sólo por las prácticas criminales y
claramente genocidas, sino también, con la excepción de la Alemania nazi, por
los innegables patrocinio, respaldo y protección de Estados Unidos.
Y aquí está el
punto clave. Sin el patrocinio, respaldo y protección de Estados Unidos, Israel
no podría actuar como lo hace ahora. Armas, dinero, cobertura política y
diplomática estadounidenses posibilitan y fomentan la política de tierra
arrasada de Israel contra la población palestina.
Cesando el
apoyo yanqui a Israel, cesaría de inmediato la carnicería que vive hoy Gaza.
Pero mientras el autor intelectual del genocidio no se abstenga de su
patrocinio, el genocida material seguirá actuando libre e impunemente.
No es fácil,
sin embargo, que Washington cambie de postura. Israel es el guardián de los
intereses geoestratégicos de Estados Unidos en Medio Oriente. Ese guardián le
permite cuidar y mantener su hegemonía en la región sin mancharse directamente
las manos de sangre.
Para evitar la
carnicería no sale sobrando, desde luego, condenar la conducta de Israel. Pero
es hacia la Casa Blanca y hacia el Pentágono adonde deben dirigirse las
exigencias del cese de la agresión contra el pueblo palestino. No sólo al
títere; también y, fundamentalmente, al titiritero.
Por difícil que
resulte lograr algún día la paz en Medio Oriente, ésta sólo será fruto del fin
del patrocinio yanqui a sus tropas de asalto, a sus camisas pardas israelitas.
Tel Aviv no frenará su sangrienta agresión hasta que no se lo ordene
Washington. Aquí está el nudo de la guerra. Y de la paz.
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