martes, 29 de julio de 2014

ISRAEL Y LA TÁCTICA DE TIERRA ARRASADA


ISRAEL Y LA TÁCTICA DE
 TIERRA ARRASADA
MIGUEL ANGEL FERRER
 Basta con ver las imágenes y leer las informaciones de los estragos producidos por el ejército israelí en el territorio palestino de Gaza para comprender que Tel Aviv está poniendo en práctica una estrategia de tierra quemada o tierra arrasada: destruir el hábitat del insurgente, del rebelde, del adversario y, en este caso concreto, del combatiente anticolonialista.

Eso mismo, aunque en el medio rural, hizo el ejército guatemalteco para acabar con la guerrilla insurgente en vastas regiones del territorio chapín. Destrucción de viviendas y de cosechas, fusilamientos en masa de pobladores civiles inermes, asesinatos con fines ejemplarizantes, violación de mujeres y robo de niños, desalojos violentos y en masa de centros de población. Y más o menos de igual manera actuó el gobierno salvadoreño para combatir a la insurgencia en el llamado Pulgarcito de América.

Y también eso mismo hicieron gobierno y ejército estadounidenses en Vietnam. Pero a la práctica usual de tierra arrasada por cuenta de soldados de a pie, Washington sumó los bombardeos aéreos constantes, masivos, inmisericordes e interminables contra las poblaciones, los campos y la infraestructura de Vietnam del Norte, es decir, la parte no ocupada militarmente por Estados Unidos.

De igual modo procedieron las tropas nazis en los territorios ocupados de Europa. Y sobre todo en los países y regiones del Este en los que la resistencia a la ocupación era más firme y decidida. Y no digamos en la parte  conquistada y ocupada de la Unión Soviética donde fue feroz la resistencia al invasor nazi.

Con modalidades propiamente urbanas, así actuaron Pinochet en Chile y los gobiernos títeres de Estados Unidos en Brasil, Uruguay y Argentina en las tres últimas décadas del siglo pasado. Expulsiones, por medios del terror, de decenas de miles de ciudadanos que no tuvieron más alternativa que recurrir el exilio, es decir, a la emigración forzada en aras de salvar la vida. La propia y muchas veces la de la familia.

Se ve así fácilmente que la conducta de Israel en Palestina, y ahora concretamente en Gaza, tiene tras de sí mucha historia, Y no sólo por las prácticas criminales y claramente genocidas, sino también, con la excepción de la Alemania nazi, por los innegables patrocinio, respaldo y protección de Estados Unidos.

Y aquí está el punto clave. Sin el patrocinio, respaldo y protección de Estados Unidos, Israel no podría actuar como lo hace ahora. Armas, dinero, cobertura política y diplomática estadounidenses posibilitan y fomentan la política de tierra arrasada de Israel contra la población palestina.

Cesando el apoyo yanqui a Israel, cesaría de inmediato la carnicería que vive hoy Gaza. Pero mientras el autor intelectual del genocidio no se abstenga de su patrocinio, el genocida material seguirá actuando libre e impunemente.

No es fácil, sin embargo, que Washington cambie de postura. Israel es el guardián de los intereses geoestratégicos de Estados Unidos en Medio Oriente. Ese guardián le permite cuidar y mantener su hegemonía en la región sin mancharse directamente las manos de sangre.

Para evitar la carnicería no sale sobrando, desde luego, condenar la conducta de Israel. Pero es hacia la Casa Blanca y hacia el Pentágono adonde deben dirigirse las exigencias del cese de la agresión contra el pueblo palestino. No sólo al títere; también y, fundamentalmente, al titiritero.

Por difícil que resulte lograr algún día la paz en Medio Oriente, ésta sólo será fruto del fin del patrocinio yanqui a sus tropas de asalto, a sus camisas pardas israelitas. Tel Aviv no frenará su sangrienta agresión hasta que no se lo ordene Washington. Aquí está el nudo de la guerra. Y de la paz.

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