ARTÍCULO DE OPINIÓN: ES DE JUSTICIA DEMOCRÁTICA
LUIS
DIAZ
Hablar del Templo Masónico de Santa Cruz de Tenerife
probablemente sirva como elemento de enganche con el tema central del presente
artículo: la recuperación de un legado que es nuestra propia historia. Tal
construcción de 1900, proyectada por Manuel de Cámara y levantada por los
masones de la Logia Añaza, ahora Bien de Interés Cultural, es uno de los
máximos exponentes de la arquitectura masónica en nuestro país. Y, como todo lo
relacionado con la Masonería, a partir de julio de 1936 comenzó un proceso “de
acoso y derribo” que no acabaría (administrativa y oficialmente) hasta la
legalización de tal organización en el año 1979.
En el citado edificio situado en la c/ San Lucas de la capital
tinerfeña se desarrollaron las distintas actividades de los masones previas a
1936, ya fuesen ordinarias o extraordinarias, internas o externas, como bien
podría citarse la existencia de la Escuela de Añaza, centro educativo gratuito
financiado por la propia organización. Sin embargo, y tras el levantamiento
franquista contra la II República, fue ocupado, y el 15 de septiembre del año
1936 (fecha del primer decreto de Franco contra la Masonería), fue requisado,
expoliado y cedido a la Falange Española, principal organización adepta al
bando sublevado. Comenzaría así un periplo que alejó su utilización de la de
los fines propios para los que fue erigido, pasando a ser farmacia y óptica
militar, hasta su venta por parte del Ministerio correspondiente al
Ayuntamiento de Santa Cruz en 2001 por una cantidad cercana al medio millón de
euros.
Tras la firma del convenio entre el Consistorio santacrucero, el
Supremo Consejo del Grado 33 del REAA para España y de la Gran Logia de España
para la recuperación de tan emblemático espacio, parece que esa densa niebla
que ha envuelto a la Fraternidad Masónica después de los cuarenta años de
dictadura franquista se comienza a disipar con la naturalidad con la que se
deben desarrollar las cosas en un ambiente democrático y justo. Afirmo lo
anterior basándome en que, como estudiante de Historia y como ciudadano quiero
que mi país reconozca, como justamente ha reconocido el de otros colectivos, el
aporte histórico de la Masonería Española a la sociedad, a la cultura y al
librepensamiento, alejándonos siempre, para cumplir con cierta calidad humana,
de ideas preconcebidas y del “morbo” que, desgraciadamente, ha sido el caldo de
cultivo de multitud de trabajos sobre el tema.
Los masones fueron un colectivo duramente castigado tras la
sublevación militar de 1936, junto a otros grupos sociales, culturales y
políticos. Quizá el mejor ejemplo sea el Tribunal Especial para la Represión de
la Masonería y el Comunismo[1], cuyas sentencias incautaban bienes y privaban
de la libertad a aquellos que se habían sentido lo suficientemente
identificados con el Código Moral Masónico como para pedir su ingreso en una
Logia e iniciarse. No fue la represión contra los masones algo acontecido únicamente en España durante la
dictadura del General Franco, sino que fue elemento coincidente de los
gobiernos dictatoriales del pasado siglo XX, tanto de un signo político como de
otro (la defensa de la libertad de conciencia y de pensamiento es algo que los
fanatismos no tienen por costumbre perdonar). Eso no quiere decir, de ningún
modo, que sea un tema menor.
Trabajos históricos científicos serios y centrados en aspectos
con la suficiente relevancia como para merecer la atención de distintos grupos
de investigación o de profesionales como bien podríamos nombrar a Ferrer
Benimeli, Martínez López, Álvarez Lázaro o Manuel de Paz, nos han descubierto
un horizonte relacionado con la historia de la Masonería y de la vida personal
de sus miembros alejado de visiones influidas por teorías decimonónicas más
centradas en ideas fantasiosas basadas mayormente en “rumores” que en pruebas,
ya fuesen en soporte físico u orales.
A día de hoy, en el Estado Español, existe un tímido pero firme
interés por los estudios masónicos desde una perspectiva científica y natural,
centrado más en ideas y principios que en nombres destacados; más en el compromiso
social que en rebuscadas influencias políticas a gran escala: es fruto del
deseo de Verdad. Nada más y nada menos que de conocer esa contribución de un
colectivo determinado a la construcción de un tejido que tanto incomodaba a
todos los radicalismos del siglo XX. Ejemplos son el Master de Historia de la
Masonería de la UNED, las distintas jornadas que pueden organizarse durante un
curso académico en las instituciones universitarias de todo el país o el
acuerdo para la constitución del Centro Internacional de Estudios Masónicos
Añaza: pilares todos de la lente con la que podremos ver a la Masonería sin
tapujos, eliminando miedos ya caducos y propios de otras épocas que sólo
deformaban la realidad.
Mi deseo como ciudadano y como estudiante, es el de, algún día,
poder acceder al Templo Masónico de la C/ San Lucas con la intención de
observar paneles de exposiciones sobre aquellos que defendieron mi derecho a
pensar libremente y a comprobar en mi propia piel los efectos de la Libertad,
la Igualdad y la Fraternidad, o la de acudir a conferencias que demuestren
teorías comprobadas y no mentiras aceptadas por repetición sobre los masones,
que no son más que personas normales que vieron en esa organización la
posibilidad de explotar y fomentar los ideales que en su vida les movieron, ya
sea pública o privada. Al igual que se recoge en el proyecto de colaboración
presentado por la administración canaria junto a la Masonería, habría que
reconocer y saldar la deuda histórica de nuestra sociedad con el movimiento
masónico en general y con la Masonería en Canarias más particularmente.
Con la recuperación del legado masónico de la capital tinerfeña,
se abre la posibilidad de hacerlo con el resto, y mayormente el intelectual,
que tanto cambió nuestra sociedad. Algún día este país valorará enormemente la
contribución de la Masonería Española en su propia historia, y recordará de
forma honrosa a esos hombres que decidieron que perteneciendo a la organización
masónica serían mejores, practicando el bien por el bien mismo. Es de justicia
democrática.
Luis
Díaz
Estudiante
de Historia en la Universidad de Almeria
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