MENOS FOTOS
Antes
de Instagram, de Facebook, antes de Fotolog, la gente se hacía fotos haciendo
cosas, o bien descansando de hacer cosas, apeándose por un momento de la vida.
La foto era un recuerdo de la vida, no la vida misma
XANDRU FERNÁNDEZ
Al 2022 le pido menos fotos. Menos fotos de políticos y agentes sociales (el lenguaje como basurero, también aquí) posando como si hubiera ocurrido algo verdaderamente importante. Cuando lo único que ocurre, la mayoría de las veces, es que alguien está posando para una foto. Valoramos la calidad del posado, la iluminación, la donosura con que dejan caer el peso del cuerpo sobre la pierna izquierda, adelantando el pie derecho sin saber qué hacer todavía con las manos, metáfora antipolítica de la política de partidos y aledaños: gente que no hace nada con sus propias manos.
Hasta nueva orden,
2022 debería abolir las fotos con pretensión de manifiesto. Todos esos retratos
de grupo con celebridad en posición de firmes, mirando con desafío y confianza
a un futuro que, por suerte, no está donde se lo mira. Siendo generosos, se
diría que miran al pasado, a su propio pasado, al momento decisivo en que
alguien les convenció de que eran imprescindibles en la marcha de la Historia.
No hace tanto, quizá: es reciente esa costumbre del posado perdonavidas, no se
estilaba antes de que las redes sociales reconfigurasen nuestra sensibilidad,
nuestra experiencia. Antes de Instagram, de Facebook, antes de Fotolog, la
gente se hacía fotos haciendo cosas, o bien descansando de hacer cosas,
apeándose por un momento de la vida, tomándose un respiro. Si era posible,
interrumpían lo que estaban haciendo y le sonreían al fotógrafo sabiendo que
esa sonrisa sería, un día, eterna. La vida, luego, proseguía, continuaba a toda
máquina, mezclando memoria y deseo. La foto era un recuerdo de la vida, no la
vida misma. El único género fotográfico donde la foto lo era todo eran los
retratos de boda.
Las fotos de las
bodas son el modelo de esas con que los medios ilustran la crónica política: el
acto jurídico o religioso es el que casa a esa pareja, pero la foto oficializa
el rito de convocar a familia y amigos y celebrar una nueva era. Igual que los
novios seleccionan a los invitados, disponen dónde se colocarán y junto a
quién, imponen un código de vestimenta aunque solo sea indirectamente,
confiando en que los convocados conocen su estilo y su manera de ser, así
también nuestros jóvenes aspirantes a celebridad política deciden con quién se
hacen la foto, cuánto público y de qué condición hay que situar detrás de
ellos, como repositorio de fieles, y si conviene evitar el formato Super Pop
del grupo de rock abrazándose en el escenario y optar por el más grave pero no
muy diferente cliché del equipo de superhéroes de espaldas al apocalipsis.
Uno repasa
periódicos viejos y ve, por supuesto, fotografías de grupo, pero todas ellas
son consecuencia de algo que es, por llamarlo de algún modo, la verdadera
noticia. Puede ser una noticia apabullante, de esas que habitan alturas
históricas inalcanzables: la conferencia de Yalta, el primer hombre en la Luna,
el funeral de Ava Gardner. Puede ser una noticia doméstica, de las que llenan
conversaciones cercanas y apelan al amigo o al familiar: la inauguración de un
hospital, el hallazgo de un obús sin estallar, el primer premio en el
campeonato de mus del barrio. Las fotos de nuestra actualidad política, en
cambio, son su propia noticia, no informan de otra cosa que de la resolución de
hacerse la foto. Resolución a la que irán adheridas, se supone, connotaciones
que el ojo experto sabrá descifrar, como en esas fotos de boda en que el novio
está rozando con la palma de una mano la nalga de su cuñada, o la de su cuñado.
El ojo experto puede ver, profetizar el futuro a partir de esos detalles que al
profano le pasan inadvertidos, pero tanto uno como otro deberían ser
conscientes de que no hay nada más que la foto y la intención semiótica, que no
hay hazaña que inmortalizar ni acontecimiento que registrar, tan solo, como en
las bodas, la consagración de un encuadre feliz que ni implica ni impide un
feliz matrimonio. Así también los pactos, los consensos, los propósitos de Año
Nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario