martes, 16 de febrero de 2016

ANDANDO, ANDANDO

ANDANDO, ANDANDO

DUNIA SÁNCHEZ
Andando, andando iban de la mano. Unas manos ciegas al tacto, rajadas por el sonido de la vida que se iba deteriorando. Andando, andando llegaron a un rincón donde una cascada lucia una vestimenta blanca agresiva, muy blanca. Ahí se detuvieron, se miraron y de sus labios emanaron palabras a la brisa vespertina que los acogía.
XX: Estoy cansada. Sí, muy cansada. La pesadez de la monotonía de los días se afinca en mi espalda y parece que no avanzo. Ahora estás junto a mí, frente esta cascada, con el rigor de tu mano poseyendo la mía. No siento nada. Tu calor se evade por grutas ocultas donde el amanecer no tiene cabida, donde el amor se disuelve a expensas de un agua que corre y corre a la nada. Qué hacemos. Esta es nuestra última parada. Ya no más. Debemos distanciarnos, recorre caminos distintos a nuestros sentidos.
YY: Sí, agotada. Pero quizás…No te entiendo. A lo mejor con el tiempo las aguas se vuelvan mansas. Lluvia de cristales retozan sobre nuestros vientres. Lluvia de una ilusión que se desangra con el meneo de los días. Qué hacer…Qué hacer para que volvamos a ser golondrinas de nuestros soles cuando el amanecer nos acecha ¿Alejarnos? Por qué no. Ahí hay una cascada que corre y corre con una fuerza brutal. Por qué no penetramos  en ella. Tal vez esté la repuesta de si continuar o abrirnos por rutas diferentes.
Cascada: Venid, venid…Abrazarme bajo el influjo de mis aguas. Yo eximiré de vuestra rota sensaciones.  Ya la bruma os bloquea. Hay que volar. Sí volar a mundos distintos por algún tiempo. El descanso. Sí, el descanso os dará aliento para jornadas venideras. Ahora, vacío.
Andando, andando atraviesan la cascada. Esa cascada fuente de lucidez. Tras de ella un espacio distinto, un ambiente donde se enhebra los caídos en el amor. Mojadas se sienta una frente a la otra con el calor húmedo de una gruta oscura, muy oscuro. Se escucha un quejido, un quejido que viene de sus entrañas. Son los enamorados, los amantes que en el dolor de la dejadez se encuentran ahí, en la gruta. Intentan mirarse, la luminosidad de los ojos huye y huye. Todo perdido. Algo se aproxima. Ellas ni se inmutan. Son los espíritus de amores perdidos, de amores llevados a la decadencia. Cada uno absorbe cada una de ellas. Se disuelven, se separan, se fragmentan hasta caer en las esferas de otros caminos, distintos.

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