lunes, 15 de septiembre de 2014

ÉBOLA: EL ESCÁNDALO DE LA EPIDEMIA DE LOS POBRES

ÉBOLA: EL ESCÁNDALO DE LA EPIDEMIA DE LOS POBRES

ESCRITO POR  PABLO ALEGRÍA
 No por casualidad el virus del Ébola ha matado ya a miles de personas en África Occidental. Su propagación descontrolada está directamente ligada a la absoluta falta de medios de los países afectados tras siglos de expolio, a la inexistencia de vacunas y a la indiferencia internacional ante un drama que venía incubándose desde hacía meses.
Con más de 4.000 personas infectadas y 2.200 muertes registradas oficialmente al cierre de esta edición, el primer caso documentado del actual brote se remonta a finales de 2013, con evidencias de epidemia desde marzo. Sin embargo, hasta agosto, y sólo tras la publicitada infección de un puñado de ciudadanos occidentales, la Organización Mundial de la Salud (OMS) no declaró el estado de emergencia internacional. Paradójicamente, menos tiempo tardaron los organismos internacionales en solicitar (septiembre de 2012), aprobar (diciembre) y ejecutar (enero de 2013) la misión militar en el limítrofe Mali, liderada por Francia en socorro del régimen amigo.

Operación de aislamiento

Lejos de suponer un punto de inflexión, las medidas puestas en marcha no han hecho más que agravar la situación. La cancelación de vuelos internacionales o la petición de las embajadas a sus ciudadanos de evacuar la zona han empeorado una crisis económica ya desesperada. La “tierra del Ébola”, como alegremente han sido rebautizadas Guinea, Sierra Leona y Liberia en medios de comunicación, ha sido ante todo sellada. Simbólicas, por su componente racista y de criminalización, han sido las imágenes de Guardias Civiles con mascarilla ahuyentando a personas inmigrantes de las vallas de Ceuta y Melilla.

Detrás del pánico sembrado, existe un virus que sólo se contagia por contacto directo con fluidos humanos infectados, en el que “medidas básicas sanitarias” para los estándares occidentales bastarían para controlar su expansión, según denuncia en un artículo Adam C. Levine, profesor de Medicina de Urgencia en la Brown Medical School de EEUU.

Mientras tanto, la ayuda internacional sobre el terreno se limita a la acción de unas ONG totalmente desbordadas. El plan anunciado recientemente por la OMS es poco más que un brindis al sol: tardío y lleno de incógnitas a la espera de los 450 millones necesarios para su aplicación, si es que alguna vez se llegan a recaudar. Por su parte, el FMI ya ha ofrecido su contribución en forma de créditos a los países afectados por cerca de 300 millones de euros.

Sin vacunas ni medicamentos

En espera de hincar el diente a estos fondos y a las nuevas oportunidades de negocio se encuentran ya las grandes farmacéuticas, experimentadas en hacer fortuna del miedo global tras la Gripe Aviar de 2009. Estas poderosas multinacionales (sólo entre las siete mayores suman más de 1 billón de euros en valor en bolsa) monopolizan la tecnología para la investigación en vacunas y medicamentos, que supeditan a la obtención de beneficios económicos.

Solo así se explica que, a pesar de ser conocido desde 1976, no se haya desarrollado ningún fármaco para un virus que hasta ahora solo había azotado zonas rurales del continente africano. Sin embargo, GlaxoSmithKline en estrecha colaboración con el Departamento de Salud de EE.UU y Johnson&Johnson, entre otras, se encuentran hoy en una carrera contrarreloj para comercializar una vacuna en 2015. Con el beneplácito de la OMS, que ya ejerce de mediadora entre farmacéuticas y Estados afectados, podrán incluso saltarse largos y costosos protocolos de seguridad para su ensayo con personas.



Un sistema sanitario roto

La crisis ha puesto en evidencia el lamentable estado de los servicios públicos en la región tras siglos de saqueo, actualmente en forma de regímenes corruptos apoyados por Occidente. Ante la falta de medios sanitarios, dichos Gobiernos han desplegado al ejército para imponer cuarentenas en barrios enteros, sellar centros de aislamiento totalmente desprovistos de comida o medicamentos y reprimir cualquier revuelta de una población desesperada por una crisis alimentaria superpuesta y que observa con indignación como muchos altos cargos de la Administración han huido del país.

En una zona que alberga riquísimos recursos minerales, se llega al punto de que en Liberia y Sierra Leona haya menos de 2 médicos por cada 100.000 habitantes, los cuales trabajan en hospitales sin ni siquiera equipamiento básico como guantes o desinfectantes. Con semejante caldo de cultivo, la propagación allí del Ébola estaba anunciada. En Occidente nunca hubiera alcanzado una magnitud similar.





El traslado del cura Pajares



El mediático caso del sacerdote español Miguel Pajares, trasladado desde Liberia a un hospital de Madrid para ser tratado del virus, simboliza la escandalosa respuesta de los gobiernos occidentales frente al Ébola. El operativo se encargó de evacuar únicamente al sacerdote y a otra religiosa con nacionalidad española, abandonando a su suerte a los compañeros de congregación de origen africano, varios de ellos también infectados. Aunque en su caso no pudo salvarle la vida, Pajares fue uno de los contados pacientes con acceso al suero experimental ZMapp desarrollado en EEUU.



Diversas estimaciones sitúan el coste del traslado en hasta 500.000 euros, que serán sufragados con fondos públicos a pesar del ingente patrimonio que posee la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios a la que Pajares pertenecía. La Orden es el mayor grupo hospitalario privado del Estado, con 45 centros y 7000 camas, y está siendo una gran beneficiaria del proceso de privatización de la Sanidad en Madrid, según denuncia la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública. Entre otros activos, es propietaria de una empresa de gestión de compras que facturó más de 25 millones en 2011 y se la ha vinculado con una SICAV que ese mismo año declaró 17 millones de capital.

La cuestión es más sangrante si cabe si se compara con el importe destinado por el Estado Español (extrapolable a todo Occidente) en la lucha contra el Ébola. La aportación, según datos de la propia ONU, no llega a 350.000 euros hasta la fecha, de los cuales dos tercios se han destinado precisamente a provisionar el hospital que la Orden gestiona en Liberia. En este contexto sale a relucir el estatus especial que disponen los misioneros de la Iglesia, los cuales no están obligados por ley a suscribir pólizas de seguro durante sus misiones como sí lo están los cooperantes de otras ONG.



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