LUCHAS DE PODER, CAPITAL BRUSELAS
RUTH
FERRERO-TURRIÓN
Profesora de Ciencia Política y Estudios
Europeos en la UCM
Manfred Weber, presidente del Grupo PPE, habla en el
pleno del Parlamento Europeo, mientras que Ursula Von der Leyen, presidenta de
la Comisión Europea, se sienta al fondo. Philipp von Ditfurth/ Europa Press.
Durante mucho tiempo se observó la política que se desarrollaba en Bruselas con distancia, incluso sin interés. La UE quedaba muy lejos (aparentemente) de las preocupaciones de la ciudadanía. Las dos grandes familias europeas, democristianos y socialdemócratas se entendían bien, alcanzaban acuerdos y el debate político de fondo estaba ausente. Maastricht inauguró una nueva era en la construcción del proyecto europeo, se quería avanzar en la integración política y se querían reforzar los pilares neoliberales de la integración económica. Y en eso socialistas y democristianos estaban de acuerdo. Era la época del abandono de los paradigmas clásicos de la socialdemocracia y la asunción del social-liberalismo en el centro-izquierda con Felipe González a la cabeza. En el marco del centro derecha también se produjeron cambios. Se comenzaban a abandonar los postulados clásicos de la democracia cristiana, y se abrazaban los de un conservadurismo neoliberal que capitanearon durante años Aznar y Berlusconi. Desde hace años que se habla de la crisis de la socialdemocracia, pero mucho menos se ha hecho de la crisis de la democracia cristiana y sus valores sociales. Solía decir un conocido que en ese campo apenas queda ya nadie, quizás alguien del PNV y ya.
Ahora
no va a quedar más remedio que abordar esa cuestión. A la luz de los
acontecimientos de los últimos días que observamos atónitas, esa reflexión y
análisis no se puede demorar por más tiempo. Lo que estamos observando estos
días se veía venir. Estaba claro que el incremento de la presencia de las
fuerzas políticas de corte reaccionario en el ecosistema europeo, impactaría en
el tradicional ambiente consensual comunitario. El primer aviso lo
tuvimos durante el primer mandato de Von der Leyen. Sin embargo, sus
números aún no les ofrecían el suficiente poder como para romper la denominada
"mayoría histórica proeuropea". La pandemia y el comienzo de la
guerra en Ucrania también fueron factores que, paradójicamente, contuvieron sus
maniobras, quizás, simplemente, con el fin de reorganizarse y volver más
fuertes. Y así es, el resultado de las elecciones al Parlamento Europeo de 2024
ofrecieron unos resultados inapelables. Las fuerzas reaccionarias crecían en
números significativos y el tridente europeo (socialistas, PPE y liberales) ya
no conformaba la única mayoría posible en la cámara. Pero no sólo ahí tenían
más fuerza, también al Consejo Europeo se iban sumando gobiernos dirigidos por
líderes de estos partidos con Hungría e Italia como sus más destacados
representantes.
Y
mientras esto sucedía, pasaron mucho más desapercibidas las dinámicas que se
estaban produciendo en el seno del PPE, especialmente entre el líder del grupo
parlamentario Manfred Weber y la presidenta de la Comisión Europea,
Úrsula Von der Leyen. Sus rencillas aparecieron hace años, pero éstas se han
recrudecido durante los últimos meses. Weber nunca asumió con deportividad su
derrota en 2019 y desde entonces ha estado poniendo palos en las ruedas de Von
der Leyen, siempre que le ha sido posible. Y ahora no iba a ser una excepción.
Especialmente cuando la pieza a cobrar es de la importancia de Teresa Ribera
a los efectos número dos de Von der Leyen en la nueva Comisión. Pero es que a
Ribera, Weber se la tiene jurada desde que gracias a ella se consiguió aprobar
la Ley de Restauración de la Naturaleza en 2023 bajo presidencia española.
Porque si hay algo con lo que Weber no transige es con las políticas para combatir
el cambio climático y para poner en marcha la transición energética, algo con
lo que siempre ha estado abiertamente en contra. Así que terminar con Ribera y
con Von der Leyen es todo uno.
Así,
aunque desde España se contemplan los acontecimientos como una lucha política
nacional elevada a Europa, la pelea política española es sólo una excusa para
librar una batalla mucho más amplia dentro de las instituciones. A pesar de lo
que los González Pons o Dolors Montserrat puedan creer, los
populares europeos no hacen lo que ellos quieren; mas bien al contrario, los
populares europeos (o, para ser más exactos, los alemanes, o mejor aún, Manfred
Weber y sus diputado afines de la CDU) están utilizando esta coyuntura para
poner en marcha una suerte de venganza. Nunca vimos tanto Juego de Tronos
en Bruselas, o al menos, no tan abiertamente.
En
Bruselas se está asistiendo en este momento a una lucha de poder dentro del
propio PPE de consecuencias impredecibles. El bloqueo en los nombramientos de
los seis vicepresidentes podría romper por primera vez el pacto de gobierno
vigente en Europa durante décadas. Ya lo hemos comenzado a ver. Los cordones
sanitarios contra la derecha reaccionaria se resquebrajan a pasos agigantados.
Lo vimos con la aprobación de presupuesto, con el reconocimiento a Edmundo
González y, en las últimas horas, con la aprobación de las enmiendas a la
ley de reforestación todas ellas propuestas por el PPE y apoyadas por las
fuerzas de ECR y Patriotas.
Von
der Leyen, por su parte, tiene poco apoyo dentro de su propio grupo, donde los
alemanes prefieren las posiciones de Weber. El grupo de los Verdes observa con
indignación como las políticas verdes se van por el desagüe y más de uno se
preguntará aquello de ¿en qué estábamos pensando? Si creyeron que dándoles sus
votos a Von der Leyen se podrían salvar ahora se están dando cuenta de su
error. Entre otras razones porque, uno, la germana no controla a su grupo
parlamentario, y dos, es una posibilista que pactará con quien sea para
mantener su puesto.
En
fin, si queríamos emociones fuertes en Bruselas, pues ya las tenemos. El
problema en todo caso es de calado, pero eso aún tendremos unos años para irlo
viendo y analizándolo.
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