NO ME LLAMES DOLORES, LLÁMAME TASA
Si
el impuesto a la banca es un concepto que le sobra a Feijóo, que sepa que hay
alternativas. Por ejemplo, “una amistosa devolución de los 95.000 millones
cedidos con mucho gusto por la población española en la anterior crisis”
GERARDO TECÉ
Alberto Núñez Feijóo en una reunión.
En matemáticas, dos hechos mutuamente excluyentes son aquellos que no pueden coincidir en el tiempo. Es imposible. Podrías torturar durante horas al ruso Kolmogórov, padre de la teoría de la probabilidad, y el tipo te seguiría jurando que, si uno tira un dado y le sale un cinco, es imposible que al mismo tiempo le salga un dos por mucho que te empeñes. El pobre ruso no conocía la política española.
En nuestro día a
día político, que dos hechos mutuamente excluyentes coincidan en el tiempo se
llama lunes en la oficina del Partido Popular. Para desesperación de
matemáticos y demás personas con querencia por la realidad, esta semana el
imposible ha vuelto a ocurrir sin despeinarse. Si en la época de Pablo Casado
–que dios lo tenga en su gloria– era habitual ver al líder de la derecha
española fotografiándose frente a explotaciones ganaderas extensivas para
apoyar la ganadería intensiva, en la era Feijóo la vida sigue igual. Mientras
en España el PP votaba en contra de debatir la posibilidad de gravar con un
impuesto los beneficios extraordinarios de banca y grandes empresas
energéticas, calificando la medida de “comunismo bilioso” –si no lo conocen es
ese tipo de comunismo en el que no puede disimularse el exceso de bilis que
suelta la boca del comunista en cuestión–, el mismo PP del mismo Nuñez Feijóo,
en las mismas fechas, se sumaba a la idea de Bruselas de aplicar una tasa a
bancos y eléctricas. Feijóo prometió moderación en las formas, nunca respetar
las matemáticas.
No es lo mismo
aplicar una tasa que imponer un impuesto, aseguran en el PP tras el enfado de
la asociación de amigos de la teoría de la probabilidad. Es decir, lo que
diferenciaría al comunista que suelta bilis por la boca y se relame ante la
posibilidad de que el banquero pague y un señor de bien que toma medidas
responsables en Bruselas es la palabra: impuesto o tasa. El uso correcto y
minucioso del lenguaje es fundamental, como nos enseña la derecha española. Lo
sabemos desde hace décadas. Con Aznar poniendo los pies sobre la mesa de George
Bush, aprendimos que no era lo mismo una guerra o un bombardeo sobre personas
inocentes, como pensábamos que estaba sucediendo, que una “operación para
democratizar Iraq”. Con Rajoy descubrimos que no hay que llamar ladrón o
corrupto a quien mete la mano en la caja de Bárcenas, porque, respetemos la
semántica, lo que había dentro de aquellos sobres no eran más que “ciertos
gastos de representación”. No es lo mismo acercar presos de ETA que “ser generoso
con el Movimiento Vasco de Liberación”. No es lo mismo cargarse la sanidad
pública que “externalizar servicios”; como no es lo mismo que tu hermano se
forre vendiendo mascarillas que “realizar operaciones de suministro
absolutamente legales”.
Ser moderado en
política es, sobre todo, cuidar el lenguaje. Si con los anteriores líderes de
la derecha española aprendimos a amar la elección de la palabra correcta, el
líder Feijóo que se presenta ante el mundo como el capitán moderación no puede
–no debe– ser menos. Si el impuesto a la banca, por agresivo, es un concepto
que le sobra, que sepa que hay alternativas. Por ejemplo, “una amistosa
devolución de los 95.000 millones de euros cedidos con mucho gusto por la
población española en la anterior crisis que deberán abonar, si les parece
oportuno, con sus correspondientes intereses”. No hay nada como saber
comunicarse. Kolmogórov estaría de acuerdo.
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