YOLANDA DÍAZ Y LOS PERIPATÉTICOS
SATO DÍAZ
La vicepresidenta
segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, posa mientras presenta a los equipos de
trabajo de Sumar, este viernes, en Madrid. EFE/ J.J. Guillén
El 14 de septiembre del año 2015 se emitía el primer capítulo de la serie que hizo contener el aliento de Catalunya y disparar las audiencias de TV3 una vez a la semana, Merlí. La cual, con sus nuevas temporadas y secuelas, llegó hasta el año 2021, entonces ya castellanizada en Movistar+. En aquel primer capítulo, Merlí, el nuevo profesor de filosofía del instituto, planteaba un rompedor método de enseñanza y relación con los alumnos. Paseaban por el instituto, profe y alumnos, mientras el primero impartía la lección y los alumnos iniciaban un debate sobre la misma: tocaba Aristóteles.
Cuentan que el gran pensador de
la Grecia clásica caminaba por los jardines de Apolo de Licia, en el Ágora de
Atenas, junto a sus discípulos. En aquellos paseos, los alumnos del Liceo y
Aristóteles departían sobre la ciencia, la política, la poética... De estas
caminatas, los alumnos adquirieron el nombre de peripatéticos (los que dan
vueltas) y la escuela pasó a denominarse la peripatética. Aquellos alumnos del
instituto de Barcelona, que seguían a Merlí por los pasillos, cocinas y patios
también pasaron a llamarse peripatéticos, els peripatètics.
"Creo en la metodología del
diálogo", aseguraba este viernes Yolanda Díaz, en la presentación de los
coordinadores de los 35 grupos de trabajo de Sumar. "La metodología de
escuchar y confrontar ideas", así diseña e imagina el proceso de
elaboración programática la actual vicepresidenta segunda del Gobierno. Hasta
el mes de febrero del próximo año, 35 grupos de trabajo han de elaborar un
documento consensuado que debería servir para definir un proyecto de país para
la próxima década. ¿Hacia dónde debe ir España en los próximos 10 años?
Así, en 2023 existirá ese texto
programático sobre el que habrá de pilotar un proyecto político que tendrá que
construirse, a partir de entonces, en consonancia con los partidos políticos
del espacio que ansía representar, recoser y unir (Podemos, IU, Más País, Más
Madrid, Compromís, comunes, Galicia en Común, Alianza Verde, Equo...). Será el
momento de abrir el debate de lo concreto para las elecciones generales que se
prevén a finales del 2023, con el complicado hito de las municipales y
autonómicas del 28 de mayo de 2023.
Paralelamente a la construcción
de contenidos programáticos de estos grupos de trabajo, Díaz continuará su gira
del proceso de escucha: asambleas con colectivos sociales, profesionales y
activistas de distinto ámbito a lo largo y ancho de toda la geografía del
Estado. Asturias, Extremadura... Díaz multiplicará su presencia en actos políticos
hasta pasadas las navidades.
Al mismo tiempo, los partidos han
de construir unas confluencias de cara a las autonómicas y municipales que, hoy
por hoy, parecen lejanas. La gallega intenta separar, como si de dos libros
distintos se tratara, las elecciones de mayo con las generales de finales del
próximo año. Sin embargo, la proximidad en el calendario hace que ambas citas
electorales puedan parecerse más a dos capítulos contiguos de una misma novela
que a dos obras diferentes.
El espacio político de las
izquierdas está, ahora mismo, roto. Lo ocurrido el pasado junio en los comicios
andaluces, con dos candidaturas diferenciadas, Por Andalucía y Adelante
Andalucía, y con el grupo parlamentario de la primera en explícita división,
parece el primer acto de una tragedia clásica que podría representarse en todo
el Estado.
La marca Unidas Podemos podría
darse ya por amortizada, tal y como informaba Público esta semana. Un réquiem
que empezó a sonar el pasado mes de febrero en Castilla y León. Podemos lleva
mal la digestión de la reducción de capacidad de influencia política con
respecto al ciclo del 2015, IU quiere mejorar sus posiciones en el espacio tras
años subordinada los morados, otros actores del que fue el espacio del cambio
se fueron desgajando de la matriz y para volver reclamarán recibimientos con
decoro...
"El proyecto de país no se
acomoda a los plazos electorales", aseguraba este viernes la
vicepresidenta, en la presentación de los grupos de trabajo de Sumar. "La
imaginación no cabe en una urna electoral", recitaba, en el Espacio Larra,
mítica sede de la Fundación Diario Madrid, la impulsora del proyecto. Díaz no
quiere mancharse de las disputas partidistas y ansía que, de momento, su
proyecto y su proceso se aleje del mundanal ruido de "los líos", como
ella misma lo llama. "Sumar no llega a las municipales", advertía
este verano, quitándose un peso de encima.
Los peripatéticos, hasta el mes
de febrero, se pasearán por la geografía del país en el proceso de escucha
mientras dialogan y llegan a consensos para elaborar ese "contrato
democrático" con la ciudadanía, ese programa político. Después, el
proyecto, que aspira a ser refrendado en las urnas y a asumir la
responsabilidad de cambiar la realidad política y social, tendrá que bajar al
fango electoral. Y en la intersección de estas dos pulsiones, la teórica y la
práctica, se encontrará su éxito o fracaso.
Hasta ahora, Yolanda Díaz goza
del mérito de ser la líder política mejor valorada en las encuestas. En pocos
meses, habrá de asumir el rol de dirigente y candidata, y para entonces será
primordial que tenga ese proyecto y programa político avanzado, pero también
que el espacio político al que aspira a representar no esté tan en ruinas que
resulte inverosímil levantarlo. La disputa política y la electoral, sin ser lo
mismo, se parecen y riman. "Queredme menos y votadme más", decía el
profesor Julio Anguita. Los números que salen de las urnas escriben la historia
en la democracia. Las ideas, los programas, las que cambian la sociedad.
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