¿QUIÉN DEFRAUDA AQUÍ?
En España se defraudan 91.600 millones de euros al año. Si
hacemos números, significa que cada persona que no hace trampas paga 2.000
euros anuales para tapar el agujero que provocan quienes sí las hacen
JULEN BOLLAIN
Regate fiscal.
El fraude fiscal se define como la elusión por parte de una persona física o jurídica de la obligación de contribuir con el sostenimiento de los gastos públicos del Estado. Que la ciudadanía contribuya al sostenimiento de los gastos públicos del Estado mediante impuestos por los actos que establezca la ley es un principio básico de todo Estado de derecho y, por tanto, el hecho de no cumplir con dichas obligaciones tributarias supone cometer fraude fiscal.
Antes de entrar en
harina, creo que es importante diferenciar entre dos conceptos que, en
demasiadas ocasiones, se utilizan como sinónimos y, sin embargo, no lo son:
fraude fiscal o evasión fiscal (si bien ciertos matices los diferencian, por
simplicidad, los usaremos como conceptos semejantes) y elusión fiscal: el
fraude fiscal o la evasión fiscal implican el incumplimiento consciente de la
norma, es decir, la ocultación de ingresos o información con el fin de no pagar
los impuestos que corresponden en base a la norma; la elusión fiscal, por su
parte, supone un comportamiento que, con el objetivo de pagar menos impuestos y
mediante operaciones que no se encuentran expresamente prohibidas por
disposiciones legales o administrativas, usa la norma tributaria y sus
resquicios de forma distinta a la utilizada por el legislador. Es decir,
acciones al límite de la legalidad que se aprovechan de vacíos o lagunas
legales y que son contrarias al espíritu de la norma.
Todas las personas
sabemos, porque lo hemos oído en multitud de ocasiones, porque tanto tu cuñado
como tu vecino lo hacen o porque es el país de la picaresca y del Lazarillo de
Tormes, que en el Estado español se defrauda mucho. Todo dios. Y si te dicen lo
contrario, mienten. ¿Cuánto? 91.600 millones de euros al año. Unos 60.600
millones en impuestos evadidos y unos 31.000 millones en cuotas defraudadas a
la Seguridad Social. ¿Es eso mucho? Si hacemos números, significa que cada
persona que no defrauda paga 2.000 euros al año para tapar el agujero que
provocan los defraudadores. Así que sí, es mucho dinero. Exactamente, según el
Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda, Gestha, unos 31.800 millones
de euros por encima de la media de la economía sumergida a nivel europeo.
El cumplimiento
fiscal ronda el 80% en las rentas del autoempleo y del capital fijo, pero se
reduce al 50-60% en las financieras
Pero, ¿cuál es la
radiografía del fraude español? O, como diría la Mala Rodríguez, ¿quién
defrauda aquí? ¿Quién? Podríamos pensar, a primera vista, que el fraude es una
lacra transversal que practica toda la ciudadanía. Y quizá estemos en lo
cierto. Sin embargo, la intensidad y los medios al alcance no son iguales en
todos los estratos. Según el informe “Desigualdad y pacto social” recientemente
publicado por la Fundación “La Caixa”, cuanto más altas sean las rentas, mayor
es el fraude cometido. De hecho, se observa que el cumplimiento fiscal ronda el
80% en las rentas del autoempleo y del capital fijo, pero se reduce al 50-60%
en las financieras (recordemos que son las personas más ricas las que concentran
la mayor parte de los activos financieros). No hay duda de que el cumplimiento
fiscal es menor cuanto más ascendemos en la escala de rentas (especialmente
entre el 5% más rico), comportando a su vez desigualdad e importantes mermas en
la recaudación: el 0,1% más rico oculta en torno al 23% de su renta. La
conclusión del estudio a este respecto es “que el fraude, al ser mayor en
aquellos tipos de renta percibidos por los contribuyentes con mayores ingresos,
principalmente las rentas financieras, contribuye poderosamente a la
desigualdad”.
Fuente: Sara
Torregrosa (2022). El fraude fiscal genera desigualdad. Desigualdad y pacto
social, fundación “la Caixa”.
Si en vez de mirar
a las rentas de las personas físicas miramos a las empresas, el panorama no es mucho
más halagüeño. Según Gestha, las grandes empresas son las que acumulan
actualmente el 72% de toda la evasión fiscal del Estado español. Sin embargo,
tan solo el 20% de la plantilla de la Agencia Tributaria se concentra en la
supervisión de la evasión cometida por las grandes empresas y las grandes
fortunas. Es decir, y para que quede claro: solo el 20% de la plantilla de la
Agencia Tributaria se dedica a perseguir a quienes cometen el 72% de la evasión
fiscal. El 80% restante, por su parte, revisan las declaraciones de
particulares, autónomos y pequeñas empresas que representan, en conjunto, el
28% del fraude fiscal estimado.
Según Gestha, las
grandes empresas son las que acumulan actualmente el 72% de toda la evasión
fiscal del Estado español
Lo que está claro
es que, si se quiere perseguir el fraude fiscal, hacen falta medios. En la
última década, desde 2010 a 2020, la investigación de los delitos fiscales por
parte de la Agencia Tributaria se ha reducido un 76%. Actualmente, la media de
técnicos de Hacienda en la Unión Europea por cada 10.000 habitantes es el doble
que en España: 10,3 frente a 5. En Alemania hay 14 por cada 10.000 habitantes;
en Polonia 13; en Francia y en el Reino Unido 11; en Bélgica, en Finlandia y en
Portugal 10; en Suecia y Austria 9; en Grecia 8 y en Italia y España, 5. Desde
hace ya unos años y en parte por este déficit de personal, el sindicato de
Técnicos del Ministerio de Hacienda reclama la creación de un Cuerpo Superior
Técnico de Hacienda y el aumento de la plantilla de la Agencia Tributaria entre
15.000 y 17.500 trabajadores y trabajadoras, con el objetivo de reducir la
economía sumergida a la mitad.
Pero tampoco
podemos ser tan necios como para pensar que el reforzamiento de la plantilla de
la Agencia Tributaria va a solucionarlo todo. En este sentido, tenemos que
tener claro que hace falta una lucha global y armonizada contra los paraísos
fiscales, amparo de grandísima parte del fraude fiscal. Vivimos en un sistema
globalizado en el que se alienta la evasión y la elusión fiscal y, como
consecuencia, se absorben recursos fundamentales para garantizar unos servicios
públicos de calidad. Según el informe “Desigualdad y pobreza: el coste oculto
de la evasión y elusión fiscal”, publicado por Oxfam, y en línea con el
publicado por la Fundación “La Caixa”, son las personas más ricas, pero también
las empresas con mayores beneficios, quienes maximizan sus beneficios pagando
el mínimo de impuestos posible. Ya sea mediante paraísos fiscales o
consiguiendo que los países les ofrezcan exenciones fiscales o tipos
impositivos más bajos. Basándonos en datos de la propia ONG, nueve de cada diez
empresas de las 200 más importantes del mundo tienen presencia en al menos un
paraíso fiscal. Entre 2001 y 2014 la inversión empresarial en estos lugares se
ha cuadruplicado. Asimismo, en 2015, las 50 mayores empresas estadounidenses
ocultaron 1,6 billones de dólares en paraísos fiscales mientras que los 20
principales bancos europeos registraron allí más del 25% de sus beneficios.
Como hemos podido observar en los ‘Papeles de Panamá’ o en los ‘Paradise
Papers’, las personas más ricas del mundo utilizan, con total impunidad, los paraísos
fiscales para pagar menos de lo que deberían por sus enormes fortunas.
Los ultrarricos
españoles, según estimaciones del Instituto Nacional de Investigación Económica
de Estados Unidos, ocultan unos 130.000 millones de euros en paraísos fiscales.
Entender lo que suponen 130.000 millones de euros no es sencillo, pero por
ponerlo en contexto, es el equivalente al PIB español perdido durante la
pandemia o al tamaño de la economía de Qatar. Si queremos centrar un poco más
el tiro, podemos observar cómo el 40% de las fortunas del 0,01% de los
españoles más ricos se encuentra en paraísos fiscales. La propia Comisión
Europea publicó un informe en 2019 en el que afirmaba que el porcentaje de
riqueza oculta en paraísos fiscales equivalía al 10,4% del PIB mundial. Es
decir, unos 7,5 billones de euros.
Desde 2010 a 2020,
la investigación de los delitos fiscales por parte de la Agencia Tributaria se
ha reducido un 76%
Por eso, un país en
solitario nunca podrá luchar contra los born under the Reagan Administration
tax havens. Es necesaria la colaboración internacional y, sobre todo, la
voluntad política de erradicar tan perniciosa lacra. Acuerdos como el alcanzado
en el seno de la OCDE –y ampliado a 136 países que pactaron fijar un gravamen
global mínimo del 15% para las multinacionales, y que quizá en 2024 se podría
poner en vigor– parecen ser pasos en la buena dirección. Sin embargo, es cierto
que el 15% acordado está muy lejos del 25% o 30% mínimo recomendado por el
panel de Naciones Unidas sobre Responsabilidad Financiera, Transparencia e
Integridad (FACTI). Esta propuesta de un tipo global mínimo del 15% beneficiará
de forma aplastante a los países ricos, lo que tendrá como resultado una
todavía mayor polarización entre países ricos y pobres. Los países del G7 y de
la UE ingresarán en sus arcas dos tercios del nuevo gravamen establecido,
mientras que los países más pobres del mundo recuperarán menos del 3%, a pesar
de albergar a más de un tercio de la población mundial. Nigeria, por ejemplo,
que junto a Pakistán, Sri Lanka o Kenia se ha negado a firmar el acuerdo,
recibirá tan solo un 0,02% de su PIB en dinero adicional cada año (48 céntimos
por persona). ¿Hasta qué punto lo que podrían ser acuerdos históricos para
acabar con los paraísos fiscales se están convirtiendo en un apaño de los
países ricos? El tiempo dirá, pero dudo que a nadie le sorprenda si acaba
siendo así.
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