LAS PUÑALADAS POR LA ESPALDA DEL PSOE
DAVID BOLLERO
El presidente del
Gobierno, Pedro Sánchez, durante la cena ofrecida por el rey de Marruecos,
Mohamed VI, el pasado 7 de abril en Rabat. -Pool Moncloa/Borja Puig de la
Bellacasa
La intervención esta semana del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, ha dejado claro por qué al PSOE, con la connivencia pasiva de Unidas Podemos, no le cuesta nada alinearse con los intereses de Marruecos: tiene el mismo desprecio por los derechos humanos (DDHH). La sarta de mentiras que expuso ayer el ministro acerca de la tragedia de Melilla y el modo en que sigue ocultando las pruebas que este medio ha hecho públicas deberían bastar, como poco, para enterrarlo políticamente hasta el fin de sus días. No pasará, el partido socialista le ha cogido el gusto a tratar las vidas humanas como cifras en una hoja de cálculo que borra a su antojo.
La propuesta ilegal
de Marruecos de anexionarse el Sáhara Occidental invadido ha llegado a la
Asamblea de la ONU. El pasado miércoles fue expuesta por el primer ministro de
Marruecos, Aziz Ajanuch, en un discurso tan falaz como disparatado. Calificar
de "solución justa al problema" la propuesta de autonomía es tan
descabellado como permitir los referéndums de autodeterminación que el próximo
fin de semana Rusia pretende llevar a cabo en Ucrania. Exactamente lo mismo.
Choca frontalmente
con el derecho internacional y con las resoluciones de la misma ONU. A pesar de
ello, el PSOE ha impuesto a su Consejo de Ministros y Ministras y al Congreso
el aval a tamaña atrocidad jurídica. Los socialistas andan un tanto desnortados
con el respeto a los DDHH y a la legalidad internacional y, lo que es peor, han
tenido tantas tragaderas con Marruecos que ya engullen con soltura cualquier
otra vulneración de derechos fundamentales. Y es contagioso, los últimos en
infectarse de esta epidemia mercenaria han sido José Luis Rodríguez Zapatero,
José Bono y Juan Fernando López Aguilar. La exministra María Antonia Trujillo
ha dado un giro de tuerca más al diámetro de su esófago y ya defiende la
marroquinidad de Ceuta y Melilla.
Mientras, Marruecos
impide el paso a todo aquel que pueda poner al descubierto sus crímenes contra
la humanidad. Ayer mismo, los eurodiputados españoles Miguel Urbán
(Anticapitalistas) y Pernando Barrena (EH Bildu) fueron parados en seco cuando
quisieron cruzar la frontera de Melilla con Marruecos para investigar los
asesinatos cometidos contra migrantes en lo que Marlaska califica de actuación
ejemplar. El Gobierno de Pedro Sánchez calla, mira para otro lado, mientras
nuestro ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, se reunía el mismo
día con su homólogo marroquí, Naser Burita. La imagen de Albares besando el
anillo de Burita es inevitable.
Poco le importa a
Pedro Sánchez y el PSOE que Marruecos impida la visita del enviado de la ONU
para el Sáhara, Staffan de Mistura, al Sáhara Occidental invadido, donde comete
sus atrocidades contra la población saharaui. Los socialistas le han dado la
espalda a la moralidad y nuestro presidente igual promete 130 millones de euros
al Fondo Mundial contra el sida, la tuberculosis y la malaria que aún debe el
60% de lo prometido la vez anterior. Ese es el nivel.
La política
exterior históricamente ha tenido poco impacto en las elecciones generales, con
contadas excepciones, como habernos metido en la guerra de Irak en 2003 por los
delirios de grandeza de José Mª Aznar. En esta ocasión no será así. Tanto al
PSOE como a Unidas Podemos les va a pasar una factura muy cara, porque sus
decisiones en el exterior no sólo tiran por tierra los DDHH del pueblo
saharaui, sino que ha empeorado dramáticamente la calidad de vida de la
población española. En un momento donde la conciencia medio ambiental tiene más
calado, España se ha convertido en un consumidor intensivo de gas procedente
del fracking procedente de EEUU en grandes buques gaseros altamente
contaminantes... y a precio de oro comparado con el gas que nos llegaba antes
de Argelia, mucho más barato y sin contaminar por el gaseoducto.
La credibilidad de
Pedro Sánchez se diluye. Verle esta semana homenajear en Nueva York a Salvador
Allende (tiene guasa, en casa del país que colaboró activamente con su
asesinato), junto al presidente de Chile, Gabriel Boric, no significa nada. Si
algo ha demostrado Sánchez es que para él el fin justifica los medios y no le
temblará la mano a la hora de vender a cualquiera si con ello consigue algo a
cambio. La nueva traición al pueblo saharaui, esa puñalada por la espalda, sólo
es la punta del iceberg. Habrá más, como vemos con la tragedia de Melilla, sin
distinguir si lo hace dentro o fuera de nuestras fronteras.
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