RESIDENCIAS O MORIDEROS: DIGNIDAD O NEGOCIO
MARTA NEBOT
Ayer, unas 1.000 o 5.000 personas, dependiendo de quién contara, se manifestaron en Madrid convocadas por la Plataforma Estatal de Organizaciones de Familiares y Usuarias de Residencias para Mayores y para Personas Discapacitadas para reclamar otro modelo de residencias.
En el manifiesto que hicieron público y en su convocatoria pedían una gran movilización social que no sucedió.
Ni los versos que dedicó Serrat a la cita y a la causa ni el apoyo de Miguel Ríos movieron a las masas. Y es que hay una cantinela que de tanto oírla se nos ha metido en el cerebro y nos paraliza.
Cada vez que
escucho "no hay dinero" cuando hablan de la reconversión del modelo
de residencias de ancianos me dan ganas de arañar pizarras, tirarme del pelo,
gritar hasta partirme la garganta. Decir que no hay dinero para eso en un país
rico –siempre salimos en todos los rankings entre las veinte economías más
destacadas del mundo– es un chiste malo o un insulto a la inteligencia
colectiva. Viajar un poco arregla rápido las cabezas que no ven que este es un
país en el que hay mucha pasta.
¿No hay dinero para
que no se nos deshidraten nuestros viejos? ¿No hay dinero para que no les aten
con correas o con fármacos o para que su alimentación sea la adecuada? ¿No se
puede buscar la manera de que sus familias puedan visitarles cuando les dé la
gana, de que sus cuidadores tengan contratos estables para que no cambien cada
media hora? ¿No sería mejor que todos los que pudieran se quedaran en sus casas
y en sus entornos con la ayuda domiciliaria necesaria? ¿En serio? ¿No hay
dinero es el argumento cuando hay todo un entramado internacional con pingües
beneficios, incluso en paraísos fiscales, dedicado a este negocio? ¿No hay
dinero cuando la mayoría de sus víctimas pagan copagos, se dejan la pensión en
esas cárceles, incluso venden sus casas para darse el lujo de ser malcuidados?
Lo que se ha
perdido no es el dinero, sino la vergüenza y el sentido de lo público y de lo
trágico de la vida. Todos, o al menos los más afortunados, seremos ellos y no
todos tendremos la pasta necesaria para las residencias de lujo, que haberlas
también haylas.
Esta semana ha
vuelto el tema a la palestra porque un residente valiente, apasionado y con
labia se ha plantado en el ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes y ha
denunciado lo que sigue pasando, callando todas las bocas que no han hecho nada
más que hablar.
Mariano Turégano,
de 82 años, simplemente ha contado lo que han sufrido en su residencia este
verano: "Habitaciones a 40 grados", "comida deleznable",
"deshidrataciones que les han llevado al hospital".
Y, como pasa
siempre, las víctimas siempre tienen la razón. Nadie contradice en público a
alguien que conmueve al respetable. La cuestión es si se les da algo más que
buenas palabras, algo más que parches momentáneos.
A raíz de su
denuncia, la Comunidad de Madrid y su presidenta, Ayuso, han declarado que lo
van a arreglar, que ya han tomado cartas en el asunto.
Ver sus
declaraciones compungidas también me da ganas de gritar hasta el infinito y
apuesto a que le pasaría lo mismo a cualquiera que se entere un poco de los
entresijos del asunto, vote lo que vote.
Hace menos de tres
meses, el 28 de julio, se hizo público el acuerdo en el Consejo Territorial
para mejorar el sistema de residencias y de cuidados de los mayores. La
votación salió adelante 10 a 9. Votaron en contra las comunidades y ciudades
autónomas gobernadas por el PP, las gobernadas por nacionalistas y García-Page.
El Ministerio de Derechos Sociales propone el texto y arbitra las negociaciones para conseguir
mayoría de votos de las comunidades, pero no vota. Se reunió primero con la
Mesa de Diálogo Civil y con la Social, con familiares y con sindicatos. De esas
reuniones salió un primer borrador, que luego se fue rebajando para conseguir
el acuerdo. Por eso no están contentos con el acuerdo final los que hicieron
aportaciones al primer borrador, aunque el último mejore sin duda lo que hoy
tenemos.
Los buenos acuerdos
dejan descontento a todo el mundo, me dijo una vez alguien que sabe mucho de
eso. Este Consejo Territorial ha conseguido, desde 2020, 31 acuerdos; 29 por
unanimidad, 1 con el voto en contra de Madrid –el que redistribuía menores que
entraron por Ceuta y Melilla entre las diferentes comunidades– y este último
con el resultado mencionado, después de muchísima negociación. Entre 2014 y
2019, el Consejo Territorial anterior solo cerró 5 acuerdos. Voluntad de
consenso no falta.
El nuevo modelo
residencial da diez años para reconvertirse y no cierra nada. El acuerdo
pactado compromete una ratio de 51 cuidadores (43 gerocultores + personal
profesional de segundo nivel –enfermeras, terapeutas ocupacionales,
psicólogos-) por cada 100 usuarios para 2030, que se alcanzará con un
incremento progresivo cada año. Las plataformas de familiares piden 113
profesionales por cada 100 mayores, lo que garantizaría la presencia de un
trabajador por cada cuatro residentes en los turnos de mañana y tarde y de uno
por cada diez por la noche. Cifras cercanas al modelo de los países nórdicos. Y
no es que el ministerio no quiera ese modelo, es que las comunidades autónomas
no lo han querido porque no quieren pagarlo.
Hoy no hay una
ratio estatal. Cada comunidad tiene la suya sin límites. Por ejemplo, en
Galicia oscilan entre 20 y 35 trabajadores por cada 100 usuarios; en Cataluña,
25 y en Madrid, 47.
Sin embargo, estos
números se los lleva el viento según los Marianos y sus familiares que se
atreven a contar los hechos porque no se hacen las inspecciones que obligarían
a que los cuidados mínimos se cumplan, a penalizar seriamente a quien maltrate
a un solo mayor.
Fuentes cercanas al
ministerio confirman que en el acuerdo no se pudo especificar nada a este
respecto porque las comunidades consideraban que las inspecciones –que brillan
por su ausencia– son solo competencia suya.
En Alemania, las
inspecciones no solo son como mínimo anuales, sino que además son públicas y se
exponen a las puertas de estos centros.
Y, volviendo a lo
de los dineros, el gasto en los mayores se ha incrementado un punto por año
desde que empezó el Gobierno de coalición. Del 0,7% del PIB ha pasado al 1%. De
7.000 a 10.000 millones. La OCDE marca un 1,6–1,8% como la media de gasto en
estos derechos mínimos. Es decir, falta mucho, pero su presupuesto ha crecido
3.000 millones en menos de tres años. De los fondos europeos se prevén 2.000
millones para la reconversión del modelo. El Ejecutivo ya ha transferido 700
millones para la transformación de residencias. Hay dos proyectos en marcha
para dar asistencia domiciliaria hasta final de vida y para retornar de las
residencias a sus casas y están funcionando, incluso con mejores números, es
decir, más baratos. Porque el camino es más vida independiente y menos
hospitalaria, en el mal sentido. Lo dice Europa –es la estrategia de cuidados
que está marcando– y lo confirma el sentido común, si lo pensamos en primera
persona.
Así que cuando la
patronal de las residencias, de cuya gestión depende el 90% de las que tenemos,
en las que residen cerca de 400.000 ancianos, dice que con esta nueva normativa
ha perdido inversores, tenemos que alegrarnos. El modelo de morideros
gigantescos tiene los días contados.
Y cuando dicen que
no hay dinero pensemos que simplemente mienten, que es que quieren seguir
ganando lo mismo o más; y que,
probablemente, para que las residencias sean vivibles tengan que ganar menos.
Esperemos que el
Gobierno sea valiente y encuentre la manera de obligar a las comunidades que
votaron que no a cumplir lo acordado. Es menos de lo que queremos pero es un
comienzo y no podemos permitir que se nieguen a cumplir con el mínimo que ellos
mismos han acordado: unidades convivenciales de 15 personas en residencias de
un máximo de 120 residentes, y que las grandes dividan su espacio en estas
unidades para que puedan ser hogares y dejen de ser centros penitenciarios.
Exijamos
simplemente que cumplan lo que acuerdan*, que asuman sus leyes. Ese debería ser
nuestro mínimo.
*Anexo con los principales puntos del acuerdo del Consejo
Interterritorial:
Transformación y
modernización del modelo de cuidados y apoyos con enfoque de derechos humanos
Derecho a la
atención y apoyos personalizados
Derecho a una
atención libre de sujeciones
Sin nuevas
macro-residencias
Residencias con ambiente
hogareño, lo más parecido a un hogar
Participación de
las familias
Derecho a la
intimidad y privacidad
Personalización de
los espacios y entornos amigables
Ubicación en el
entorno comunitario
Mejora de los
servicios domiciliarios
Más profesionales
de atención directa cuidando y prestando apoyos
Mejora de la
calidad del empleo
Mejora de la
coordinación social y sanitaria
Cultura de la
evaluación de la calidad
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