METER EL MIEDO EN EL CUERPO
JUAN TORTOSA
El presidente de la Xunta y
del PPdeG, Alberto
Núñez Feijóo.
(EFE/Lavandeira)
Inspirado en los estomagantes y ultraderechistas anuncios de Securitas Direct, que no se cortan un pelo a la hora de jugar con nuestro miedos -y parece que no pararán hasta conseguir llenar el país de alarmas caseras-, se me ocurrió hace unos días lanzar un tuit donde afirmaba que las derechas siempre han jugado con el miedo de la gente para conseguir sus objetivos, sean estos comerciales o políticos.
Ya pueden cansarse los jueces especializados en el asunto de desenmascarar estas artimañas que da igual. El discurso que las derechas pretenden hacer calar, tan malintencionado como falso, es que si bajas a comprar el pan y dejas la casa sola, al volver te puedes encontrar, pobre de ti, que la han okupado unos intrusos y más te vale darte por jodido. Eso por negarte a poner una alarma, rácano, que eres un rácano. No digamos ya en la segunda vivienda, a la que "abandonas" largas temporadas, ¡ay de ti como se te ocurra no protegerla "con una alarma que permite a un propio acudir en seguida si esta salta y dar parte rápidamente a la policía"!
Todas las veces que se denuncie
esta desvergüenza serán pocas. Decidí pues escribir aquel tuit en el que decía
textualmente: "Meter miedo es una opción a la que las derechas suelen
recurrir de manera habitual, bien sea para vender alarmas, bien para ganar
votos... Es burdo, pero van con ello".
A juzgar por los ataques en
tromba que no tardé en recibir, vi con claridad que debí haber ver tocado
alguna fibra harto sensible. Sin duda había pisado un callo serio y alguien o
álguienes decidieron que tamaña osadía no se podía tolerar, así que empezaron a
bombardearme sin molestarse en disimular que lo hacían de manera coordinada.
Más de un centenar de bots, o
trolls, o como quiera que se les llame, intentaron contra argumentar
recurriendo a un spot electoral de hace más de treinta años en el que los
socialistas comparaban al PP con un doberman. "Eso sí que era meter
miedo", afirmaban, como si yo estuviera defendiendo al PSOE con mi
reflexión en las redes. Por otra parte, decenas de cuentas anónimas me hicieron
el honor de hurgar en mi time line hasta que "descubrieron" algún
tuit en el que yo avisaba del peligro del fascismo cuando este se instala el
poder. Uno de ellos, en el que tras la formación de gobierno en Castilla y León
advertía yo del riesgo del efecto
dominó, fue inmediatamente elevado a la categoría de zasca por centenares de
hooligans que celebraban que alguien me diera "mi merecido". Es
decir, reconocían que el fascismo mete miedo para acusarme a mí de meter miedo.
Otros muchos recurrieron
directamente a los insultos más irreproducibles obligándome a emplear un largo
tiempo en bloquearlos. Cuando escribo estas líneas aún no tengo claro si lo que
desató tamaña furia fue mi alusión al miedo que intentan meter los anuncios de
alarmas caseras o la denuncia de ese empeño en asustarnos que caracteriza a la
derecha cuando busca caladeros en los que pescar votos. Claro que igual es que
ambas cosas están más relacionadas de lo que parece.
La derecha española, tan heredera
ella de sombríos usos y costumbres que permanecen en su ADN es una derecha
inquietante que, además de quitar libertades, entre sus prioridades no figura
precisamente luchar contra las injusticias o la desigualdad. La derecha mete
miedo, claro que sí, porque intenta acojonarnos para mantener así la
preponderancia de unas ideas que sabe, o al menos sospecha, tienen fecha de
caducidad. Quizás sea esa la razón por la que salen en tromba a neutralizar en
redes cualquier osadía que los desnude. A ellos y a sus conexiones con infames
intereses comerciales.
Me preocupa mucho la política de
terror subyacente -a veces explícito- que existe en los anuncios de alarmas
domésticas. Tengo amigos que son cámaras de televisión que están hasta las
narices de cubrir presuntas informaciones relacionadas con el fenómeno okupa,
del que hay que sacar petróleo como sea para así alimentar y reforzar las tesis
de las empresas de alarmas que se gastan un pastizal en publicidad. Hay
reporteros que empiezan a rebelarse cuando les piden que se metan en
determinados berenjenales donde se juegan literalmente el tipo.
En los platós la cosa parece más
complicada y ahí tenemos el papelón de algunos conductores de programas
intentando enmendarle la plana hasta a los jueces especializados, como decíamos
al comienzo. "Llevo diez años dedicándome a esto y le puedo asegurar que
el número de casas habitadas que son víctimas de ocupación es prácticamente
nulo", afirma el juez. "¿Está usted seguro de lo que dice?", osa
replicarle sin pudor el paniaguado de turno. Como decía Groucho Marx,
"¿acaso se atreve usted a creer más en lo que ven sus propios ojos que en
lo que yo le estoy diciendo?".
Bien sea por intereses
comerciales, bien por razones políticas,
lo que parece claro es que a las derechas les hace bastante pupa que
denunciemos su infame táctica de meterle el miedo en el cuerpo al personal para
conseguir sus oscuros objetivos. Habrá pues que continuar en la pelea.
J.T.
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