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viernes, 16 de septiembre de 2022

NO ME LLAMES DOLORES, LLÁMAME TASA

 

NO ME LLAMES DOLORES, LLÁMAME TASA

Si el impuesto a la banca es un concepto que le sobra a Feijóo, que sepa que hay alternativas. Por ejemplo, “una amistosa devolución de los 95.000 millones cedidos con mucho gusto por la población española en la anterior crisis”

GERARDO TECÉ

Alberto Núñez Feijóo en una reunión.

En matemáticas, dos hechos mutuamente excluyentes son aquellos que no pueden coincidir en el tiempo. Es imposible. Podrías torturar durante horas al ruso Kolmogórov, padre de la teoría de la probabilidad, y el tipo te seguiría jurando que, si uno tira un dado y le sale un cinco, es imposible que al mismo tiempo le salga un dos por mucho que te empeñes. El pobre ruso no conocía la política española.

 

En nuestro día a día político, que dos hechos mutuamente excluyentes coincidan en el tiempo se llama lunes en la oficina del Partido Popular. Para desesperación de matemáticos y demás personas con querencia por la realidad, esta semana el imposible ha vuelto a ocurrir sin despeinarse. Si en la época de Pablo Casado –que dios lo tenga en su gloria– era habitual ver al líder de la derecha española fotografiándose frente a explotaciones ganaderas extensivas para apoyar la ganadería intensiva, en la era Feijóo la vida sigue igual. Mientras en España el PP votaba en contra de debatir la posibilidad de gravar con un impuesto los beneficios extraordinarios de banca y grandes empresas energéticas, calificando la medida de “comunismo bilioso” –si no lo conocen es ese tipo de comunismo en el que no puede disimularse el exceso de bilis que suelta la boca del comunista en cuestión–, el mismo PP del mismo Nuñez Feijóo, en las mismas fechas, se sumaba a la idea de Bruselas de aplicar una tasa a bancos y eléctricas. Feijóo prometió moderación en las formas, nunca respetar las matemáticas.

 

No es lo mismo aplicar una tasa que imponer un impuesto, aseguran en el PP tras el enfado de la asociación de amigos de la teoría de la probabilidad. Es decir, lo que diferenciaría al comunista que suelta bilis por la boca y se relame ante la posibilidad de que el banquero pague y un señor de bien que toma medidas responsables en Bruselas es la palabra: impuesto o tasa. El uso correcto y minucioso del lenguaje es fundamental, como nos enseña la derecha española. Lo sabemos desde hace décadas. Con Aznar poniendo los pies sobre la mesa de George Bush, aprendimos que no era lo mismo una guerra o un bombardeo sobre personas inocentes, como pensábamos que estaba sucediendo, que una “operación para democratizar Iraq”. Con Rajoy descubrimos que no hay que llamar ladrón o corrupto a quien mete la mano en la caja de Bárcenas, porque, respetemos la semántica, lo que había dentro de aquellos sobres no eran más que “ciertos gastos de representación”. No es lo mismo acercar presos de ETA que “ser generoso con el Movimiento Vasco de Liberación”. No es lo mismo cargarse la sanidad pública que “externalizar servicios”; como no es lo mismo que tu hermano se forre vendiendo mascarillas que “realizar operaciones de suministro absolutamente legales”.

 

Ser moderado en política es, sobre todo, cuidar el lenguaje. Si con los anteriores líderes de la derecha española aprendimos a amar la elección de la palabra correcta, el líder Feijóo que se presenta ante el mundo como el capitán moderación no puede –no debe– ser menos. Si el impuesto a la banca, por agresivo, es un concepto que le sobra, que sepa que hay alternativas. Por ejemplo, “una amistosa devolución de los 95.000 millones de euros cedidos con mucho gusto por la población española en la anterior crisis que deberán abonar, si les parece oportuno, con sus correspondientes intereses”. No hay nada como saber comunicarse. Kolmogórov estaría de acuerdo.

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