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domingo, 18 de septiembre de 2022

METER EL MIEDO EN EL CUERPO

 

METER EL MIEDO EN EL CUERPO

JUAN TORTOSA

El presidente de la Xunta y del PPdeG, Alberto

Núñez Feijóo. (EFE/Lavandeira)

Inspirado en los estomagantes y ultraderechistas anuncios de Securitas Direct, que no se cortan un pelo a la hora de jugar con nuestro miedos -y parece que no pararán hasta conseguir llenar el país de alarmas caseras-, se me ocurrió hace unos días lanzar un tuit donde afirmaba que las derechas siempre han jugado con el miedo de la gente para conseguir sus objetivos, sean estos comerciales o políticos.

Ya pueden cansarse los jueces especializados en el asunto de desenmascarar estas artimañas que da igual. El discurso que las derechas pretenden hacer calar, tan malintencionado como falso, es que si bajas a comprar el pan y dejas la casa sola, al volver te puedes encontrar, pobre de ti, que la han okupado unos intrusos y más te vale darte por jodido. Eso por negarte a poner una alarma, rácano, que eres un rácano. No digamos ya en la segunda vivienda, a la que "abandonas" largas temporadas, ¡ay de ti como se te ocurra no protegerla "con una alarma que permite a un propio acudir en seguida si esta salta y dar parte rápidamente a la policía"!

 

Todas las veces que se denuncie esta desvergüenza serán pocas. Decidí pues escribir aquel tuit en el que decía textualmente: "Meter miedo es una opción a la que las derechas suelen recurrir de manera habitual, bien sea para vender alarmas, bien para ganar votos... Es burdo, pero van con ello".

 

A juzgar por los ataques en tromba que no tardé en recibir, vi con claridad que debí haber ver tocado alguna fibra harto sensible. Sin duda había pisado un callo serio y alguien o álguienes decidieron que tamaña osadía no se podía tolerar, así que empezaron a bombardearme sin molestarse en disimular que lo hacían de manera coordinada.

 

Más de un centenar de bots, o trolls, o como quiera que se les llame, intentaron contra argumentar recurriendo a un spot electoral de hace más de treinta años en el que los socialistas comparaban al PP con un doberman. "Eso sí que era meter miedo", afirmaban, como si yo estuviera defendiendo al PSOE con mi reflexión en las redes. Por otra parte, decenas de cuentas anónimas me hicieron el honor de hurgar en mi time line hasta que "descubrieron" algún tuit en el que yo avisaba del peligro del fascismo cuando este se instala el poder. Uno de ellos, en el que tras la formación de gobierno en Castilla y León advertía  yo del riesgo del efecto dominó, fue inmediatamente elevado a la categoría de zasca por centenares de hooligans que celebraban que alguien me diera "mi merecido". Es decir, reconocían que el fascismo mete miedo para acusarme a mí de meter miedo.

 

Otros muchos recurrieron directamente a los insultos más irreproducibles obligándome a emplear un largo tiempo en bloquearlos. Cuando escribo estas líneas aún no tengo claro si lo que desató tamaña furia fue mi alusión al miedo que intentan meter los anuncios de alarmas caseras o la denuncia de ese empeño en asustarnos que caracteriza a la derecha cuando busca caladeros en los que pescar votos. Claro que igual es que ambas cosas están más relacionadas de lo que parece.

 

La derecha española, tan heredera ella de sombríos usos y costumbres que permanecen en su ADN es una derecha inquietante que, además de quitar libertades, entre sus prioridades no figura precisamente luchar contra las injusticias o la desigualdad. La derecha mete miedo, claro que sí, porque intenta acojonarnos para mantener así la preponderancia de unas ideas que sabe, o al menos sospecha, tienen fecha de caducidad. Quizás sea esa la razón por la que salen en tromba a neutralizar en redes cualquier osadía que los desnude. A ellos y a sus conexiones con infames intereses comerciales.

 

Me preocupa mucho la política de terror subyacente -a veces explícito- que existe en los anuncios de alarmas domésticas. Tengo amigos que son cámaras de televisión que están hasta las narices de cubrir presuntas informaciones relacionadas con el fenómeno okupa, del que hay que sacar petróleo como sea para así alimentar y reforzar las tesis de las empresas de alarmas que se gastan un pastizal en publicidad. Hay reporteros que empiezan a rebelarse cuando les piden que se metan en determinados berenjenales donde se juegan literalmente el tipo.

 

En los platós la cosa parece más complicada y ahí tenemos el papelón de algunos conductores de programas intentando enmendarle la plana hasta a los jueces especializados, como decíamos al comienzo. "Llevo diez años dedicándome a esto y le puedo asegurar que el número de casas habitadas que son víctimas de ocupación es prácticamente nulo", afirma el juez. "¿Está usted seguro de lo que dice?", osa replicarle sin pudor el paniaguado de turno. Como decía Groucho Marx, "¿acaso se atreve usted a creer más en lo que ven sus propios ojos que en lo que yo le estoy diciendo?".

 

Bien sea por intereses comerciales, bien  por razones políticas, lo que parece claro es que a las derechas les hace bastante pupa que denunciemos su infame táctica de meterle el miedo en el cuerpo al personal para conseguir sus oscuros objetivos. Habrá pues que continuar en la pelea.

 

J.T.

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