ISABEL II: IMPERIO PERDIDO, FINANZAS
AL RESCATE
LUIS MORENO
Profesor Emérito de Investigación en el Instituto
de Políticas y Bienes Públicos (CSIC)
Los estudiantes de la
Escuela de Arte Gurukul rinden homenaje a la difunta reina Isabel II de Gran
Bretaña pintando dibujos de ella, en Mumbai, India, el 9 de septiembre de
2022.- EFE
Con el fallecimiento de Isabel II, no por esperado ha rebajado su emotividad, se abren ahora nuevas perspectivas de futuro y se rememoran episodios del pasado. Como observación colateral a la noticia en sí, conviene recordar una vez más que Isabel II ha sido la reina del Reino Unido de Gran Bretaña (Inglaterra, Escocia, País de Gales) e Irlanda del Norte. Causa desánimo comprobar cómo esta denominación completa que incluye a sus cuatro naciones constitutivas es obviada por no solo algunos periodistas, sino incluso por expertos profesionales de la traducción. Valga un dato de carácter biográfico como ilustración del nivel de desatino terminológico.
En 1986, tras
doctorarme por la Universidad de Edimburgo y ser requerido por la
administración española a proporcionar la traducción compulsada de la
documentación relativa a la homologación del título doctoral (previo el abono de
las correspondientes tasas fijadas por el entonces colectivo monopolístico de
los traductores jurados), se me certificó que el título de mi disertación era
Descentralización en Inglaterra y España: los casos de Escocia y Cataluña
cuando en el original correspondía a Decentralisation in Britain and Spain. The
cases of Scotland and Catalonia. Como puede entender el lector, el equívoco no
era sólo de carácter formal sino conceptualmente torticero. ¿Podrían Uds.
imaginarse una traducción comparativa como Descentralización en Gran Bretaña y
Castilla. Los casos de Escocia y Cataluña. Menos mal que no se me exigió la
traducción "jurada" de las 534 páginas de la tesis. Además de las
inexactitudes, el coste económico para el españolito que hacía el primer
doctorado en ciencias políticas en una universidad anglosajona, no hubiera sido
baladí.
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y perdón por el impudor biográfico.
Quizá no sea
‘políticamente correcto’ mirar al pasado -sin ira por parte de un agradecido
investigador formado en el Reino Unido- del longevo reinado de Isabel II. Pero
algunas reflexiones deben hacerse. El más destacado es que el Reino Unido
perdió su imperio tras la Segunda Guerra Mundial. De gobernar territorialmente,
a menudo feroz y sanguinariamente, una cuarta parte del planeta, cerca de
cuarenta países se independizaron sucesivamente, siguiendo el ejemplo del
subcontinente indostaní auspiciado por el visionario Jawaharlal Nehru. Pasó
subsiguientemente a ser un importante país europeo, aunque trató de prolongar
su estatus imperial con la constitución de la Commonwealth of Nations, remedo
de una instancia poscolonial a la que la propia Isabel II dedicó no poco
esfuerzos. Con la globalización posterior del tránsito hacia el siglo XXI, el
empeño poscolonial se ha quedado en una recreación cuasi lúdica de carácter
cultural (cada 4 años se siguen celebrando los Commonwealth Games en un tono
festivo y que, originariamente entre 1930 y 1950, se denominaban British Empire
Games).
De entre los varios
desarrollos a considerar en la evolución del reinado de Isabel II, el
económico, y, más concretamente el relativo a las finanzas, ha sido el más
decisivo para que el Reino Unido sobreviviera su particular pérdida de estatus
imperial. Sus dificultades para cuadrar las cuentas nacionales se visibilizaron
con la Guerra de las Malvinas. Con la esterlina en caída libre y la economía
por los suelos, el gobierno laborista de James Callaghan ya había requerido un
préstamo al Fondo Monetario Internacional de 2.300 millones de libras de la época.
Posteriormente, como se sabe, tras la llegada de Thatcher al poder la
explotación de los pozos petrolíferos en las costas del Mar del Norte frente a
Escocia fueron un bálsamo para una economía que se había beneficiado de la
‘protección’ de la CEE desde su ingreso en 1974.
Empero, el impacto
más decisivo en la marcha de la economía británica de los último lustros ha
sido la inyección de capitales ‘invisibles’ en la City londinense. Muchos de
los dineros ha provenido de los anteriormente sojuzgados países colonizados,
donde cuyas élites siempre han aspirado a tener sus ahorros e inversiones en
Londres, principal plaza financiera británica tras la de Edimburgo. Los ‘nuevos
ricos’ putinescos han seguido su ejemplo.
Se comenta que el
sector financiero del Reino Unido es responsable del 15% del PIB, porcentaje
similar al que representa el turismo en España. Empero se calla que los activos
depositados en bancos y entidades financieras del Reino Unido han facilitado
los ‘agujeros’ y necesidades contables de los ejecutivos británicos,
especialmente tras el Brexit. Conviene recordar el principio básico de la
contabilidad clásica (doble partida) introducido por Fra’ Luca Pacioli
(1445-1517) mediante el cual se establece que a toda ‘salida’ (gasto)
corresponde una anotación contable como ‘entrada’ de igual importe. En otras
palabras, a todo cargo corresponde un abono. Sin la disponibilidad de los
dineros depositados y negociados por la City, los Gobiernos no habrían podido
solventar sus problemas de financiación de la deuda tanto pública como privada.
Ahora se especula
de dónde vendrán los rescates que el Reino Unido confronta tras la muerte de
Isabel II. Como ‘perrito faldero’ de los EE.UUU, cuenta con una poderosa
alianza capitalista anglosajona, pese a la disparidad de las monedas nacionales
(dólar y libra esterlina). Y naturalmente cuenta con poderosas armas
disuasorias propias como son sus submarinos nucleares Trident en aguas de
Faslane, a la salida del estuario escocés de rio Clyde en Escocia
Ciertamente un logro
indisputable que ha acompañado el reinado de Isabel II en paralelo a la pérdida
imperial, y que ha facilitado sobremanera los rescates de los capitales
peregrinos ha sido la extensión internacional de la lengua inglesa a
prácticamente todos los sectores culturales, económicos y sociales. Isabel II
será siempre asociada al imparable uso de la lengua de Chaucer como auténtico
esperanto mundial.
Requiescat in pace,
Elizabeth Regina.
God save the king
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