LA DEUDA ETERNA DE ESPAÑA CON
EL SÁHARA OCCIDENTAL
POR ESTHER REBOLLO
Se van a cumplir 30 años de mi viaje a Tindouf, la ciudad argelina que alberga los campos de refugiados saharauis donde el Frente Polisario levantó su base de operaciones en su lucha por la autodeterminación del Sáhara Occidental. Todavía me pregunto si fui como observadora de paz -en teoría la ONU iba a organizar un referéndum de independencia e integré una misión de supervisión- o como periodista; creo que ejercí ambas tareas. Y el Sáhara Occidental quedó para siempre en mi universo de causas injustas, entre las muchas que he conocido en el mundo desde entonces.
Un viaje
complicado. La primera parada fue Argel, ciudad que vivía en toque de queda por
las acciones armadas del Frente Islámico de Salvación (FIS), uno de los
gérmenes del yihadismo en el norte de África. Al aterrizar, me encontré un
aeropuerto destruido por la bomba que había estallado días antes; también
acababa de ser asesinado el presidente Mohamed Boudiaf. Argelia se desmoronaba.
El Polisario me escoltó hasta la ‘hamada’, el desierto más pobre del Sáhara, en
el extremo sur de Argelia, donde siguen creciendo los campos de refugiados de
Tindouf. Se había firmado en 1991 un alto el fuego y se vivía una explosión de
esperanza por los preparativos para el plebiscito, tras años de guerra.
Argelia siempre ha
apoyado la causa saharaui, no importa qué tipo de Gobierno haya estado al
frente. Ha sido así desde el fatídico 7 de noviembre de 1975, cuando el Sáhara
Occidental era una provincia española y el dictador Franco acariciaba su
muerte. En esa fecha comenzó la Marcha Verde, es decir, la ocupación del
territorio por Marruecos, ante la pasividad de España y del mundo.
A día de hoy, no se
ha celebrado el anhelado referéndum, tampoco las Naciones Unidas han velado por
el respeto de los acuerdos, ni España ha intercedido en favor los saharauis;
más aún, Marruecos ha encontrado un apoyo incontestable, el de los Estados
Unidos. Y pasaron 30 años… Marruecos construyó un muro de contención para
detener el avance del Polisario, límites que se llenaron de minas antipersona,
y el pueblo saharaui quedó dividido entre quienes hicieron su vida en los
campos de Tindouf, donde se estableció la República Árabe Saharaui Democrática
(RASD), y quienes quedaron en el verdadero Sáhara Occidental, cuya capital es
El Aiún.
¿Por qué no se
celebró el referéndum? Hubo varios motivos, pero el fundamental fue la gran
disputa del censo, pues los marroquíes lo inflaron de colonos con el objetivo
de que ganara la opción de pertenecer a Marruecos. El viejo truco que siempre
paraliza a la ONU. Las consecuencias son conocidas: décadas de guerra,
generaciones nacidas y crecidas en campos de refugiados, persecución y
represión en los territorios ocupados y mucha desinformación por parte de
Marruecos.
El punto de
inflexión
En diciembre de
2019, durante el XV Congreso del Frente Polisario, los saharauis anunciaron su
intención de volver a las armas. Respondían así a la nueva estrategia de
Marruecos de cambiar las reglas del juego, desconocer los acuerdos de 1991 y
ofrecer como única alternativa una autonomía para el Sáhara Occidental,
aprovechando el apoyo de Francia y Estados Unidos, el siempre silencio de
España, y la debilidad del entonces presidente argelino, Abdelaziz Buteflika.
El golpe de efecto
tardaría un año en llegar, en octubre de 2020, fecha en la que el Polisario
organiza una protesta en Guerguerat, una ‘zona de no intervención’ en la
frontera de Mauritania, con el consiguiente bloqueo de la circulación de
camiones con mercancías. La respuesta no se hace esperar y Marruecos envía
tropas. El siguiente capítulo es una declaración de guerra por parte del
Polisario, enfrentamientos armados y más represión en el Sáhara Occidental,
donde la resistencia vive al límite.
Es una acción
desesperada del Polisario para llamar la atención de la comunidad internacional
y casi lo consigue. Pero semanas después, aun tras haber perdido las elecciones
en EEUU, Donald Trump reconoce la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental
a cambio de que Rabat establezca relaciones diplomáticas con Israel. Jaque mate
al pueblo saharaui. De nuevo nadie dice nada y se suspende la cumbre bilateral
que iban a celebrar antes de fin de año los Gobiernos de Marruecos y España.
Porque, aunque nadie lo confirma, Rabat está esperando a que el Ejecutivo de
Pedro Sánchez salga de lo que denomina la ‘zona de confort’ y se alinee a EEUU
y Francia en su posición sobre la antigua provincia.
Trump no se lo ha
puesto fácil a Joe Biden. Si bien la
impresión es que el nuevo presidente estadounidense no va a revertir la
decisión de su predecesor -entre otras cosas porque no le viene mal para sus
intereses con su principal socio en África Occidental-, Biden tendrá que
adoptar alguna posición cuando el Consejo de Seguridad de la ONU retome el caso
y Washington deba decidir sobre la redacción de la resolución correspondiente.
Además, varios senadores le han solicitado por escrito que dé marcha atrás.
Lo que viene puede
ser peor
En el entretanto no
cesan las escaramuzas entre combatientes del Polisario y del ejército marroquí,
tampoco las violaciones a los derechos humanos en el territorio ocupado. En los
últimos días Equipe Media, una agencia saharaui de prensa que trabaja casi de
forma clandestina en el Sáhara Occidental, ha dado cuenta de palizas,
secuestros, detenciones y vejaciones contra activistas y población civil. Según
me cuenta Admed Ettanji, de Equipe Media, a medida que crece la represión
también crece la respuesta del pueblo saharaui.
Y es que el
Polisario, desde su feudo en el desierto argelino y convencido de que la
situación no es buena para sus planes de independencia, busca más acción al
interior del Sáhara Occidental, busca ruido desde las zonas ocupadas, una mayor
resistencia; y esto va a llevar a una política marroquí más represiva. Esa es
la razón por la que crecen los bloqueos, el seguimiento, las detenciones, los
allanamientos a viviendas…. Y esto no se va detener.
En la suma está el
factor Argelia, ya recuperada de la crisis interna tras la salida del poder y
posterior muerte de Bouteflika, que ha movido tropas hacia la frontera, con una
cúpula militar totalmente comprometida con la causa saharaui. Y esto a
Marruecos no le gusta.
Para dotar a los
hechos de contexto hay que tener en cuenta que Marruecos y Argelia están
enfrentados no sólo por la cuestión saharaui, también se juegan el control de
la entrada al Sahel, una zona clave de seguridad para Europa por los flujos
migratorios y el yihadismo, donde se da una pelea por el control de África
Occidental.
Hoy he hablado con
Jalil M. Abdelaziz, hijo del que fuera presidente de la RASD y líder del Frente
Polisario desde 1976 hasta su muerte, en 2016; hemos intercambiado impresiones
sobre lo ocurrido durante estos 40 años, sobre los anhelos del pueblo saharaui
y el sueño de su padre: «Militar en el Polisario e implicarse en la revolución
no va a darnos la independencia; es una lucha de por vida, una lucha de
generaciones», le argumentaba el presidente Mohamed Abdelaziz a Jalil en sus
últimos años de vida, más marcados por el pragmatismo que por el idealismo. Era
consciente de que se estaba complicando la situación.
¿Y qué pasa con
España?, le pregunto. «España no puede desligarse, no puede decir que no es
responsable, pues es la administradora del territorio. En todo proceso de
descolonización, la colonia es la potencia administradora hasta que se da la
autodeterminación», me responde Jalil. También remarca que todos los Gobiernos
han estado «maniatados por el ‘juancarlismo’ y la herencia franquista» a la
hora de enfrentar el problema del Sáhara. «España no puede ser rehén de la
política chantajista de Marruecos, ni plegarse a la política exterior de
Francia».
Pero Jalil también
habla de las dos Españas, la del compromiso con el pueblo saharaui, la del
apoyo de las organizaciones civiles y de muchos políticos, y la España que,
como Estado, ha actuado históricamente de forma «vergonzosa y humillante».
Esta es la deuda de
España con los saharauis, un pueblo en lucha y partido por la mitad.
Imagen de
portada:Mujeres saharauis en el XV Congreso del Frente Polisario, en Tifariti,
diciembre de 2019. FOTO: Javier Martín
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