ELLA
DUNIA SANCHEZ
La primavera aparecía y se iba con su paso tímido hasta el día donde su apreciable sentido de inestabilidad será presencia por unos meses. Silenciosa merodeaba ya por los atardeceres esperando la noche. Silenciosa merodeaba ella, en su desierto deseado, frente una pantalla donde se lucían películas que le recobraban la vida, los sueños. Iba a su armario, su armario profundo, su armario grande, su armario enigmático. Sacaba alguna prenda en similitud con las escenas que corrían ante su mirada y se transformaba. Sí, se transforma como protagonista interminable, invisible en el norte de sus pensamientos. Sí, se transformaba en una escena donde ella con peluca o sin peluca, con lentillas o sin lentillas, con sus trajes de mujer o sin sus trajes de hombres desencadenada su forma de la vida. Y , era feliz. Llanuras inconfesables donde su yo era otro yo. Mientras la primavera desequilibraba venía, despacio pero, venía. Y ella callada se sumergía en mundo donde sus labios tropezaban con otros labios, donde su cuerpo tropezaba con otros cuerpos. Y , era ella…porque era ella más allá de su silencio.
Era especie de un fotograma donde sus ojos cerrados soñaban la aventura
de cada película, con sabiendas cual era su final. Así era ella, ella mujer del
norte de los sordos, de los ciegos. Y la oscuridad llegaba, llegaba y se
quedaba por unas cuantas horas. Unas cuantas horas donde ella no era ella o,
si. Y la primavera aparecía y se iba con su paso tímido, aun no se
quedaba. Y tal vez lloraba, y tal vez
gritaba, y tal vez callaba, y tal vez conversaba, y tal vez reía, y tal vez se
enojaba, y tal vez fuera ella en un ir y venir de cada película. Y, era
ella…porque era ella más allá de su silencio.
Ella transportada en otras dimensiones de la vida ya sea futura,
presente, pasada ¡Sueña¡ ¡Sueña¡ Después cuando el nocturno desembocaba al saludo del sol , antes de que
alguien despertarse se iba al jardín con su rostro maquillado aún,se
arrodillaba y esparcía semillas de alguna planta en ritual a esas escenas que se
había entregado. Y retornaba con sus ojos mirando el firmamento, y
retornaba con sus hombros cansados, y retornaba en el surgimiento del trinar de
los despertares. En su cama se dejaba vetar por el agotamiento, por las ganas
de dormir. Y la primavera aparecía y se
iba con su paso tímido.
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