VIVISECCIÓN CRUENTA
Por Eduardo Sanguinetti, filósofo y poeta
"Tratar en paz y silencio las urgencias más inmediatas de la humanidad" De mi nouvelle Morbi Dei (Ed.Corregidor,1985)
Viejo transeúnte de búsquedas en los caminos de la historia de la cultura y el rastro de sus hacedores, resulta agradable, en ciertas ocasiones, mostrar y señalar, sin remisiones ni alternativas, la continuidad escandalosa de estafas que nos presentan, los hacedores de realidades perturbadoras de genio y de idiotez, devenida en crónica de encuentros clandestinos con el "deber ser" y encuentros comprometidos con allegados a la farsa reinante... compromisos políticos presentados como el ideal del milenio, eminentemente destinados a ser verdugos de una sociedad que permanece en estado de incertidumbre insoportable.
Tragedia de un
tiempo deplorable, de actores y espectadores intercambiables en sus roles de
marionetas de un destino que se remite a una puesta en escena multiforme de la
'contramemoria', que ratifica la pérdida de unicidad y veracidad, en
permanentes formas de representación de lo real presentes en un metalenguaje
excluyente.
En el amplio
entramado de discursos apócrifos de la contemporaneidad, pueden reconocerse,
como paradigmas innegables, los relatos que, desde la ficción, indagan,
representan la realidad oculta, mediata e inmediata de una Argentina decadente.
Si sobre el filo de
la revolución de 1789, un incendiario como lo ha sido el Marqués de Sade,
proclamaba todavía: "¡Franceses, un último esfuerzo si queréis ser
libres!", para mí, ya no hay esfuerzo que valga 230 años después. Todo se
ha perdido irremisiblemente y sólo queda la puerta estrecha de las buenas
intenciones del colaboracionismo con la mentira elevada a símbolo, de ninguna
fe y el camino a la cloaca.
Comienzo por ser
sincero conmigo mismo, una práctica habitual, para nada deleznable y que, a
fuerza de husmear en los basureros de este sistema, de esta sociedad y en las
zonas más viscerales y reprimidas de la conducta humana, acabó con romper con
todas las barreras, prejuicios y convenciones que pesan sobre la forma de
representación del mundo y del hombre... impuestas por la moral habitual, las
buenas costumbres de una comunidad hipócrita y cobarde que se asimila a
cualquier propuesta impuesta por personajes clausurados por la dignidad y la
ética, en franca retirada de nuestras prácticas de vida-sobrevida.
No deseo que nada
falte en mi desengañada enunciación de suciedades que propongo, a modo de
lograr un efecto revelador en mentes anestesiadas, dormidas, en el cuadro
milimétrico, de una civilización en caída libre, expoliadora, ni la autopsia
minuciosa de las instituciones, la religión, la familia, la amistad, el
proxenetismo, el amor y el papel de cierta ciencia, entrevista ahora como un
mundo de tedio y putrefacciones lentas, de delirio frío y razonado.
En este proceso
revelador que propongo, en la que imputó a la suprema grosería de políticos de
ocasión, intelectuales de 'patisserie', artistas conmovedoramente espantosos,
infiltrados a conveniencia de mercachifles destructores de la cultura, hoy
devenida en una construcción escatológica, de la razón burguesa, tan afín al
espíritu de la sociedad argentina, inconciliable con la verdad, representando
torpemente el rol de enunciadores del discurso vacuo que ha sentado reales en
una Argentina réproba, relegada a la zona de lo "innombrable".
También mi obra, es
'clave', para una generación traicionada, condenada al ostracismo más feroz,
pero a la vez constituye una revelación, para muchos sórdida y anonadante, de
que los "grandes principios" tan proclamados en discursos anodinos de
gobernantes "á la carte", o por informantes de trama mafiosa de
medios censores y criminales, son moneda falaz y maleable, en un mundo en que
los valores humanísticos, se derrumban sin alternativa posible de ser
salvaguardados.
Las respuestas
literarias o los caminos que se abren a esta situación de crisis, serán
múltiples: el "acto gratuito" de "Las cuevas del Vaticano"
(1914) de Andre Gide, el 'honor' frío e ingobernable de "La
metamorfosis" (1917) de Kafka, la 'oscuridad' y el carácter disolvente de
la "Tierra baldía" (1922) de T.S.Eliot, la fractura del
"Ulises" (1922) de James Joyce, la visión fantástica en la
"Invención de Morel" (1940) de Adolfo Bioy Casares, las exploraciones
de los surrealistas y la actitud subversivamente coherente de poetas como Boris
Vian, René Crevel y Antonin Artaud, o bien ese tumulto de lirismo, euforia,
nihilismo, visión degradada del mundo, pesadillas, humor, sinceridad, pasión,
exaltación, epifanías y candor que estalla en mi nouvelle "Morbi Dei"
(1985), iniciación vital de un excluido, cual prólogo intentado de una
vivisección cruenta que pone de manifiesto los mecanismos más íntimos de la
condición humana.
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