EL PROBLEMA LO TIENE USTED, NO LAS INFANTAS
Si cada paso natural que da la monarquía genera esta crispación,
la culpa no es de palacio sino suya. Es usted el que no entiende que lo que
acepta, con una jefatura del Estado de sangre azul, es que haya personas de
primera y de segunda
GERARDO TECÉ
“Se nos ofreció y accedimos”. Encierras a la élite de los historiadores españoles en una sala, les pides que definan el privilegio monárquico con un lema y no son capaces de lograr el nivel de precisión conseguido en su comunicado por la infanta Elena y Cristina. Quién nos lo iba a decir.
La vacunación de las infantas Elena y Cristina en su viaje a Abu Dabi, por más que ocupe espacio en tertulias o telediarios, no es un asunto de actualidad política, sino del corazón. Como puede serlo la última pelea entre la Pantoja y Chabelita o los cuernos de Enrique Ponce. En este caso, la noticia del corazón nos habla del último episodio en la convulsa relación entre la monarquía española y la sociedad a la que dice representar. La vacunación de las infantas es, simplemente, un capítulo más de esa relación de pareja y el recordatorio de lo que de sobra sabemos: la monarquía se basa en el privilegio. Nada nuevo bajo el sol. Nada que justifique el escándalo que se ha montado salvo, reconozcámoslo, las ganas de chascarrillo que tenemos plebeyos como usted y como yo.
Es tarea de la
sociedad, y no de la monarquía, aceptar que la hija de un rey tendrán más
ventajas y posibilidades educativas que los hijos de cualquier plebeyo
Dice el manual de
supervivencia de las monarquías que estas deben adaptarse a los tiempos,
costumbres y formas de su pueblo. En realidad es falso. Como se demuestra cada
día en España, son los pueblos los que deben adaptarse a sus monarquías para
tener la fiesta del día a día en paz, para evitar disgustos como el de las
vacunaciones VIP de las infantas. Una vez aceptada la monarquía como animal de
compañía del siglo XXI, la sociedad española –cualquier sociedad mansa como la
nuestra– debería aceptar con naturalidad el privilegio que esta permite.
Aceptar sin enfado que un familiar enfermo tenga que esperar meses para
vacunarse mientras las hijas sanas del emérito huido vuelven a palacio sanas,
salvas y vacunadas. Y comieron perdices, deberíamos corear en las plazas de los
pueblos para celebrarlo en lugar de andar quejándonos como chiquillos. Es tarea
de la sociedad española, y no de la monarquía, aceptar de una vez que la hija o
el sobrino de un rey tendrán más ventajas y posibilidades educativas que los hijos
de cualquier plebeyo. Debemos aceptar, en nombre de la buena relación
sociedad-monarquía, que la justicia no va a ser nunca igual para todos. Asumir
con deportividad que si usted comete un error será perseguido y entender que
quien amasa una fortuna a base de comisiones ilegales sea protegido por su
condición de realeza. Ojalá el efecto mariposa español vivido con la vacunación
de las infantas ayude a algunos a entenderlo: un rey puesto a salvo lejos de la
justicia, tras ser destapada su corrupción, provoca una inmunización inmediata
de sus hijas mientras España espera su dosis de salud y ayuda económica.
Si cada paso
natural que da la monarquía genera esta crispación, la culpa no es de palacio
sino suya. Suya es la responsabilidad de entender que lo que ha aceptado, con
una jefatura del Estado de sangre azul, es que haya personas de primera que son
mantenidas y aplaudidas por personas de segunda como usted. No son las infantas
quienes tienen que dar explicaciones, sino usted. ¿A qué viene montar tanto escándalo?
¿No sería más justo el aplauso a la discreción de unas altezas reales que,
pudiendo vacunarse antes que usted en un hospital que lleva su propio nombre,
han decidido hacerlo fuera de su vista para no recordarle a usted que es de
segunda? Después de tantos años, va siendo hora de dejar de llevarnos las manos
a la cabeza. A estas alturas deberíamos tener inmunidad de rebaño: hace tiempo
que estamos vacunados de espanto.
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