LA SOMBRA, 9(NARRATIVA)
DUNIA SANCHEZ PADRON
Libre , soy libre.
Se me han hecho corto los años, todo pasa rápido. Salgo de este enjambre de
barrotes a otra vida y no me arrepiento del ayer. La educadora me ha echado un
gran cabo. He estudiado, me he liberado la mierda y ahora puedo decir que soy
humana, que soy mujer. Libre, soy libre. La emoción está en mi piel erizada, el
temor porqué no también ¡Qué será¡ ¡Qué será de mi vida¡ Llevo una maleta más
bien llena de libros, llevo una dirección donde me hospedaré hasta que alquile
una casa, llevo un trabajo, en un supermercado. No me he maquillado, ello me
hace presa del pasado. No, no quiero pintura de labios, de unas, de lo que sea
para demostrar mi verticalidad. No tengo que demostrar nada a nadie, solo, tal
como soy. Ahora la batuta la llevo yo, tomo dirección al hostal que creo saber
donde se encuentra, en frente de un parque de grandes árboles, Sencilla y
humilde, así soy. Basta ya de ser espejo de los demás. Cojo un taxi, el frío es
afilado. Estamos en inverno, de repente comienza a granizar, siento el romper
de las bolitas minúsculas en el coche.
Mejor, así no me mojo y le doy la
dirección a donde voy. El chofer no pregunta nada y es que nada debe preguntar,
a que le importa mi vida, porque lo he cogido en las puertas de la prisión.
Llegamos a hostal y me bajo. Me ofrece ayuda para la maleta pero arranco yo
sola con ella y le pago, nada más. La granizada a cesado y todo en la pensión,
el hostal , como quiera que se llame. Me abre y entro, se ve pulcro, limpio,
claro. Le doy mi nombre y el recepcionista me da una llave con número. Cojo el
ascensor hasta la tercera planta y entro donde será mi cueva durante un tiempo
indeterminado, según me vayan las cosas. Una mesa con flores, una cama, un
espejo, una ventana. No es muy grande pero es cómodo, confortable y silencioso.
El silencio es lo más que adoro. Mucho ruido desordenado hubo en el ayer. Dejo
mis cosas y me asomo a la ventana, da al parque que yo recordaba. Como escampa
bajo escaleras abajo y cruzo. Me pierdo en ese inmenso parque donde árboles
hermosos, grandiosos me cubren de la desnudez de las secuelas. Libre, soy
libre. Sola, estoy sola. Recorro su camino de tierra batida, ahora fangosa pero
me es lo mismo. Libre, soy libre. Nadie me llamará la atención. Solo hay en él
un vigilante, me saluda y me siento en uno de sus bancos mojados. No pienso en
el mañana, me produce nervios, una inquietud de que si lo haré bien o lo haré
mal. Da lo mismo me dijo la educadora, en esta ruta de la vida siempre tenemos
que aprender sin tener en vigencia la edad. Hace frío, mucho frío…pero es tan
reconfortante este lugar, con sus árboles, con sus flores…muchas flores de cuyo
nombre no sé. Me levanto y ahora que el segurita no ve me abrazo a un árbol,
parece un laurel, este si lo se distinguir. Su olor me llena, inspiro y espiro,
espiro e inspiro y me siento como en casa ¿en casa? No, no me equivoco. La casa
llamada planeta tierra, he aprendido muchas cosas en prisión. Tantas, que
duele. Duele que esta casa esté herida. Me han dicho del deshielo, de extinción
de especies, de subidas de mareas, de enfermedades que antes no existían
corriendo hacia su víctima, de temporales crueles, de un mar alimentado de
plástico. Medito y no recuerdo, todo ello he aprendido. Lo voraz que puede ser
el ser humano. La educadora me ha dicho que en mis tiempos libres estudie, me
implique en cosas buenas aunque la fuerza brusca de la atmósfera descuidada que
nos rodea vaya contra nosotros. Sí, soy libre. Sí, estoy sola. Auxiliare por
esas mujeres de ojos vacios, de ojos blancos, de manos rotas, de muslos
sangrantes a que salgan. Estamos a tiempo, a tiempo de nacer de nuevo. Se nace
todos los días. Sí, todas las mañanas cuando el reloj sol nos advierte que
debemos continuar en la vida, en nuestros sueños. Antes yo ciega. El segurita
viene otra vez, siento sus pisadas y dejo de abrazar el árbol. Me ha
transmitido tanta entereza, tantos secretos inconfesables que me emociono. Soy
libre, si. Me gustaría gritarlo, pero no, me consideraría una loca, una
desvariada, una borracha, yo que sé, una drogadicta. Además, no hay que alzar
la voz muy alto, sino tímidamente, apocadamente para que todo salga bien, para
sujetar lo que no está. No quiero tormentas en mi vida, lo evitaré de manera
serena, con calma. Me siento de nuevo en el banco, no sé cuantas horas llevo aquí.
Me da igual, el tiempo es relativo según se mire. Para mí solo ha pasado un
pequeño instante que se reflejará eternamente en mi memoria. Para el segurita
serán muchas horas, las horas deseas de terminar su trabajo. Y hace más frío,
la noche viene. No, no quiero estar ya en él para que , la noche puede ser
terrorífica, vibrante en miedo ¿Soportaré esta noche se soledad y silencio? Me
ha dicho la educadora que escriba, que lea, que aleje ese jardín yermo de malos
pensamientos de mí y entonces todo será luz, todo será vida. Leeré hasta
quedarme dormida con la lentitud del nocturno, de las horas. Todo son pruebas que hemos de saltar para
salvarnos y no caer en el quejido de la oscuridad. Menos mal que es invierno,
me no más que este frío metálico me estrecha, así descansaré mejor. Vuelvo a la
pensión, cojo el ascensor hasta el tercero, cierro la puerta con llave, cierro
las ventanas y con la maleta en el suelo la abro…
No hay comentarios:
Publicar un comentario