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jueves, 25 de abril de 2019

LA SOMBRA, 9(NARRATIVA)


LA SOMBRA, 9(NARRATIVA)
DUNIA SANCHEZ PADRON
Libre , soy libre. Se me han hecho corto los años, todo pasa rápido. Salgo de este enjambre de barrotes a otra vida y no me arrepiento del ayer. La educadora me ha echado un gran cabo. He estudiado, me he liberado la mierda y ahora puedo decir que soy humana, que soy mujer. Libre, soy libre. La emoción está en mi piel erizada, el temor porqué no también ¡Qué será¡ ¡Qué será de mi vida¡ Llevo una maleta más bien llena de libros, llevo una dirección donde me hospedaré hasta que alquile una casa, llevo un trabajo, en un supermercado. No me he maquillado, ello me hace presa del pasado. No, no quiero pintura de labios, de unas, de lo que sea para demostrar mi verticalidad. No tengo que demostrar nada a nadie, solo, tal como soy. Ahora la batuta la llevo yo, tomo dirección al hostal que creo saber donde se encuentra, en frente de un parque de grandes árboles, Sencilla y humilde, así soy. Basta ya de ser espejo de los demás. Cojo un taxi, el frío es afilado. Estamos en inverno, de repente comienza a granizar, siento el romper de las bolitas minúsculas en el coche.
Mejor, así no me mojo y le doy la dirección a donde voy. El chofer no pregunta nada y es que nada debe preguntar, a que le importa mi vida, porque lo he cogido en las puertas de la prisión. Llegamos a hostal y me bajo. Me ofrece ayuda para la maleta pero arranco yo sola con ella y le pago, nada más. La granizada a cesado y todo en la pensión, el hostal , como quiera que se llame. Me abre y entro, se ve pulcro, limpio, claro. Le doy mi nombre y el recepcionista me da una llave con número. Cojo el ascensor hasta la tercera planta y entro donde será mi cueva durante un tiempo indeterminado, según me vayan las cosas. Una mesa con flores, una cama, un espejo, una ventana. No es muy grande pero es cómodo, confortable y silencioso. El silencio es lo más que adoro. Mucho ruido desordenado hubo en el ayer. Dejo mis cosas y me asomo a la ventana, da al parque que yo recordaba. Como escampa bajo escaleras abajo y cruzo. Me pierdo en ese inmenso parque donde árboles hermosos, grandiosos me cubren de la desnudez de las secuelas. Libre, soy libre. Sola, estoy sola. Recorro su camino de tierra batida, ahora fangosa pero me es lo mismo. Libre, soy libre. Nadie me llamará la atención. Solo hay en él un vigilante, me saluda y me siento en uno de sus bancos mojados. No pienso en el mañana, me produce nervios, una inquietud de que si lo haré bien o lo haré mal. Da lo mismo me dijo la educadora, en esta ruta de la vida siempre tenemos que aprender sin tener en vigencia la edad. Hace frío, mucho frío…pero es tan reconfortante este lugar, con sus árboles, con sus flores…muchas flores de cuyo nombre no sé. Me levanto y ahora que el segurita no ve me abrazo a un árbol, parece un laurel, este si lo se distinguir. Su olor me llena, inspiro y espiro, espiro e inspiro y me siento como en casa ¿en casa? No, no me equivoco. La casa llamada planeta tierra, he aprendido muchas cosas en prisión. Tantas, que duele. Duele que esta casa esté herida. Me han dicho del deshielo, de extinción de especies, de subidas de mareas, de enfermedades que antes no existían corriendo hacia su víctima, de temporales crueles, de un mar alimentado de plástico. Medito y no recuerdo, todo ello he aprendido. Lo voraz que puede ser el ser humano. La educadora me ha dicho que en mis tiempos libres estudie, me implique en cosas buenas aunque la fuerza brusca de la atmósfera descuidada que nos rodea vaya contra nosotros. Sí, soy libre. Sí, estoy sola. Auxiliare por esas mujeres de ojos vacios, de ojos blancos, de manos rotas, de muslos sangrantes a que salgan. Estamos a tiempo, a tiempo de nacer de nuevo. Se nace todos los días. Sí, todas las mañanas cuando el reloj sol nos advierte que debemos continuar en la vida, en nuestros sueños. Antes yo ciega. El segurita viene otra vez, siento sus pisadas y dejo de abrazar el árbol. Me ha transmitido tanta entereza, tantos secretos inconfesables que me emociono. Soy libre, si. Me gustaría gritarlo, pero no, me consideraría una loca, una desvariada, una borracha, yo que sé, una drogadicta. Además, no hay que alzar la voz muy alto, sino tímidamente, apocadamente para que todo salga bien, para sujetar lo que no está. No quiero tormentas en mi vida, lo evitaré de manera serena, con calma. Me siento de nuevo en el banco, no sé cuantas horas llevo aquí. Me da igual, el tiempo es relativo según se mire. Para mí solo ha pasado un pequeño instante que se reflejará eternamente en mi memoria. Para el segurita serán muchas horas, las horas deseas de terminar su trabajo. Y hace más frío, la noche viene. No, no quiero estar ya en él para que , la noche puede ser terrorífica, vibrante en miedo ¿Soportaré esta noche se soledad y silencio? Me ha dicho la educadora que escriba, que lea, que aleje ese jardín yermo de malos pensamientos de mí y entonces todo será luz, todo será vida. Leeré hasta quedarme dormida con la lentitud del nocturno, de las horas.  Todo son pruebas que hemos de saltar para salvarnos y no caer en el quejido de la oscuridad. Menos mal que es invierno, me no más que este frío metálico me estrecha, así descansaré mejor. Vuelvo a la pensión, cojo el ascensor hasta el tercero, cierro la puerta con llave, cierro las ventanas y con la maleta en el suelo la abro…

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