SOCIEDADES MISÓGINAS
ILKA OLIVA CORADO
“Violan a una mujer
en la parada de tren de tal estación”, dijo el presentador de noticias, sin
inmutarse, con ese rostro que tienen los que ven la violencia de género como
cosa natural. ¿Cuántas mujeres son violadas en las estaciones de autobús y de
tren diariamente en el mundo? Cosa natural para la sociedad que somos.
Somos una sociedad
solapadora de la violencia de género criando hombres violentos.
“La deportista tal
de tal país fue encontrada muerta en la orilla de un río, le habían cercenado
un seno y le habían quitado la cabeza”, dijo la periodista de deportes en
televisión nacional, sin parpadear, acto seguido la presentadora le preguntó
cómo iba su embarazo y soltaron las
carcajadas celebrando el próximo nacimiento. Sin un mínimo de respeto por la
familia de la víctima e indignación por el feminicidio.
“Ya sé que es
patriarcado pero a mí me gusta decirlo y qué”, me han respondido hombres y
mujeres por igual cuando trato de explicarles que decirle hijo de puta a un
patán, a un ladrón, a un abusador o a un político corrupto no es violentarlo a
él, es violentar a todas las mujeres por igual. Porque para la sociedad
patriarcal todas las mujeres somos putas.
Es puta la niña que
apareció muerta en un basurero: puta por vivir en la calle, puta por vivir con
su familia, puta por salir de noche, por
salir de día, por no salir; puta por ponerse falda, por ponerse pantalón. Es puta la adolescente violada y desmembrada:
puta por tener novio, por no tenerlo, por sonreírle a un extraño, por no
sonreírle. Es puta por decir sí o por decir no. Es puta por tener relaciones
sexuales, por no tenerlas.
Es puta la mujer
que desapareció y encontraron su cuerpo en otro barrio, golpeado y violado. Es
puta porque no se dejó tocar más de su esposo, de su novio, de su amante. Puta porque denunció,
puta por no denunciar por miedo o por vergüenza en una sociedad que siempre
enjuicia y señala a la víctima jamás al victimario. Puta porque no tenía novio,
ni esposo, ni amante. Puta porque era homosexual, puta por ser transexual. Puta, simplemente por ser mujer.
Para esta sociedad
patriarcal la mujer merece, pide y tiene que ser violentada constantemente
porque eso le gusta, le gusta que la insulten, que le peguen, que la violen,
que la desaparezcan, que la maten. Y no la violentan seres de otras galaxias,
hombres criados en otros mundos; nos violentan nuestros hermanos, nuestros
hijos, nuestros amigos, conocidos, nuestros compañeros de trabajo, nuestros
padres y abuelos. Hombres que han crecido con nosotros con los mismos patrones
de violencia patriarcal.
A las mujeres
violadas en las estaciones de tren las han violentado hombres que han crecido
en el mismo sistema misógino que solapamos. Porque que quede claro, solapar y
guardar silencio o voltear la cara y hacernos los desentendidos tiene el mismo
peso moral que hacer las cosas. Es tan culpable el que hace como el que sabe y
no denuncia. Y eso somos, una sociedad solapadora de la violencia de género
criando hombres violentos.
Un feminicida en
serie fue un niño, como todos. ¿Qué sucedió con este niño para que termina
haciendo eso? El hombre que va a un bar
a violar a una niña es un hombre que tiene familia: que es hijo, hermano,
padre, amigo, es abuelo. Que tiene mujeres en su familia, que nació de una
mujer. Y no creamos que los abusadores son solo personas de bajos recursos que
no tuvieron la oportunidad de estudiar, porque vemos a gente con doctorados y
maestrías haciendo lo mismo. El patriarcado no distingue raza, color, credo,
clase social ni grado de escolaridad. Sino veamos la negación de académicos e
intelectuales franceses para que cierren los bares y casas de citas en
Francia.
Es el mismo hombre
que sale a manifestar por corrupción. Sí, muchos de estos hombres que llenan
las calles manifestando porque subió la gasolina asisten a bares a violar
mujeres; agreden a sus parejas, a sus hijas, a sus hermanas, a sus madres, son
los que van por la vida gritándole de todo a las mujeres en la calle o en sus
sitios de trabajo. Es el hombre común que todos tenemos en casa. Es la razón
por la que en las marchas contra el
feminicidio y violencia de género los
hombres no abarrotan las calles junto a las mujeres, porque el que menos
pensamos resulta también abusador.
Para el patriarcado
es puta la mujer libre, la que piensa, la que se atreve a vivir su vida, la
independiente, la mujer decidida, el patriarcado nos quiere sumisas y calladas
para que cualquier hombre se sienta con
derecho sobre nosotras. No le pertenecemos a nadie, no somos objetos.
¿Seguiremos criando
generaciones de hombres violentos? ¿Hasta cuándo? ¿Seguiremos las mujeres
creyéndonos unas santas y señalando a otras por putas? ¿Hasta cuándo? Las redes
sociales muestran lo que somos como humanidad, ahí todo es apariencias pero en
lo que no mentirán es en la opinión que tienen sobre la violencia de género.
Basta leer los comentarios de los lectores cuando se publica una noticia de un
feminicidio, la mayoría culpa a la
víctima y su familia: a los papás por darles “rienda suelta” y a ellas por “putas”.
A veces siento que
la lucha contra la violencia de género, contra el patriarcado por más que
salgamos a manifestar, por más días
conmemorativos que existan, por más denuncias que se hagan, por más muertes violentas y más dolor que nos
enlute como sociedad no la podremos erradicar. Cuando vemos a la la mitad de un país gritándole a un
presidente neoliberal “Macri la puta que te parió”, en recitales de poesía, en
conciertos, en estadios, en las manifestaciones masivas y sabiendo que hay niños que están aprendiendo
con el ejemplo. Esa misma gente que sale a manifestar por los feminicidios, ¿no
entienden acaso que todo tiene que ver con todo?
Y así mismo vemos a
intelectuales, defensores de derechos humanos, a feministas, a artistas,
poetas, ceastas, académicos, colocando la etiqueta “#MMLPTP” para cualquier
publicación que hagan en las redes sociales. Muchas veces denunciando la
violencia gubernamental con violencia machista.
Y lo peor de todo,
tratar de explicarles que eso es patriarcado y violencia de género y que
contesten: “eso ya lo sabía pero igual lo hago, ¿ y qué?”. Ahí uno se da cuenta
que está arando en el mar, pero hay que seguir haciéndolo porque es la única
lucha que podemos dar ante nuestro peor enemigo a vencer, hay que insistir
hasta el cansancio y más.
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