LLAMAZARES CONTRA GARZÓN
JUAN CARLOS ESCUDIER
A Gaspar Llamazares
le han puesto la proa en IU y si aún no le han dado boleto es porque la
intención sigue sin ser prueba de cargo, aunque todo se andará. La excusa es
Actúa, el partido que se ha montado el asturiano con Baltasar Garzón porque con
Izquierda Abierta no tenía bastante, y su disposición a concurrir a las
próximas elecciones municipales, autonómicas y europeas. A Alberto Garzón la
iniciativa le ha parecido suficiente para acusar a Llamazares de transfuguismo
y avanzar que será expulsado si no jura ante la Biblia que no competirá
electoralmente con IU. El lío está servido.
En este conflicto
cada uno tiene parte de razón. La tiene Llamazares cuando denuncia que IU ya no existe, que ha sido fagocitada por
Podemos y que la supuesta confluencia con los de Pablo Iglesias ha reducido a
la coalición a la insignificancia. El propio Garzón lo ha reconocido
internamente cuando se ha quejado del ninguneo de sus iniciativas
parlamentarias, que, en su opinión, ni hacían justicia a su peso electoral ni
se reconocían como propias, difuminadas bajo el rótulo de Podemos y sin
posibilidad de arrogarse cualquier derecho de autor.
Y la tiene Garzón,
al que habrá que reconocerle, al menos, el mérito de haber recatado a IU del
abismo con un par de botellines. Casi nadie recuerda ya que tras las elecciones
del 20-D y antes del brindis cervecero que selló la confluencia con Podemos, IU
con su millón de votos sólo había obtenido dos diputados y estaba
económicamente en quiebra y con bastantes posibilidades de criar malvas en el
cementerio de la política española. El pacto de la Mahou le permitió sentar en
el Congreso a ocho de los suyos y a otros dos en el Senado. Es de suponer que
su idea fuera dejar de ser el inquilino de una habitación sin vistas para
convertirse en copropietarios del edificio, pero ni lo permitieron los
resultados –la suma de Podemos e IU restó- ni los dueños estuvieron jamás por
la labor. Garzón no se vendió por un plato de lentejas sino por una estancia
con pensión completa en la invisibilidad. Así es el mercado electoral, amigos.
Llamazares siempre
fue un político notable y trabajador, brillante en muchas ocasiones. Suma a
estas cualidades una envidiable capacidad de supervivencia, quizás por su profesión
de médico, que es la que le ha permitido mantenerse a flote en todas las
peripecias a las que se ha enfrentado. Así, tras la debacle de 2004, cuando IU
desapareció del mapa salvo en Madrid y Valencia y sólo consiguió grupo
parlamentario propio después de estrangular el Reglamento del Congreso hasta
que cantó flamenco, cualquiera en su lugar habría tirado la toalla o, al menos,
hubiera propiciado una reformulación en profundidad del proyecto.
En vez de eso, el
entonces coordinador general practicó un seguidismo al PSOE que, unido al
sempiterno voto útil, condujo al naufragio de 2008. IU como tal obtuvo un solo
escaño, el suyo, y no hubo manera de disuadirle de continuar ante la crueldad
que representaba haber dejado a IU en coma y quedarse después a certificar su
muerte y hasta a practicarle la autopsia en vista de que seguían pagando.
Obligado a ceder las riendas a Cayo Lara -que luego salvaría los muebles y
hasta parte de la vajilla-, Llamazares logró mantenerse una legislatura más
para luego inventarse Izquierda Abierta, imponerse en las primarias y
sobrevivir en el Principado como diputado autonómico con un resultado
envidiable respecto al desastre que las municipales y autonómicas de 2015
representaron para IU.
Desde la aldea gala
ha ejercido de martillo pilón sobre la dirección federal de Garzón, que hace
tiempo que se cansó de hacer de yunque y que, con nocturnidad veraniega,
promovió en julio la suspensión de la asignación económica a Izquierda Abierta
por considerar que Llamazares incumplía los Estatutos al promocionar Actúa.
La disputa acabará,
lógicamente, como el rosario de la aurora. Mientras sigue mendigando en
Podemos, Garzón conseguirá expulsar a Llamazares y éste tratará de conservar
Asturias para su causa, hacerse presente como Actúa en otras alianzas
municipales, tal que la plataforma de Carmena, amén de presentar lista a las
europeas con otro Garzón, pero de nombre Baltasar, al frente. La izquierda
vuelve a demostrar su capacidad para disolverse en grupos impares menores de
tres, una hazaña física –la de la dilución- que comparte con los azucarillos
del café.
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