LA BESTIA DE Y CONTRA LOS DEPREDADORES SEXUALES
DAVID BOLLERO
Las primeras de
casi todos los medios de comunicación vienen encabezadas por sondeos de unas
elecciones generales cada vez más inminentes, por las negociaciones del PP con
Vox para tenderle la alfombra roja que el electorado andaluz ha tejido o el
consejo de ministros del próximo viernes en Catalunya. Sin embargo, la noticia
de que cada tres horas se denuncia una agresión sexual a un o una menor me ha
sobrecogido.
No me cabe en la
cabeza, sencillamente, no me cabe. Me resulta del todo incomprensible qué
placer sexual puede provocar abusar de un niño o una niña, quebrar su
inocencia, grabar a fuego en su interior un trauma que de un modo u otro pasará
factura, a veces a gritos y otras de un modo mucho más silencioso. Si jamás
entendí cómo alguien puede, no ya golpear (física o psicológicamente), sino
faltar al respeto o ningunear a la persona que ama como pareja, más aún me
descoloca maltratar así a l@s más pequeñ@s.
Uno busca
explicación en la enfermedad, en personas que padecen algún tipo de trastorno
que les lleva a tener esa conducta. Sin embargo, la bestia que, al menos yo,
llevo dentro descarta eso en muchas ocasiones y no dudo de mi reacción si
presenciara o tuviera conocimiento en mi entorno de uno de esos abusos que se
denuncian cada tres horas. No siempre hay un trastorno detrás; muchas veces, la
explicación más sencilla es la correcta: son unos indeseables que cosifican a
las personas a su conveniencia.
Como siempre he
hecho desde estas líneas -apaciguando a esa misma bestia-, apuesto por la
educación, por no sólo educar a l@s más pequeñ@s a defenderse, a ser caut@s
ante este tipo de depredadores sexuales, sino también a no convertirse en un@s
de ell@s. Es fundamental enseñar ese respeto, esa educación emocional, ese amor
hacia otra persona y, por supuesto, ese amor propio para que jamás nos
cosifiquen y mucho menos seamos nosotr@s quienes cosifiquemos.
Recientemente, la
campaña #Cuéntalo promovida por mi querida Cristina Fallarás ha triunfado en
redes sociales con el testimonio de cientos de miles de mujeres compartiendo
cómo fueron víctimas de abusos, acosos y violaciones. Continúo echando en falta
la implicación de los agresores, de esos depredadores sexuales, tan gallitos en
el momento de consumar el delito y tan cobardes a la hora de salir a la luz. Si
ellos nos salen, habrá que sacarlos de sus agujeros, aportar en cada una de
esas denuncias del pasado en redes sociales datos suficientes para que, sin
exponerse a un querella por parte de estos indeseables, todo su entorno sepa a
quién se refiere la denuncia. Esa vergüenza, ese arrinconamiento que merecen es
lo menos que merecen y lo más… agradezcan que esa bestia que ellos no calman,
nosotros sí.
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