JM AIZPURUA
Los mayores aún
tenemos viva la imagen del “glorioso ejercito español” saliendo a trote de las “españolísimas”
provincias de Sahara y Sidi Ifni ante una multitud de moros con pancartas. Era
la historia de siempre como en Cuba o Filipinas, la imposibilidad de mantener
una españolidad ficticia y administrar los territorios conquistados por la
fuerza de manera colonial y en contra de los intereses de los nativos.
El Reino de
Castilla, que ganó la Champions en el pasado como Imperio, hoy milita en la 2ª
división europea, sin aceptar su situación ni hacer la autocrítica consecuente.
Hoy en Cataluña se
vive una situación similar a lo de siempre: el mantenimiento de la
territorialidad por la fuerza represiva y con la imposibilidad de conservar las
señas de identidad del colonizado. Una supuesta España nacional, se impone como
dogma de fe y recordamos los moros con sus atuendos nacionales sentados en las
Cortes del franquismo: eran “españoles”.
No hay que ser un
lince político, para observar que lo que resta del Imperio español, mantiene
sus contradicciones internas desde la época conquistadora y colonizadora.
Los territorios
incorporados a la corona de Castilla, algunos han perdido su esencia, pero
otros han mantenido carácter, usos y costumbres, e incluso su idioma propio,
constituyendo unas naciones o nacionalidades, que son lo mismo, aunque por una
trampa semántica se quiera adulterar el concepto constitucional.
El Estado español
que se dice social y de derecho, debiera también decirse plurinacional.
Los territorios
forales, que los hermanos Arana Goiri llamaron Euzkadi, Galicia y Cataluña son
tan naciones como Castilla y en un Estado, deben estar reconocidos y protegidas
sus singularidades nacionales. Canarias es otro cantar y su administración
colonial es una prueba más de la incapacidad gestora de la casta metropolitana
que la mantiene en una situación de miseria impropia de su condición de europea
y referente turístico. Gibraltar, Ceuta y Melilla son la guinda de este
supuesto Estado que nunca alcanzó a vertebrarse, quizás por que nunca entendió
su esencia y siempre utilizó el palo y nunca la zanahoria.
¿Tras cinco siglos
de fracasos, la casta no tiene claro que no existe el Estado uniforme? Su
pretensión de un Estado nacional, unitario y unionista, castellanizado, es un
histórico error que lo sacó del liderazgo poscolonial y que amenaza hoy día con
destruirlo definitivamente.
El Estado
plurinacional, es una opción realista y con futuro que solo la necedad e
incomprensión de una casta subida en ensoñaciones imperiales se opone a
realizarlo.
El actual Estado
contiene territorios nacionales, colonia canaria, regiones. También contiene
pobre, ricos, y entre medios. Hay ateos, católicos y católicos de pega,
musulmanes, budistas, los testigos de Jehová y los evangélicos emergentes.
Además, con su sexo, la gente hace cosas diferentes y el hombre-mujer ha
quedado desfasado. Es un Estado plural.
Pretender
uniformarlo, y más a base de palo, es erróneo e imposible. Pueden podarlo con
la fuerza, pero ello supone el rebrote con mayor impulso como sucede en
Cataluña.
Y los que se oponen
al derecho de autodeterminación, piensen que es el equivalente al divorcio: una
tranquilidad ante el abuso y la incomodidad, y con esta casta monolítica
imperialista: imprescindible.
¿Alguien se pone a
idear un Estado para el siglo XXI con comodidad para todos-as?
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