SE LES VE EL PLUMERO…
Cándido Quintana
Lo de Güimar no tiene nombre, son tantas y tan grandes y
profundas las cicatrices que las extracciones de áridos han dejado en su
territorio, que muy difícilmente se podrán restaurar, pero, ¿quiénes pagarán
sus elevados costes? Aunque exista sentencia al efecto, esa proposición de ley
para la protección de los barrancos de Güimar que presenta el Cabildo, es,
cuanto menos, un poco preocupante a pesar de las manifestaciones de su
presidente, porque por aquí ya sabemos que cuando la Ley implica directamente a
los grandes empresarios los miedos tocan de lleno al poder político, que trata
de derivar las responsabilidades hacia el Pueblo, con utilización de los
recursos públicos.
Y
esto ya ha sucedido en otras ocasiones, cercana tenemos la sentencia firme del
derribo del mamotreto, paralizada ahora su ejecución por la intervención del
Gobierno de Canarias, aunque ya el Ayuntamiento nos amenazó con hacerse cargo
de los costes de su demolición, ¿a qué estamos jugando? Tal vez ya ha llegado
la hora de que nos planteemos que, por ejemplo, ciertos empresarios han amasado
sus enormes fortunas por sus actividades, y en este caso de las extracciones de
áridos, con esas gravísimas secuelas que han dejado y que ahora hay que
restaurar, no parecían ser unas actividades lícitas ni de recibo, aunque los
gobiernos no les haya plantado cara años atrás, sino al contrario, hayan mirado
hacia otro lado permitiendo un crecimiento urbanístico exacerbado que ya nos
está pasando facturas como estas.
Por
supuesto que esas fortunas y sus propietarios deben responder hoy de tanta y
tanta barbarie cometida, independientemente de las responsabilidades de los miembros
de los gobiernos que han facilitado tal descalabro, pero que quede claro que el
Pueblo de Güimar y el de Tenerife son inocentes de todo esto y no tienen por
qué implicar sus recursos en rehabilitar la zona, por cierto de muy extensa
dimensión. Pude constatarlo hace unos días cuando pateé Güimar con esa única finalidad,
ver el tamaño de los daños ocasionados por la extracción de áridos y la
situación actual de las canteras, ¡impresionante, para llorar! Las sentencias
están para cumplirlas y el que la haga que la pague, como le sucede a cualquier
vecino de a pie. Nadie, por muy gran empresario que sea o porque pueda
financiar alguna que otra campaña electoral, puede quedar al margen de la Ley,
¡todos somos iguales ante la Justicia!...
Y
para que esa igualdad sea efectiva, el “más pronto que tarde” es vital para que
la justicia llegue a todos lados con la claridad y contundencia que merece. Y
digo esto, porque ayer volví a darme una vuelta por las salas números 6 y 12
del Palacio de Justicia y constaté como, en el juicio de Las Teresitas y en el
de la pieza separada de la Junta de Compensación, a muchos acusados se les iba
la olla por el exceso de tiempo transcurrido. El “no me acuerdo”, aunque pueda
ser una argucia, es entendible en estos casos tan eternos, y es una verdadera
pena que así sea, porque costará mucho más reponer los daños ocasionados. En
fin, espero que llegue el día en que Tenerife no sea conocida por estas tramas
tan repugnantes, aunque haga falta para ello una regeneración política de las
enormes dimensiones de las canteras ilegales que han tolerado en Güimar, cuyas
fotografías les adjunto.
© Cándido Quintana
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