POR: EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO
Como
el enigma del oráculo, el metalenguaje en este milenio de las grandes muertes,
colapsa aquello que sugiere, disuelve lo que toca, no responde a la razón y a
la mesura, sino a la locura y la agonía, en la que se debate una humanidad, que
asesina ideas e ideales y a los hombres y mujeres, ‘homo phenomenon’, ‘homo
diversus’, ‘homo responsabilus’, ‘homo philosophicus’, etc., que conforman el
‘Homo Per Se’, el hombre que se autodetermina por y para sí, sin la rigidez del
límite, ni la urgencia de una ruptura.
El
hombre que tal vez, puede hacernos vivir una historia consagrada en naturalidad
y espontaneidad, en un lazo común fundacional. No puedo dejar de manifestar mi
parecer, como ‘Homo Per Se’, acerca de la actitud destemplada y por demás
censora que tuvo José “Pepe” Mujica, días pasados, ordenando descolgar un
cuadro, de la exposición pictórica, de un artista visual, a quien no conozco,
en galería de arte, donde estaban representados él y su mujer, en una pintura…
acción llevada a cabo por la policía: ¡atroz! Manifestó “Pepe”, que “todo tiene
un límite”, a lo que respondo, que el Arte es el único espacio donde los
límites se desvanecen, a pesar de los que pretenden dictar cátedra sobre todo,
desde sus sitios de privilegio, tal el caso de Mujica, quien me parece, se
permite libertades que no admite en otros.
El
pintor, no tengo dudas, especulativamente o no, tuvo el deseo deseante de
mostrar su pintura para agradar, gustar al ser exhibida; muy desagradable lo
acontecido. Desde siempre, ese deseo que anima a innovar, es el deseo de lo
‘nuevo’, porque, y salvo raras excepciones nunca lo vemos.
Todo
está controlado bajo la pesada bota del poder, que es feo, malo y mezquino. Ya
se conocen las dificultades que se tienen cuando uno intenta comunicar
excitaciones e inquietudes, desde un ambiente “totalmente en movimiento” a otro
“enteramente parado”, desde un medio abierto a otro cerrado… sabemos, basta
mostrar un mínimo de entusiasmo o participación frente a un mundo “que lo está
poniendo todo en discusión” para que nos caiga, a quienes interrogamos, desde
los bordes del acontecer del sistema necrótico, las reacciones de la iracunda
pereza, las ironías de la periferia que se toma por centro, los escarnios del
escepticismo “que la sabe lunga”…
Pero
no nos engañemos, repensar la libertad, significa entablar un diálogo con la
“falsa modestia”: sin problemas espectaculares, sin causas apasionantes, los
diversos sectores de nuestra cultura política, están definitivamente
arreglados, sumergidos en una fase de indefinido, satisfecho estancamiento y
actitud paternalista de tintes conservadores, ¿cabe alguna duda? Sabemos muy
bien que la ‘historia’ de la libertad de expresión avanza a pasos minúsculos,
imperceptibles.
El
ejemplo más claro lo podemos experimentar en el campo del disentimiento con el
juego del poder y sus Ceos, gerentes de multinacionales hoy en el gobierno de
Argentina, por ejemplo.
El
sistema neoliberal, triunfante hoy, sin dar lugar a dudas, es lo
suficientemente flexible en su rigor para adaptarse a las diversidades
nacionales, pero lo suficientemente “globalizado”, para confinarlas poco a poco
en el campo de lo folclórico, de cada región: el simulacro. Sucede que el
Estado no es lo mismo que el poder.
Este
último (al que no le interesa los Estados, que son entregados en concesión y
delegados, para administrarlos, siempre en detrimento de los pueblos y en favor
de oligarquías plutocráticas) nunca cambió de manos… fundamental, no olvidarlo.
Ese
poder de las oligarquías reinantes no tiene límites en Argentina, ni en los
países esclavos de las multinacionales, en un modelo de pensamiento en el que
la mentira y lo falaz son norma y regla de comportamiento. La era del
neoliberalismo, por la que transitamos, ha sabido imponer su filosofía sin
formularla, sin siquiera elaborarla como doctrina; su dominio impone un sistema
imperioso, totalitario, pero simuladamente incluido en la democracia… se
soporta la violencia de la calma, del silencio, de la exclusión, del
desarraigo.
Hago
mención de la promesa redundante de los políticos, prisioneros y rehenes del
sistema neoliberal: “creación de fuentes de trabajo”. Fórmula evidentemente
vacía de significado real y de “efectivización” concreta, definitivamente
perimida, pero no por ello menos insoslayable, pues dejar de mentir sería dejar
de creer en ello, despertarse para descubrir que se está viviendo una
pesadilla, tener que enfrentar la realidad brutal, el peligro inmediato, el
horror de la urgencia, frente a un mundo sellado.
Creo
es tiempo de darle a nuestras vidas, un real y verdadero sentido: sencillamente
el de la vida, la dignidad y los derechos. Es tiempo de investigar a la luz de
la verdad encadenada, sustraernos de la imposición de promesas y plantearnos
respuestas, que respondan a la prisa del instante y el destino de grandeza que
nos merecemos.
Si
nuestro tiempo justifica con facilidad el asesinato, la traición, la estafa y
la mentira nos corresponde de manera ineludible responder afirmativamente a la
negación del ser y estar en esta tierra que este milenio propone, generando
nuevos esquemas de comportamiento, más ricos y más flexibles, cuanto más
compleja y delicada se torne la situación, sin la sumisión o complacencia que
esta en insospechadas formas nos exige, impone y obliga a nosotros los ‘homo
per se’.
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