BOB DYLAN, NOBEL DE
LITERATURA 2016
Por Eduardo Sanguinetti @soluterionte,
Filósofo y poeta.
Ilustración de El último mono
Bob Dylan, un talentoso poeta popular,
gana el Premio Nobel de Literatura 2016. Las letras de sus canciones y el
sonido de su música, accionó cual alarido de una generación (la del /50 y /60),
indignada y harta de guerras, de segregación racial, del hambre en el mundo, de
educación caduca, de depredación de la naturaleza, de justicia para pocos y de
las desigualdades siempre.
El Nobel, otorgado, a un poeta de la
Generación Beatnik: Bob Dylan, fundador de memorias, que interpreta su poesía
bajo la forma de canciones, tal como hacían los antiguos griegos, que solían
acompañar sus obras con música.
Toda creación poética es histórica; todo
poema es apetito por negar la sucesión y fundar un reino perdurable. Si el
hombre es trascendencia, ir más allá de sí, el poema es el signo más puro de
ese continuo trascenderse, de ser permanente imaginarse. El poeta es imagen
porque se trasciende, tal el caso de Dylan.
La poesía nace en silencio, en el no
poder decir, pero aspira irresistiblemente a recuperar el lenguaje como
realidad total. El poeta vuelve palabra todo lo que toca, sin excluir al silencio
y a los blancos del texto. El poema acoge al grito, al giro de vocablo, a la
palabra infectada, al murmullo, al ruido y al sin sentido: no a la
in-significancia.
En una época en la que el sentido de las
palabras se ha desvanecido, estas actividades no son diversas a las de un
ejército que ametrallase cadáveres.
Dejo un fragmento de una poesía devenida
en canción de Dylan, lo dice todo para los “Nadie” que gobiernan en este mundo
y sus acólitos escribas, con perfil de intelectuales del podio del neoliberalismo:
“…No puedo evitar avergonzarme
de vivir en un país
Donde la justicia es un juego.
Ahora todos los criminales
con sus trajes y corbatas
Están libres para beber martinis
y mirar el amanecer…”
Bob Dylan (Hurrricane, 1976)
Mientras tanto la vida, en Argentina y
el mundo, sigue su derrotero de domesticidades intrascendentes. La Reina Máxima
de Holanda, nacida en Argentina, devenida en ciudadana holandesa, pasó por
Buenos Aires, como asesora especial del secretario general de la ONU, Ban
ki-Moon, en Inclusión Financiera para el Desarrollo y lanzó frases altisonantes
en una conferencia de prensa en la Quinta de Olivos. Frases inaplicables hoy a
la “realidad argentina”. A un pueblo hambreado y reprimido, es absurdo hablarle
de “ahorro”, cuando no llegan con el magro sustento, percibido mes a mes, a
pagar su techo… si es que lo tienen. Dylan le dedicaría un poema mínimo a la
reina Máxima.
Macri en tanto, manifesta su intención
de ir por la reeleción en 2019. Parece que la mentira, la incompetencia, la
frivolidad, la represión y la libertad de expresión ausente, son un condimento
perfecto para perpetuarse en el poder, ¿sobrevuela el Síndrome de Estocolmo por
Argentina?… ¿habrá escuchado y leído a Dylan este financista offshore?
Como hombre dotado de mis elementos
constitutivos, dueño de mí mismo aún, elevado más allá de la cotidianeidad y
del pasajero sentimiento de cosa archivada, como integrante de la Generación
Beatnik, denunció este sistema neoliberal en su cenit. Me sirvo de la justiciera
arma de la idea y del ideal, en Tiempo de Poesía, contra la bestialidad de un
sistema manipulador y con graves patologías, que está llevando a cabo un
holocausto en las sombras, al pueblo argentino, que obedece ciegamente los
mandatos de quienes dictan y rigen sobre sus existencias anestesiadas y en
ausencia de sentido vital.
A quienes opinen sobre lo que sea,
debemos exigirles respeto, al que he definido en mi ensayo Alter Ego (1984, Ed.
Corregidor), como “el sentimiento de la libertad de los otros, de la dignidad
de los otros, la aceptación sin ilusiones, pero también sin la menor agresión o
la menor hostilidad y desdén por un ser tal como es”… la libertad de una
comunidad para expresarse es un derecho inalienable, hoy eliminado, para
protegerse de las arbitrarias y violentas acciones represivas de gobiernos
mentirosos, agoreros del síntoma, esclavos de la metáfora en que han convertido
este tiempo y sus pasajeros… al margen del Rock and Roll y su clave
revolucionaria original.
Miles viven hoy aún en un mundo de
cuentos y fábulas, donde el mañana está lejos, pero lo hacen en un mundo
muerto, con cobardía para enfrentar este mundo nuevo, con circunstancias
absolutamente nuevas, que precisan actitudes absolutamente diferentes a las
utilizadas para existir en un mundo que ya no existe, salvo en la memoria de
los que no se habitúan a este incierto presente que transitamos.
Hemos vivido enfrentamientos armados y
de ideas, censuras, exilios… Hemos visto morir a miles luchando por ideales que
jamás se cristalizaron… Todo ha continuado, en la realidad, todo ha cambiado,
en la realidad, todo ha cambiado en verdad… El dolor por el absurdo nos
atraviesa.
Basta todo un aparato de publicidad
montado, apuntalado por las corporaciones económico mediáticas, para que
casuales Don Nadie, lleguen a puestos en el pasado considerados de
trascendencia… y remitirse a ser un Selfie o una gigantografía al borde de
alguna autopista, mostrando sus sonrientes y espantosos rostros siliconados y
coquetos, con frase asimilada, breve, vacua y un tanto estúpida, como:
“cambiemos”, para desatar el clamor de una comunidad que los votará, coronando
su mediocridad en estos gobernantes, enemigos de lo popular, que Dylan, en su
obra, representa de manera concreta y absoluta.
El Nobel de Literatura, ganado por un
poeta popular como lo es Bob Dylan, conduce a un enfoque coherente, una
concepción dinámica de la ideología de la cultura, y de su significado para
aquellos de nosotros que, a nuestra manera, creemos en el rock ‘n’ roll como el
movimiento cultural y popular más importante del siglo XX, y puede ser descrito
en términos de cohesión sólo si se trata de algo más que un mero
entretenimiento de consumo y travestismo.
En su origen, fue marginal el
“movimiento Beatnik”, al que se asimiló Bob Dylan. Se enfrentaron con su poesía
al sistema capitalista y sus víctimas: los invisibles. Sus detractores fueron
el poder político, religioso y burgués, asesinos de la vida.
Todo está presente en el futuro que
aguarda concretar el deseo de vivir en poesía, cualquiera sea el rol que
elegimos para transitar esta existencia.
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