LORCA
Aníbal Malvar
Se
ha cumplido el 79 aniversario del asesinato de Federico García Lorca y ahí
sigue el enigma absurdo: ¿dónde fue enterrado? Yo creo que Lorca desaparecido
hace más símbolo y más denuncia que un panteón lorquiano en una cuneta, que es
lo que van a poner las aburridímas y meapilas autoridades si encuentran el
cadáver.
Ese
desvanecerse en la nada de la tierra fértil granadina y quedarse en la memoria
y en las bibliotecas define mejor el terror fascista que un mausoleo. Como los
campos de concentración se conservan intactos para vergüenza del ser humano, la
cuneta de Lorca debería quedarse en eso, en simple cuneta de la vergüenza sin
otra inscripción que las flores del camino.
Esto
no quiere decir que quien esto balbucea no apoye el levantamiento de otras víctimas.
Pero la familia de Lorca nunca ha deseado que se le encuentre y quizás no
estaría de más respetar tal decisión. Yo creo que, como familia de artistas,
los García Lorca saben de qué hablo. Hace no mucho asistimos a la exhumación de
Miguel de Cervantes en un proceso que hubiera sonrojado a la misma Aldonza
Lorenzo.
Leo
estos días no sé dónde que hay unas cartas de Emilia Llanos, la mujer más bella
de Granada y amiga del poeta, insinuando que la familia Lorca, quizá amparada
por algunos sublevados amigos (¿quizá Luis Rosales y sus falangistas),
desenterró a Federico y fue trasladado a algún lugar secreto. No sería de
extrañar. Las autoridades sublevadas se dieron inmediatamente cuenta de que la
muerte del granadino iba a ser muy comentada en la prensa internacional, y eso
era mala publicidad para los cruzados de Francisco Franco. Sobre todo en EEUU,
donde la progresía ya intuía que si los fascistas españoles ganaban la guerra,
sus socios Adolf Hitler y Benito Mussolini la iban a liar parda en Europa. Así,
escondiéndolo, contribuyeron a acrecentar el mito, a que se recuerde. Si
tuviéramos en Viznar una necrópolis asediada por turistas japoneses y amantes
de los selfies, la figura y muerte del poeta se habrían cursilizado y
banalizado aun más de lo que están.
La
muerte de Lorca pertenece así a nuestro folclore sabio, el que emana del pueblo
y no de las tonadilleras salidas de la radio, la televisión y el youtube. Es un
grito jondo que no se sabe de qué tumba viene, y por eso dice y duele más. No
es el grito de un poeta célebre: se convierte en el grito de todos los muertos
de aquel golpe de Estado que tanto distrajo a los padres de nuestros oligarcas
de hoy. Si algún día se encuentra a Lorca, que sea el último exhumado de las
cunetas de España. Que todos los demás ya descansen en camposanto o donde
deseen. Solo así conservará todo su sentido la muerte del poeta.
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